Migrantes

Alicia Genovese

*

La capitana en el Mediterráneo

La estaban deteniendo
en el puerto de Lampedusa
cuando le gritaron
Bravo, capitana!
Dejaba su barco
y seguía a los policías
seria, joven, circunspecta.
Bravo! otra vez, con aplausos
y saludó como una luna
saliendo de un eclipse,
con su brazo apenas extendido
como un brote asomando
de la tierra invernal.
Carola Rackete es mi nombre,
alemana, blanca,

con cuarenta rescatados,
entró a la bahía;
sin autorización
sin respuesta
cumplo la ley del mar.
Carola Rackete,
con el pasaporte apropiado
para hacerlo
, dice
y su barco busca en la frontera
de agua, un pasadizo,
el corredor nocturno
donde enmudecen
las palabras deformes
de un burócrata.
Mujeres, chicos
en una balsa que naufraga
salieron de Libia,
con lo puesto escapan
de los traficantes,
de la espesura que los satélites
no detectan. Huyen;
kilómetros de desierto
enrojecen sus ojos.
Si abriesen el puerto,
las leyes, los derechos,
no solo las cámaras digitales
no solo el apesadumbrado corazón.
Si una frase creciese para ellos
en la lengua de la cercanía,
en la arcilla del cuerpo
que inventa voces al recibir,
pararía quizás,
el tembladeral del mar.
En el agua
sucede el hundimiento,
no tiene marcas el mapa
de la necesidad.
Carola Rackete navega
esa geografía invisible,
cruza límites
y por un instante cruza
el desorden planetario.
Una pequeña hazaña
y golpea la costa,
con cuarenta almas,
cuarenta sombras
sobre la letra de los tratados.
A salvo! A salvo!
se oye a lo lejos la voz
de antiguos navegantes.
Lejos del mar, un atavismo,
un latido de pez que ondea
en las profundidades.
Bravo capitana!
ala transparente su brazo
apenas levantado
y la tierra
fue menos invernal.

*

Solo una perturbación

Un bote desbordado
que la marea empuja como a los sargazos
hasta esa playa en Cádiz. Migrantes
que saltan la rompiente.
Entre bañistas atónitos, boquiabiertos,
encapsulados en un mundo sin respuestas
llegan como noticias lejanas, en vivo.
Hombres, mujeres jóvenes
de Túnez o Marruecos
de algún puerto magrebí
atraviesan el ocio turístico.
Largas piernas, una mochila pequeña,
alguien los filma pero no hay
patrullas a la vista.
Cruzan vestidos
entre espaldas bronceadas, sombrillas,
pieles que toman sol.
Se los oye en una grabación
de celular: hablan fuerte, festejan.
Atrás las olas que los cubrían y trepan
veloces las dunas.
El viaje no termina
pero rozan la salvación.
La patera abandonada se hunde
como una leyenda de otro siglo,
los bañistas impasibles la observan
y la playa vuelve a su postal.
El oleaje con su sonido
borra voces exaltadas
alisa el hueco
de los pies oscuros.
Solo una perturbación
así avanza lo real,
así desembarca lo negado.
Irrumpe y la tierra
es otro espacio,
vuelve a ser un cuerpo
que dice promesas.

***

poemas pertenecientes al libro Oro en la lejanía, Alicia Genovese (Gog & Magog, 2021)