En el cuerpo de una bala

poemas de Alicia Gallegos


Es el erotismo de la muerte 

Me acomodo en el cuerpo de una bala 

oscuro fresco
suave
me acuna
en silencio 

no empuñaré el revólver
ni apretaré el gatillo 

es tan bello dejarse mecer
y estando dentro
evadir 

el destello
del disparo
el olor
de la pólvora 

la tibieza
de la sangre

nada de eso parece tocarme

es la contemplación
de este interior
que no es mío
y sin embargo
creo
que me pertenece

es el erotismo de la muerte
pensada así
afuera
tibia
suave
ajena.


Gracias a las traiciones de Perón

Desde que Xuxa abandonó a Marlene
y la cambió
por un muchacho lindo
dejamos de creer

en lo blanco y en lo negro

gracias a las traiciones de Perón
supimos
que ser jóvenes y fuertes
no era suficiente
y
dejamos de creer

en lo negro y en lo rojo

antes
ya no creíamos en las noticias
ni en los periódicos
que al igual que mamá
transformaban la sangre en agua
y dejamos de creer

en lo rojo y en lo blanco

pero antes
mucho antes
dejamos de creer
en Dios y el Cuco
en la magia de los magos

y ahora
todo eso y el amor
y Xuxa
y Marlen
el anticredo
el nodomingo
los ravioles del Nono
no eran de espinaca
no.



Alicia Gallegos: 1959, Morón, Buenos Aires. Fue editora independiente. Fundó y dirigió las revistas Big Bang, La Hoja de Alicia, L and G. Publicó tres mini libros: Imagen (1995), Reunión (1995), Poemas breves (2000). Lleva adelante los blogs Octavo Boulevard, Cinco minutos antes del tornado y Poeta zen. Los poemas presentados pertenecen a su último libro Un rayo que nos haga parpadear (Colman&Colman, 2019)

Mente Mariposa

sobre Mente mariposa, Allen Ginsberg, traducción Gonzalo Scorza, (Caleta Olivia, 2019)

Nacido en Paterson, New Jersey, donde conoció Wiliams Carlos William –quien en varios sentidos fue su maestro-  Allen Ginsberg creció como un judío ateo e izquierdista pasando una juventud llena de privaciones, llevando a Naomi, su madre, de sanatorio en sanatorio. En 1956 escribe en San Francisco un poema fenomenal, Howl, un sacudón al conformismo de parte de la sociedad en los años de Eisenhower, el lado B del bienestar de los Estados Unidos de posguerra.

“Estaba siempre a punto de irse a alguna parte, – cuenta Williams- no parecía importar dónde; me preocupaba, nunca pensé que fuera a vivir para crecer y escribir un libro de poemas.”

Furia, deseo, llamado a despertar, Ginsberg es el autor de lo que podría sintetizarse como una extensa Carta a América, la misma carta ardiente y visionaria desplegada por Whitman, (“escribo poesía porque Walt Whitman le otorgó permiso al mundo para que hablara con candor”) pero que ahora da cuenta de un sitio devastado, tuerto, que lleva con nostalgia el peso de la vida, a sabiendas de que  “el peso de la vida es amor”.

En los poemas de Ginsberg entra todo, la política, el sexo, la opresión, la prensa, la radiación, los paisajes urbanos, los suburbios en donde la ciudad termina, pero siempre hay un foco en el hombre individual, ese que aún vapuleado, llevado de aquí para allá por un destino que no le pertenece, es capaz de gritar, de hacer saber que existe. Es desde esa intemperie, desde el patio de atrás de la civilización industrial, que Ginsberg nos instiga a expresar nuestro deseo, retomando además la conciencia de que todos estamos en el mismo barco, y que ese solo hecho es suficiente para cantar la intensa gratitud de existir.

¡El mundo es santo! ¡El alma es santa! ¡La piel es santa! ¡La nariz / es santa! ¡La lengua y la verga y la mano y el agujero del culo!/ ¡Todo es santo! ¡todo el mundo es santo! ¡todo lugar es santo! ¡todo día pertenece a la eternidad!

Desde el joven que enfrenta a la policía manifestando en contra de la guerra de Vietnam, el que canta la libertad sexual y se busca a sí mismo en el LSD, el que es clasificado de “riesgo a la seguridad del estado” por el F.B.I., al que años después hace  un voto de pobreza y enseña poesía y meditación budista en las montañas del Naropa Institute de Colorado, Allen Ginsberg concibe  el ejercicio de su arte como experimentación y actitud ante la vida.

Dicen que Ginsberg aprendió del negocio de la investigación de mercado la forma en que se manipula el lenguaje de masas. Ese conocimiento, esa inmersión en las formas en que el discurso de la publicidad, la política y  los mass media infiltran a los individuos, es puesto en evidencia en su poesía con ironía impiadosa, como en ese poema en el que desmonta la lógica que rige  las políticas del banco mundial.

“Te prestaremos dinero para aumentar tu producción /(…) “Páganos un interés anual, para tu propia seguridad  / ajústate el cinturón, no pondremos objeciones” /“Recorta servicios sociales y la ayuda a los pobres”

Mente Mariposa, selección de poemas de algunos de los mejor libros de Ginsberg, traducidos por Gonzalo Scorza, demuestra que aún hoy, en un mundo tan distinto pero tan parecido, su voz liberadora e inclusiva nos sigue interpelando. La cuestión de la catástrofe ecológica sin ir más lejos, expresada magistralmente en el poema “Lo que la marea devuelve en Vlissingen”, hecho con la enumeración de materiales que las olas arrastran a esa localidad de los Países Bajos  “Plástico y celofán, cartones de leche y envases de yogur,/bolsas de red azules y naranjas/ cáscaras, bolsas de papel, plumas y algas, palos y ladrillos. / Jugosas hojas verdes, ramas de pino, botellas de agua…”

Allen Ginsberg, el gran protagonista de la renovación beatnik  junto a su amigo Jack Kerouac, el que alguna vez dijo, “lo que realmente queremos, puede no ser tan imposible de lograr si empezamos por decirlo claramente”, murió en Nueva York en 1997 a la edad de 71 años.

Mario Nosotti (Revista Ñ N|821 22/06/2019)

la pintura y su prole

sobre Anch´io sono pittore!, Arturo Carrera (Mansalva, Colección Campo real, 2019)

por Mario Nosotti

Un niño de cuatro años dibuja una carta para su madre. Como sospecha que ella está en el cielo y no la recibirá, la quema, piensa que el humo llevará la materia a su destinataria. Esta anécdota, en la que ronda el tema de la ausencia y la presencia, lo visible y lo invisible, es la respuesta que da Arturo Carrera cuando le preguntan por qué empezó a escribir. Se trata de una invocación, el deseo de obtener una presencia. La madre del poeta, una “pintora ingenua”autora de unos pocos cuadros, muere cuando su hijo tiene apenas dos años, dejando sus pinturas, – una pocas marinas, manteles y almohadones con paisajes y pavos reales – pinceles y utensillos.

Agrupados en secciones como “Autorretratos”, “Retratos de niños” o “Paisajes clandestinos”, Yo también soy pintor!, es la autobiografía del que mira pinturas, del que habla con cuadros, y a la vez de un pintor (Anch´io sono pittore!), del que pinta, no importa si con palabras o pinceles, con sueños o con evocaciones,  porque el pintor y el poeta son ante todo los desrealizadores de la naturaleza, aquella que recrean a través de sus ritos, materiales y técnicas, formas de dar la espalda “a lo real”.

A través de  fragmentos de entrevistas, de poemas, películas o sueños, es posible adentrarse  en los cuadros, caminar en los surcos y las simetrías de obras tan disímiles y interpelantes como las de Marcia Schvartz, Fabián Marcaccio, Eduardo Stupía, Alfredo Prior, Guillermo Kuitca, Pablo Siquier, Enrique Aguirrezabala y Juan José Cambre.

La tangente entre imagen y escritura, entre amistad e iniciación, atraviesa los textos de este libro. “Intento elucidar en disímiles notas, mi afecto acaso ignorante hacia la pintura, durante la infancia y después entre mis amigos artistas.”

Relatos en pinturas y cuadros en los textos, poesía como posesión (como tractatus)  de una cara, un objeto, cargados de vestigios, de capas del proceso que la renovación constante hace brillar.

Concebir por ejemplo a los autorretratos como fuga de una improbable semejanza, un misterio, aquello que conmovió al poeta John Ashbery en el espejo convexo del Parmigianino, “ese atisbo de complejidad que él va desenrollando como quien devana un capullo de seda”.

Así van las  camitas de Kuitca, las líneas y los rulos de Stupía o los cuencos de Cambre, series diferenciales en la cuales “mirar equivale a acelerar el flujo de toda reflexión”.

Muchos de los acercamientos de Carrera a los artistas elegidos se traman a través de anécdotas personales – “Me angustian estas caritas de tiza mojada” dice Alejandra Pizarnik al conocer los retratos de niños de Alfredo Prior en 1972, dos noches antes de suicidarse-  y siguen con detalles técnicos que las despliegan. O a veces al revés, o entremezclados. Y cuando el “curador” bucea esas estéticas, lo hace por intuiciones, iridiscencias poéticas, derivas e intertextos que son como paseos en un bosque nocturno. Esta forma de ensayo se propone como desgeografía (o deseografía) del género, el hilo murmurado del que hilvana miniaturas, fragmentos y detalles , filósofos que ayudan a entender la pintura, y pintores que escriben poemas sobre el lienzo que “el pintante” recorre.

Repleta de intuiciones, de simetrías, de lanzamientos y propiedades portátiles, las formas de llegada de Carrera a sus objetos son siempre inesperados, rastreando una constelación de tópicos y autores a los que revisita con mínimos desvíos, provocando la constante aparición de zonas nuevas, de capas de registro acumuladas.

En un clima de atención flotante, el barroco-carrera se despliega en fragmentos como este, perteneciente a la entrada sobre Marcia Schvatrz: “Hay miradas fósiles. Hay obscenidad en el sentido más puro de esa palabra: todo está fuera de su lugar y de su tiempo. Los chongos desnudos cantan un ritornelo de milonga con la expresión enaltecida del ocio quejumbroso; son amantes de pelo renegrido que se afeitan mirándose en el filo de la navaja; el hilo rojo de unas bárbaras muchachas que menstrúan soñando en la claridad vertiginosa del río.”

revista Ñ (01/06/2019)