El libro de las mutaciones

Experim c seres humanos Schilling tapa libro

sobre Experimentos con seres humanos. Carlos Schilling.Ed. Nudista.

por Mario Nosotti

Supongamos que el mundo gira alrededor de una historia – la saga familiar de los Staub y sus distintas series- y ese eje es tan potente que abduce a todo el resto – cualquier evento humano que no se ligue de algún modo a él-: eso es una novela.
Schilling instala en un punto del mapa – Los Juncales, un pueblito de Córdoba- la base desde donde parten las diferentes líneas de un árbol familiar. Como las trayectorias de cohetes trazadas con precisión milimétrica, estas líneas muy pronto se desvían y se cruzan con otras, sin por eso librarse del todo de su origen. Como si algo del nombre o de la raza (con toditas sus taras) resistiera en el fondo las mixturas que le impone el azar.
En las mitologías familiares, las narraciones adquieren poco a poco el peso y estatuto de los hechos; son casi siempre circunstancias fortuitas las que marcan a fuego los destinos vitales (como un barco que cambiara su rumbo apenas unos grados, y terminara – con el tiempo y la distancia suficientes – en otro continente).
Lucas y Claus Staub, dos de los narradores de esta serie de relatos, hermanos tan disímiles como potenciables, cuentan su propia historia, la de su padre, Rodolfo Staub – una mente brillante que “no entiende por qué el mundo no se adapta a sus ideas pese a que son las mejores ideas del mundo”, la de un mítico abuelo, y la de una prima misteriosa y lunar, entre muchísimos otros. La narración avanza intercalando geografías y tiempos, haciendo dialogar saberes tan diversos como la astronáutica, la ingeniería, la filosofía deductiva (Hobbes explicado a través de Sherlock Holmes), con cierta simpatía por el nazismo, un tío que imita voces y el hechizo de un amor incontrolable; y todo como si esto –con la paciencia y atención suficientes- se pudiese explicar. Experimentos con seres humanos es esa misma mezcla de encuentros, rupturas y simbiosis de personas, tan precisas como inacabables. Como las series de dibujos que hace Lucas en sus cuadernos de adolescente: infinitas de cruces esvásticas que van mutando en máscaras de KISS.

Los Inrockuptibles Octubre 2014

Velocidad infinita

rafagas de luz

Sólo pedimos un poco de orden para protegernos del caos. No hay cosa que resulte más dolorosa, más angustiante, que un pensamiento que se escapa de sí mismo, que las ideas que huyen, que desaparecen apenas esbozadas, roídas ya por el olvido o precipitadas en otras ideas que tampoco dominamos. Son variabilidades infinitas cuyas desaparición y aparición coinciden. Son velocidades infinitas que se confunden con la inmovilidad de la nada incolora y silenciosa que recorren, sin naturaleza ni pensamiento. Es el instante del que no sabemos si es demasiado largo o demasiado corto para el tiempo. Recibimos latigazos que restallan como arterias. Incesantemente extraviamos nuestras ideas. Por este motivo nos empeñamos tanto en agarrarnos a opiniones establecidas. Sólo pedimos que nuestras ideas se concatenen de acuerdo con un mínimo de reglas constantes, y jamás la asociación de ideas ha tenido otro sentido, facilitarnos estas reglas protectoras, similitud, contigüidad, causalidad, que nos permiten poner un poco de orden en las ideas, pasar de una a otra de acuerdo con un orden del espacio y del tiempo, que impida a nuestra «fantasía» (el delirio, la locura) recorrer el universo en un instante para engendrar de él caballos alados y dragones de fuego. Pero no existiría un poco de orden en las ideas si no hubiera también en las cosas o estado de cosas un anticaos objetivo: «Si el cinabrio fuera ora rojo, ora negro, ora ligero, ora pesado…, mi imaginación no encontraría la ocasión de recibir en el pensamiento el pesado cinabrio con la representación del color rojo». Y por último, cuando se produce el encuentro de las cosas y el pensamiento, es necesario que la sensación se reproduzca como la garantía o el testimonio de su acuerdo, la sensación de pesadez cada vez que sopesamos el cinabrio, la de rojo cada vez que lo contemplamos, con nuestros órganos del cuerpo que no perciben el presente sin imponerle la conformidad con el pasado. Todo esto es lo que pedimos para forjarnos una opinión, como una especie de «paraguas» que nos proteja del caos.

De todo esto se componen nuestras opiniones. Pero el arte, la ciencia, la filosofía exigen algo más: trazan planos en el caos. Estas tres disciplinas no son como las religiones que invocan dinastías de dioses, o la epifanía de un único dios para pintar sobre el paraguas un firmamento, como las figuras de una Urdoxa, de la que derivarían nuestras opiniones. La filosofía, la ciencia y el arte quieren que desgarremos el firmamento y que nos sumerjamos en el caos. Sólo a este precio lo venceremos. Y tres veces vencedor crucé el Aqueronte. El filósofo, el científico, el artista parecen regresar del país de los muertos. Lo que el filósofo trae del caos son unas variaciones que permanecen infinitas, pero convertidas en inseparables, en unas superficies o en unos volúmenes absolutos que trazan un plano de inmanencia secante: ya no se trata de asociaciones de ideas diferenciadas, sino de reconcatenaciones por zona de indistinción en un concepto. El científico trae del caos unas variables convertidas en independientes por desaceleración, es decir por eliminación de las demás variabilidades cualesquiera susceptibles de interferir, de tal modo que las variables conservadas entran bajo unas relaciones determinables en una función: ya no se trata de lazos de propiedades en las cosas, sino de coordenadas finitas en un plano secante de referencia que va de las probabilidades locales a una cosmogonía global. El artista trae del caos unas variedades que ya no constituyen una reproducción de lo sensible en el órgano sino que erigen un ser de lo sensible, un ser de la sensación, en un plano de composición anorgánica capaz de volver a dar lo infinito. La lucha con el caos que Cézanne y Klee han mostrado en acción en la pintura, en el corazón de la pintura, vuelve a surgir de otra manera en la ciencia, en la filosofía: siempre se trata de vencer el caos mediante un plano secante que lo atraviesa. El pintor pasa por una catástrofe, o por un arrebol, y deja sobre el lienzo el rastro de este paso, como el del salto que le lleva del caos a la composición. Las propias ecuaciones matemáticas no gozan de una certidumbre apacible que sería como la sanción de una opinión científica dominante, sino que salen de un abismo que hace que el matemático «salte a pies juntillas sobre los cálculos», prevea otros que no puede efectuar y no alcance la verdad sin «darse golpes a uno y otro lado». El pensamiento filosófico no reúne sus conceptos dentro de la amistad sin estar también atravesado por una fisura que los reconduce al odio o los dispersa en el caos existente, donde hay que recuperarlos, buscarlos, dar un salto. Es como si se echara una red, pero el pescador siempre corre el riesgo de verse arrastrado y encontrarse en mar abierto cuando pensaba llegar a puerto. Las tres disciplinas proceden por crisis o sacudidas, de manera diferente, y la sucesión es lo que permite hablar de «progresos» en cada caso. Diríase que la lucha contra el caos no puede darse sin afinidad con el enemigo, porque hay otra lucha que se desarrolla y adquiere mayor importancia, contra la opinión que pretendía no obstante protegernos del propio caos.

Gilles Delueze

Chico Buarque

Chico Buarque

Ella es bailarina

Nuestro amor es tan bueno
El horario es lo que nunca combina
Yo soy empleado
Ella es bailarina
Cuando voy y ficho
Ella termina
0: cuando abro la ventanilla
Es cuando ella baja la cortina
Yo soy empleado
Ella es bailarina
Abro mi armario
Salta serpentina
En cuestiones de pareja
No se habla mal de la rutina
Yo soy empleado
Ella es bailarina
Cuando caigo muerto
Ella empina
0: cuando yo tchun en el colchón
Es cuando ella tchan en el escenario
Ella es bailarina
Yo soy empleado
Su planetario
Mi lamparita
En el año dos mil uno
Si junto algo
Yo pido una licencia
Y la bailarina, en fin
Ya me juró
Que hace el show
Para mí
Ella es bailarina
Yo soy empleado
Cuando yo no salario
Ella, sí, propina
En el año dos mil uno
Si junto algo
Yo le pido a Dios del cielo una licencia
Y la bailarina, en fín
Ya me juró
Que hace el show
Para mí

Ela É Dançarina
O nosso amor é tão bom
O horário é que nunca combina
Eu sou funcionário
Ela é dançarina
Quando pego o ponto
Ela termina
Ou: quando abro o guichê
É quando ela abaixa a cortina
Eu sou funcionário
Ela é dançarina
Abro o meu armário
Salta serpentina
Nas questões de casal
Não se fala mal da rotina
Eu sou funcionário
Ela é dançarina
Quando caio morto
Ela empina
Ou quando eu tchum no colchão
É quando ela tchan no cenário
Ela é dançarina
Eu sou funcionário
O seu planetário
Minha lamparina
No ano dois mil e um
Se juntar algum
Eu peço licença
E a dançarina, enfim
Já me jurou
Que faz o show
Pra mim
Ela é dançarina
Eu sou funcionário
Quando eu não salário
Ela, sim, propina
No ano dois mil e um
Se juntar algum
Eu peço a Deus do céu uma licença
E a dançarina, enfim
Já me jurou
Que faz o show
Pra mim

Bastidores

Lloré, lloré
Hasta sentir pena por mí
Y me encerré en el camarín
Tomé el calmante, el excitante
y un trago de gin
Maldije
El día en que te conocí
Con muchos brillos me vestí
Después me pinté, me pinté
Me pinté, me pinté
Canté, canté
Qué cruel es cantar así
Y en un instante de ilusión
Te vi por el salón
Burlándote de mí.
No me cambié
Volví corriendo a nuestro hogar
Volví para certificar
Que tú nunca más, volverás
Volverás, volverás
Canté, canté
Ni sé como cantaba así
Sólo sé que todo el cabaret
Me aplaudió de pie
Cuando llegué al fín
Más no seguí
Volví corriendo a nuestro hogar
Volví para certificar
Que tú nunca más. volverás
Volverás, volverás
Canté, canté
Jamás canté tan lindo así
Los hombres allá pidiendo bis
Borrachos y febriles
Matándose por mí
Lloré, lloré
Hasta sentir pena por mí.

Bastidores

Chorei, chorei
até ficar com dó de mim
e me tranquei no camarim
tomei o calmante, o excitante
e um bocado de gim
Amaldiçoei
o dia em que te conheci
com muitos brilhos me vesti
depois me pintei, me pintei
me pintei, me pintei
Cantei, cantei
como é cruel cantar assim
e num instante de ilusão
te vi pelo salão
a caçoar de mim
Não me troquei
voltei correndo ao nosso lar
voltei pra me certificar
que tu nunca mais vais voltar
vais voltar, vais voltar
Cantei, cantei
nem sei como eu cantava assim
só sei que todo o cabaré
me aplaudiu de pé
quando cheguei ao fim
Mas não bisei
voltei correndo ao nosso lar
voltei pra me certificar
que tu nunca mais vais voltar
vais voltar, vais voltar
Cantei, cantei
jamais cantei tão lindo assim
e os homens lá pedindo bis
bêbados e febris
a se rasgar por mim
Chorei, chorei
até ficar com dó de mim

Hablando claro
(Francis Hime – Chico Buarque)

Voy a dejarte la cintita de Bonfim
No me sirvió
Pero me quedo con el disco de Pixinguinha ¿Sí?
El resto es tuyo
Hablando claro, podés guardar
Las sobras de todo lo que llaman hogar
Las sombras de todo lo que fuimos
Las marcas de amor en nuestras sábanas
Nuestros mejores recuerdos
Aquélla esperanza de que nos íbamos a arreglar
Podés olvidar
Aquella alianza, podés empeñar
O derretirla
Pero debo decir, que no te voy a dar
El enorme de placer de verme llorar
Ni voy a cobrarte los daños
Mi pecho tan lacerado
Es más
Aceptá una ayuda de tu futuro amor
Para el alquiler
Devolveme el Neruda que te llevaste
Y nunca leíste
Golpeo el portón sin hacer alarde
Me llevo mi cédula de identidad
La última copa, mucha saudade
Y la leve impresión de que me voy tarde

Trocando em miúdos
Francis Hime – Chico Buarque
Eu vou lhe dar a medida do Bonfim
Não me valeu
Mas fico com o disco do Pixinguinha, sim?
O resto é seu
Trocando em miúdos, pode guardar
As sobras de tudo que chamam lar
As sombras de tudo que fomos nós
As marcas de amor nos nossos lençóis
As nossas melhores lembranças
Aquela esperança de tudo se ajeitar
Pode esquecer
Aquela aliança, você pode empenhar
Ou derreter
Mas devo dizer que não vou lhe dar
O enorme prazer de me ver chorar
Nem vou lhe cobrar pelo seu estrago
Meu peito tão dilacerado
Aliás
Aceite uma ajuda do seu futuro amor
Pro aluguel
Devolva o Neruda que você me tomou
E nunca leu
Eu bato o portão sem fazer alarde
Eu levo a carteira de identidade
Uma saideira, muita saudade
E a leve impressão de que já vou tarde

traducciónes: Silvia Urich y Roberto Echepare