Atravesando Brasil en un coche fúnebre

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Nuestros huesos. Marcelino Freire . (Adriana Hidalgo, 2014)




Marcelino Freire (Sertânia, Pernambuco, 1967), es parte de la nueva narrativa brasileña que desde hace unos años y de forma creciente va llegando a estas costas, deparándonos no pocas sorpresas y descubrimientos. Nacido en el seno de una humilde familia nordestina, Freire se ha convertido en uno de los fundamentales a la hora de narrar la otra cara del Brasil pujante, el de las minorías desplazadas, los que viven al día en las grandes ciudades, creando sus propias leyes en medio de una trenza de violencias y solidaridades. Heleno de Gusmâo, un dramaturgo de éxito que ronda los sesenta años, decide rescatar de la morgue el cuerpo de su joven amante, un taxi boy asesinado en circunstancias poco claras, y devolverlo a su familia en el nordeste, la misma tierra de la que Heleno migró siendo muy joven para irse a San Pablo, detrás de la promesa de un amor y de la voluntad de convertirse en escritor. “Un autor recién es un autor, digamos, cuando es víctima de un crimen, de un atentado, de un desprecio, de un exilio, de un corte, de un olvido”, dice Heleno en un momento dado, y luego agrega, ““si hubo un crimen que yo cometí fue haber creído en el amor”.
Nuestros huesos, primera novela de Freire -de cuya obra se editaron hace poco en Argentina sus Cuentos negreros-, traducida por Cristian de Nápoli, puede leerse como el montaje emocional y ficcionalizado de ciertos episodios de la vida de su autor. Freire es de esos escritores viscerales que, con honestidad espiritual e inmediatez, puede ahondar en cuestiones turbulentas o políticamente cuestionables, sin jamás bajar línea, sin opinar. Heleno va ensamblando las partes de su historia –como esos pellejos y huesos de animales con los que se entretenía y disfrazaba siendo niño- para armar el esqueleto de ese animal extraño que es su vida. Nuestros huesos es una historia de amor y una historia política, por momentos risueña y por momentos durísima, de una belleza hipnótica, un canto de iniciación, pero de iniciación hacia lo inevitable, la muerte (del amor, de la inocencia) que es el final de todas las historias y el suelo donde nacen otras nuevas. Compuesta en una lengua urgente, sincopada, capaz de amontonar en una frase diálogos y circunstancias divergentes, el narrador se arma en el deslizamiento de esas voces. El lector, como un forense, tendrá que hacer el trabajo de reponer la trama, rearmar un cuerpo desmembrado. Cada capítulo (Los ligamentos, Los muslos, Las costillas, Las manos) aporta un elemento; Heleno recupera el cuerpo de su amante, pero también su historia, para escribir esa última escena, el final de un periplo, caída del telón.

M.N.
Los Inrockuptibles, Julio 2014.

Marie Gouiric

Marie Gouiric Foto 2




Un poema de amor

Hay malezas que dan flores.
Las hay blancas con un centro amarillo,
otras violetas azuladas desaturadas
y unas amarillas fuerte,
que se llaman Dientes de León.

Está el cardo Mariano,
que es violeta hermoso,
pero nace con muchas espinas en el tallo.
Te conviene para cortarlo
una herramienta que prolongue las acciones de tus manos
como una tijera, o un cuchillo serruchito, corte Tramontina.
También podés usar papel de diario
o un trapo viejo para agarrar la flor.
Sería usar algo que separe
los sentimientos que tienen tus manos
de la forma que usan para cuidarse
estas malezas de vos.

Las flores de las malezas
no califican como flores.
Si cortabas de chico varios dientes de león
y armabas un ramo,
podía que tu mamá al recibirlo
no lo pusiera en agua:
-Para qué hacerlo? si no duran nada-.
Para qué cuidar aquello que no se va a quedar con vos.

Pensemos:
Se tarda, entre la primera flor que cortás
y la última flor que cortás,
unos 10 minutos.
Si te distraés con alguna basura interesante
del terreno baldío
podés llegar a colgarla 10 minutos más.
Después en caminar los 100 metros desde el terreno hasta la casa,
correr el portón de chapa,
empujar la puerta, atravesar el lavadero,
encontrártela en la cocina
y alzar el ramo a la altura de su pecho:
9 minutos más.
10 + 10 + 9 = 29.

Si hacés una tarjeta que diga TE AMO
son 5 minutos que tendríamos que sumar.
29 + 5 = 34
Si la tarjeta tiene además
un dibujo de ustedes tomados de la mano
se le suman 2 minutos.
Y si en vez de estar tomados de la mano
vos estas entregándole el ramo,
anunciando lo que está por pasar,
le sumas 3 más.
Adivinar el futuro lleva su tiempo.

Igual esto no es necesario sumarlo.
Después de los 30 minutos el Diente de León
ya perdió su apariencia vital,
y no vale la pena ponerlo en agua.

Ahora me pregunto dónde sucedería el regalo,
si en el gesto que dura 34 minutos
o en el ramo de Dientes de León
que es alzado a la altura de su pecho.
Arruinar algo
en el deseo de mejorarlo
es un acto de amor.
Y qué sería de nosotros sin los deseos
y las cosas arruinadas.

Mi gata que nació en el 96
y le puse Uli
se murió hace unos días:
2014 – 1996 = 18.
18 años es que vivió.
28 – 18 = 10.
10 años es que tenía yo
cuando la hicimos nacer en la cocina,
con mis hermanos.
Los adultos de la casa estaban en la iglesia.

Nos pusimos sobre las baldosas rojas,
junto a la puerta del horno, para que todo esté caliente
y le rogué a Jesús que hiciera de mí una buena partera.
O algo parecido.
A cambio le ofrecí no ver tele por 15 días.
Jesús aceptó el trato e hizo el milagro.
En un pullover viejo, con olor a aceite de auto,
apoyé las crías
que mojadas de placenta parecían no tener color.

Nosotros eramos 4 hermanos y una gata.
Nacieron esa noche 5. Después llegaron los adultos.
4 + 1 + 5 + 2 = 12

Regalamos 4 de los gatos.
La mamá de Uli un día subió al techo y nunca más bajó.
De casa nos fuimos 3 hermanos.
Uli se murió.
12 – 4 – 1 – 3 – 1 = 3

Ahora me pregunto dónde tienen existencia las cosas.
¿Durante el orden de los factores o en el resultado?

Anoche, por acostarme a dormir,
sentada en la cama que era de uno de mis hermanos,
me vi un pelo de la Uli
pegado sobre mi brazo.
Lo saqué y lo estudié microscopicamente
bajo la pantalla del velador.
De mis estudios pude observar:
dos manchas pálidas:
una más beige y una más amarillo mostaza.
Después una gris perla,
y otra gris muy oscuro casi negro.
(1+1) + (1+1) =
2 + 2 = 4.
4 colores en un pelo.

De estas observaciones de cuidado científico
puedo dar certeza de que
la Uli tenía un pelaje suave, lacio y atigrado.
de que, como a toda gata hermosa, le gustaba andar en la cama de todos.
De que estuvo viva
y de que morirse no siempre es arruinarlo.



Marie Gouiric: Nació en Bahía Blanca en 1985. Es Profesora de Artes Visuales. Participó en distintas muestras y ferias de arte desde 2007. En 2012 realizó la muestra individual Cemento Portland y publicó el poemario Tramontina -ediciones Vox-. Formó parte de la antología 30.30 poesía argentina del siglo XXI –Editorial Municipal de Rosario-. Participó en diferentes ciclos y festivales de poesía desde el mismo año. Actualmente vive en la ciudad de Buenos Aires donde trabaja como docente en la escuelita de arte “Belleza y Felicidad” en Villa Fiorito y en distintas escuelas públicas de la ciudad.