Arturo Carrera

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CANCIÓN DEL VIGILÁMBULO

I

el “soné que…”
el soñé que…”

y no se trata de un simple eco,
ni de repetir las últimas palabras
que de una frase suenan
sino del eco sin palabras, sin cosas del lenguaje;
el eco
que golpea sin ondas: ínfimo,
cotidiano, prodigioso.

II

en este círculo me encierra,
en este otro me libera,
en este círculo me encierra,
no quiere que la muerte cercana se apodere
de estas bandas de tiza,

y aquí en el sueño están sus palabras
aunque no las reconozca;
aquí aunque no sepa qué dicen,
aquí aunque se posen sobre la función
de un sinsentido equivocado;

pero eso tampoco existe
aquí aunque ya no sea la infancia sino
su límite impreciso
en la lluvia, ahora, en esa borradura lejana,
el arco iris, en esa banda gris plomo
contra el amarillo vibrante del campo.

Y ella sentadita sigue dibujando rayas, rayas, círculos,
como si marcara el tiempo de su alegría en mí,
de su abandono en mí, de su presencia en
cada movimiento de su mano
pequeñísima en mí,

para alzar con su grafía la letra que alza hoy
esta ínfima edad para su vocecita milenaria,
los anillos de un destino del “ya no sé quién soy”,
“en breve ya no sabré
sino apenas lo que miro”,

III

más de lo que les hablo sin saber lo que digo

y otra vez amanece,
otra vez quiero escribir dentro de la fuerza de un círculo
que un lápiz trémulo dibuja en su retirada,

y otra vez la luz imperturbable del alba,
que ya no tiene ruiseñores ni alondras sino el resto
del deseo en un olvido de palabras,
de nombres incluso,
los más cercanos al horizonte de esperanza

para que la acción no sea el arte ni la vida,
ni la vida del arte,
ni una ni otro como membranas del mundo,

Duramadre, Píamadre y Aracnoides entre las Parcas
protectoras, que vuelven con este día, con
este dolor infuso en la claridad
como custodias de mi muerte y

son el vigilámbulo que cabecea,
el vigilámbulo que cabecea.


de Vigilámbulo (Poesía Reunida, Volumen I) Adriana Hidalgo Editora

La internacional entrerriana

tapa La internacional entrerriana

sobre La internacional entrerriana de
Agustín Alzari, (Editorial Municipal de Rosario, 2014)

Imagínense a Juan L.Ortiz llegando en bicicleta a la sede gualeya de la Agrupación Claridad, donde lo espera su amiga Ema Barrandeguy para discutir a Marx. Estampa verosímil si tenemos en cuenta los últimos trabajos críticos que de a poco remueven la figura del poeta contemplativo, aislado en su provincia, para abrir un aspecto menos conocido – diluido en el tiempo-, la del Ortiz político, vinculado desde su juventud al partido comunista, de vital importancia en el despegue de su obra.
La internacional entrerriana – del joven investigador Agustín Alzari, que en 2012 publicó Estas primeras tardes y otros poemas para la revolución, otro estudio orticiano- parte de un episodio casi desconocido de la vida de Juan L., una polémica que a principios de la década del 30 causó revuelo en Gualeguay. Lo que el lector incauto encara como una pesquisa académica, pronto se tuerce hacia la crónica de un viaje en busca de un hallazgo arqueológico. Describiendo la entrada a Gualeguay desde Victoria por la ruta 11 – una vista alejada del paisaje textual que supo construir la poesía de Ortiz-, el relato comienza con una frase contundente: “Viajé a Gualeguay bajo el amparo de una máxima: el secreto está en los materiales”. Alzari se mete de cabeza en los archivos de La Biblioteca Fomento -cuya gestión compartieron Ortiz y Carlos Mastronardi- para revisar diarios polvorientos y revivir de a poco los ataques que el padre Quinodoz, por ese entonces párroco de la cuidad, lanzaba desde un semanario de la iglesia alertando sobre el avance de agentes del comunismo en Gualeguay, e instando a desenmascarar su accionar. Desde una sección fija del diario Justicia, las plumas de Juan L.Ortiz y de Ema Barrandeguy esgrimen con astucia su defensa. Lo que comienza siendo un hecho pueblerino, exagerado y de ribetes cómicos, pronto derivará en una clara persecución política que, entre otras, será la causa de la mudanza de Ortiz y su familia a Paraná.

en Los inrockuptibles, (Marzo 2015)