La nube es una flor que arrancó sus raíces

poemas de Fabián Herrero  

*

      
Abre sus ramas, sus cabellos
de colores. La araucaria amanece
      cantando.
                 
*

     Días soleados de primavera, 
el paraíso está listo
     para salir.

*


      En su mundo 
de ojos abiertos, una nube pasa
      flotando.

*

      Hermosa nube
sobre mi cabeza. Hoy seré
      tu sombra.

*

     La reconozco. Llego
a mi casa. Mi madre en el jardín, altísima
     la araucaria, la casa
no es la misma de antes. 
  
*

     La nube es una flor
que arrancó
     sus raíces.

*

  
    ¿También somos hermosos?
En nosotros la noche, camina envuelta
     en aroma a jazmín recién cortado.

*

     En el camino que dejó la lluvia,
hundo mis zapatillas, saltan
     las ranas.

*

      Dueña
de una paz
     suprema, siempre 
encuentra 
     la nube 
los modos de decirnos
      cómo somos.

*
  
     Como una rana, debajo
 del puente, el agua
       salta, es viento.

*

       Rapidísimo
 baja un pájaro y picotea
       el río. 
Así suenan palabras queridas. 

*

      En silencio el poeta lee.
En la habitación la luna crece 
      escondida.

***

Fabián Herrero: Santa Fe, 1965. Profesor de Historia (UNL), Doctor en Historia (UBA), Investigador del Conicet. Profesor titular (UADER, sede Paraná). Publicó como historiador más de diez libros. También «Selección poética Santa Fe al norte» junto a Alicia Acosta y Roberto Aguirre Molina. En la década de 1980 formó pare de los talleres de Hugo Gola y también los dirigidos por Edgardo Russo y Juan Manuel Inchauspe. Ha publicado 13 libros de poesía, entre otros: Quién no le tiró una piedrita al mundo, Poemas 1988-2018 (Alción, 2020), La luna tiembla en mi cuerpo de agua (Barnacle, 2021) y Días como perros (Barnacle, 2022)

LOS ESPÍRITUS HABLARON POR MI BOCA

Poemas de CARLOS J. ALDAZÁBAL

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Tierra (Honath)

Aquí vivía el anta, y vivía la avispa,

vivía el árbol grande y el arbusto pequeño,

vivían los quirquinchos, el jaguar y los pájaros.

Y vivía la gente.

Aquí corrió la miel, corrió el agua y la sangre,

aquí brotaba el pasto, el chaguar y otros verdes,

aquí cantó el silencio, el crespín, la torcaza.

Y cantaba la gente.

Vivían y cantaban. Andaban y reían.

Era poca la pena y eran buenos los días.

Soñaban y nacían, comían, caminaban,

juntaban muchos frutos, pescaban muchos peces,

sabían que las vueltas que tienen los caminos

son huellas del futuro que marcan lo que ha sido,

lo que es, como siempre, lo que nace y que muere,

las formas de la tierra, las formas de la gente.

Esta tierra era hermosa.

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Monte (Tayhi)

En el horizonte divisé un resplandor.

Pudo ser el amanecer o la tarde, pero no era nada de eso.

Se trataba del límite del monte,

y en esa playa que daba al río

el límite era una chispa que salpicaba la oscuridad.

Porque en la noche el espíritu del monte dice

“Visionario sereno, te entrego estas imágenes”,

y su decir es una explicación de algún misterio,

y ese misterio es parte de su espíritu,

cerrazón donde los monos se aparean,

donde el puma caza, y la lampalagua hace la digestión.

En el monte las luciérnagas se sonrojan y se ocultan,

discretas ante la levedad de la corzuela.

Y en el monte las lechuzas desenrollan

la sabiduría de la oscuridad,

de lo que no se comprende pero se presiente.

“Visionario sereno, te entrego estas imágenes”.

Y un pavor llenó mi alma. Y los espíritus hablaron por mi boca.

Y temblé y tuve odio, y tuve hambre y pena,

y me arrastraba moribundo por mi propia premonición.

Yo era el monte, y entraba en mi agonía,

desahuciado, hundido, terriblemente solo,

abandonado en la soledad de lo que muere.

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Espíritu peligroso (Tokhan)

¿Cuántas veces peleamos?

¿Cuántas veces, vencido, vi derrumbarse el techo

mientras las manchas se diluían en mis ojos

y la ceguera paralizaba mi entendimiento

y los árboles morían en un chasquido inexplicable?

¿Y cuántas veces logré expulsarte, espíritu peligroso,

serpiente de mil nombres, acechante veneno para el talón desprevenido?

Yo agradezco la batalla, y escupo para ver en los ojos del mensajero,

el mismo que dijo con voz de gorrión:

“Viene el día, y con él el momento de la prueba”,

o “Viene el anochecer, y en su regazo el insomnio de la duda”.

Una vez fue un colibrí lo que aleteó en mis ojos,

mensajero de fragilidad inaudita, de fortaleza meteórica,

y con cada aleteo el peligro aminoraba

y se fortalecía la victoria del astuto.

“¿Por qué duelen las pruebas?”, pregunté al mensajero,

antes de que vos, espíritu peligroso, volvieras traicionero a emboscarme.

Porque tus golpes tienen dureza de algarrobo

y engañan el corazón como la aloja.

Porque tus golpes son remolinos,

viento despeinando la certeza de la bondad del hombre.

Porque tus golpes arrinconan, como la hormiga que destroza al pichón caído,

como el agua desbordada que carcome la madera, pudriéndola de a poco.

Pero aquí estoy, espíritu peligroso, intacto y desafiante,

sobreviviendo a todos tus embates en el aletear de un gorrión, de un colibrí.

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Pasionaria (Samokitaj)

Nubecita que llovés en mis ojos,

ventisca que escupís el arenal para que vea,

así te encuentro, mensajera del furor

y me desarmo en gorjeos,

como si un pajarito te cantara.

Después viene el enojo,

el hombro levantado de la ternura

que me hace desbaratar la previsión,                          

y luego del enojo, pastizal comido por el fuego,

la delgada inocencia de una boca que dice:

“Cantorcito desalmado que me hacés de tu séquito,

yo te enciendo en la ventisca arenosa

para que me veás y logrés encontrarte,

esforzado rastreador, vos que no sabés de tu presa

más que el sonido de las ranas, el sonido de la tormenta,

esa que viene, agua de río, para hacerte escarmentar”.

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El dueño del pescado (Woch´otey)

El pescado vino a decirme:

“No tendrás los ojos abiertos

hasta que mi dueño hable en mí”,

y comprendí el designio del espíritu que habla en el pescado,

y fui llamado por mi nombre a orillas de ese río.

Antes de ser yo era una burbuja que salía de las branquias,

aceite sobre el barro de la profundidad,

cadáver de animal que lleva la corriente.

Antes de ser yo, era la turbiedad del río.

Así encontré mi nombre:

sagacidad pulida en lo profundo,

extendida en la red, puesta en la lanza,

arrojada en el destello a la promesa.

Y fui yo en el banquete del nombre devorado,

y el dueño del pescado habló por mi cadáver

alimentando la tierra con el resplandor de mis escamas.

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Paraje (El Suri Porfiado 2022) de Carlos J. Aldazábal tiene una dimensión celebratoria que de apoco desagua en la tristeza de un mundo que parece irremediablemente perdido. Poesía antropológica dice la contratapa, pero creo que se trata simplemente de poesía, una que nos religa a la energía deslumbrante y terrorífica de la naturaleza y las cosmovisiones que la sustentan, arrasadas ambas día a día sin el menor escrúpulo. Es el tipo de poesía que nos ayuda a ver, a volver a escuchar en un mismo sonido lo que hubo, y lo que todavía resiste.

Como en Nadie enduela su voz como plegaria (2003), referido al genocidio padecido por los selknam de Tierra del Fuego, los poemas de este libro se nutren del profundo, maravilloso universo del pueblo Wichí, los parajes del Chaco salteño, el saqueo de su hábitat, las violencia que sufren las mujeres. El libro obtuvo el primer premio del FNA 2021.

Mario Nosotti

REGLAS PARA LA ALQUIMIA DEL VERBO

sobre El método del discurso, Fabián O. Iriarte (Tren Instantáneo, 2022)

El método del discurso, de Fabián Iriarte, podría tener como subtítulo “el libro de  las asociaciones”, o bien “de las metamorfosis”,  aquellas que el lenguaje opera en las palabras y las cosas. Nada es en este libro caprichoso ni aleatorio, como no lo es tampoco en la imaginación, que responde a lógicas sutiles, muchas veces cercanas a algo más parecido al magnetismo o la intuición. Descartes escribió su famosas Reglas en las que aconsejaba reducir gradualmente las proposiciones complicadas y oscuras a otras más simples para después, partiendo de la intuición de estas últimas, “elevarnos por los mismos grados al conocimiento de todas las demás”.  (Regla V, R. Descartes, Reglas para la dirección del espíritu)

De algún modo Fabián Iriarte invierte la proposición cartesiana. Es el lenguaje el que dejado en libertad busca lo que le co-responde. Solo hace falta mano y oído, hace falta saltar la represión del sentido común para que él mismo (el sentido común) nos muestre su belleza, su disidencia, hasta llegar a ser esa “cosa con plumas” con la que Emily Dickinson, recluida en su habitación de Amherst, creyó identificar a la esperanza.

El método del discurso  se compone de cincuenta discursos que rompen con las divisiones genéricas; son poemas en prosa, microensayos, fábulas dadaístas, relatos breves, digresiones borgeanas, saberes al servicio de la sorpresa (y la gracia).

“Mucha gente se preocupó por encontrar soluciones a la pérdida y el desconcierto. Se idearon regulaciones, normas e instrucciones para que el espíritu sepa qué hacer”. Esas “Reglas para la dirección del espíritu” que Descartes buscó con ahínco, tienen en el libro de Iriarte una singular apropiación. El espíritu se mueve, y se mueve según correspondencias, según las resonancias que crea su complejo instrumento asociativo. No se trata ya del discurso como serie perceptiva  para erigir un método de conocimiento, sino uno que sea capaz de generar sus propias reglas, reglas que difícilmente puedan fijarse, ya que justamente lo que hace la poesía es recrearlas a cada paso, usarlas como escalón o plataforma para saltar más lejos, para ir más allá.

Mezclando erudición, autobiografía, registros varios, pero sobre todo hilvanando magistralmente las perlas del collar significante, mostrando que las palabras, los objetos e ideas pueden desdoblarse y volverse a plegar cual origamis, creando especies nuevas, criaturas nunca vistas – aunque geométricamente irrecusables, completamente lógicas- esta colección de breves parlamentos asume naturalmente la idea de lectura como acto de la inteligencia, de reivindicación imaginativa, de ampliación del campo de batalla.  

Mario Nosotti

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El método del discurso / 6 poemas de Fabián O. Iriarte

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DISCURSO SOBRE LAS TRANSFORMACIONES DEL AGUA

El agua sale de un pequeño agujero en la punta del pene. Por la misma abertura sale el semen, que alguien llamó “la semilla de la vida”. Las semillas necesitan agua para germinar. El agua cae encima de anchos campos, en forma de lluvia. Dicen algunos mitólogos que la lluvia es la orina de Dios. Dios hace pis. Dios llueve; llovizna, chubasco, garúa, precipitación.

La orina también es “lluvia dorada”. El pis convertido en oro. Algunos desean beber la lluvia de oro. Oro y orina son dos palabras. Hay una semejanza entre ambas. El dios Zeus entró a Dánae convertido en lluvia de oro. Finas gotas doradas que dibujan una cortina en el paisaje. Como las rayas de oro que iluminan las pinturas renacentistas. Filigrana diminuta. Algunos se equivocan y dicen “orín”. El orín es el oro de la oxidación. Es la representación del pasado.

Nuestros cuerpos nunca están en el pasado. Somos 80% de agua y el agua fluye constantemente de nosotros: sudor, lágrimas y orina. El agua fluye y huye. El llanto es la orina de los ojos. Lloramos y hacemos pis. Transpiramos bajo el oro del sol. El cuerpo expulsa agua y recibe agua sin cesar: bebemos agua, hacemos agua. En inglés, “hacer agua” significa orinar. Los barcos también hacen agua cuando se hunden. Se hunden y se funden con el agua. A veces los barcos orinan negro; otras veces, dorado. El petróleo es el oro negro que se derrama sobre un amplísimo cuerpo de agua: el mar. El mar es la orina del planeta terrestre.

Nunca nos bañamos en el mismo mar. En el mismo río. Heráclito mismo bebía agua y orinaba. Yo lloro cuando me siento triste. Un 80% de mi cuerpo se derrama. Todo cambia, todo se transforma. El agua es agua, río, mar, océano. Es orina y transpiración, lágrimas y perlas. El discurso, también, fluye como el agua.

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DISCURSO SOBRE ISABELLE HUPERT

Esta actriz francesa hace una mueca asaz ambigua, que he detectado en varias películas. Me encanta su actuación, me encantan los personajes que interpreta. Comparto esta fascinación con un amigo.

En cuanto a mí, el número dos parece ejercer una atracción inexplicable. Por ejemplo: distingo dos clases de instintos. Uno está en nosotros en cuanto hombres y es puramente intelectual. El otro está en nosotros en cuanto animales. El alma siempre piensa, piensa siempre.

La razón por la cual creo que el alma piensa siempre es la misma que me hace creer que la luz luce siempre. Aunque no haya ojos que la miren. Cuando voy al cinematógrafo, las luces se apagan. Aparece la actriz francesa. La luz luce siempre. ¿Ves?

Busco los signos que usamos para demostrar nuestras pasiones. Todas las noches tenemos mil pensamientos.

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DISCURSO SOBRE LA EBRIEDAD

Según la teoría lingüística (y didáctica) de Descartes, “Cuando se aprende un idioma se agregan las letras o la pronunciación de ciertas palabras, que son cosas materiales, a sus significaciones, que son pensamientos”. De esta manera, concluye el pensador, “cuando uno oye después de nuevo las mismas palabras, concibe las mismas cosas; y cuando uno concibe las mismas cosas, vuelve a recordar las mismas palabras”.

Toma una cosa por doble, como a menudo sucede a los ebrios. Gran ejemplo del esprit de géométrie, opuesto al esprit de finesse, en perfecta simetría.

Las palabras se conciben. Las mujeres y los hombres conciben niños. La virgen concibió, dicen en Irlanda, un niño divino y lo parió a través de su oreja izquierda. Otra señora fue llovida con esperma de oro, finos hilos que cayeron como gotas en su vientre. “No, no estoy ebria, Brett Butler”, “No, no estoy ebria, Brett Butler”, decía una bombera borracha que veía doble y negaba doble. Mantengamos un poco de gracia bajo el fuego.

Por ejemplo: “el agua fluye y huye”, “huye y fluye el agua”, “la orientación es siempre importante”, “importante siempre es la orientación”, “cambia el principio de los textos sagrados”, “de los textos sagrados el principio cambia”, “el alma siempre piensa”, “piensa siempre el alma”. Y así sucesivamente, hasta que la resaca del lenguaje se calme.

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DISCURSO SOBRE LA PALOMA VOLADORA

Decimos que “volamos con la imaginación”. La poeta Emily Dickinson, que vivía solitaria y recluida en una habitación del primer piso de la mansión familiar, en Amherst, Massachusetts, y que se cosía sus propios vestidos de sarga blanca, creyó que la esperanza era una “cosa con plumas”. Un pensador francés del siglo XVII escribió una serie de “reglas para la dirección del espíritu”, ya que para esa época el espíritu había perdido su camino y no sabía adónde ir.

Mucha gente está preocupada, casi desde la prehistoria. Mucha gente “se preocupó”, como decimos en otro sentido, por encontrar soluciones a la pérdida y el desconcierto. Se idearon regulaciones, normas e instrucciones (no son sinónimos) para que el espíritu sepa qué hacer.

De las actas urológicas, sabemos de Friedrich von Knauss, relojero y mecánico de Francisco I, emperador de Prusia, que impresionó a los cortesanos y al monarca, en 1760, con un autómata escritor. El espíritu se había liberado de la esclavitud de la mano. O del pato de Vaucanson, uno de los más ingeniosos inventos de la Antigüedad; pero no es necesario que nos detengamos en eso.

Arquitas de Tarento construyó una paloma de madera que se sostenía por medio de contrapesos, se movía mediante la presión del aire y rotaba por sí sola gracias a un surtidor de agua o vapor.

Urracas de madera, catapultas automáticas, órganos que emiten los sonidos del agua, clepsidras con impulsos del tiempo, la “máquina del fuego”, aspas de molino en ebullición, príapos que arrojan chorros de perfume, monos que piden limosna, gatos cazarratas, las máquinas yantras del príncipe hindú, compuertas musicales, el Gallo de Estrasburgo, el papamoscas de la catedral de Burgos, el león mecánico de Da Vinci, el hombre de hierro de Alberto Magno, la rueda perpetua de Villard d’Honnecourt, la cabeza parlante de Roger Bacon (la lista es infinita), personas que no pueden dejar de hablar. Entonces, ¿adónde va el espíritu?

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DISCURSO SOBRE LAS LAGUNAS EN EL MANUSCRITO

A menudo se hallan agujeros en la mente. Quizás había una piedra que se extrajo, como lo prueban las antiguas pinturas flamencas. Otras veces son agujeros de memoria, que la felicidad—si es súbita, incompleta, levemente lila—puede restañar. Otras veces, por fin, hay lacunae en los manuscritos. En las profundidades de la laguna, el agua está mezclada con el lodo y los desechos deshechos de miles de flores, pasto, barro, animales muertos o heridos.

Hablando de la ficción y la verdad, del poder y la nada, Descartes se sintió impelido a guardar el secreto, poniendo el mensaje en código. El receptor debe proceder a descodificarlo a fin de entender lo ininteligible o lo abstruso. Por instancia, en su correspondencia de marzo de 1638: “No me parece que sea una [efe i ce ce i o con tilde ene], sino una [ve e ere de a de] que nadie debe [ene e ge a ere] que no hay [ene a de a] que esté más enteramente en nuestro [pe o de e ere] que nuestros pensamientos”. El miedo genera grandes impulsos. Queremos que nos comprendan, pero no en demasía.

En la persuasión, no queda una razón que no pueda impulsarnos de nuevo a la duda. A veces es imposible discernir mensajes verdaderos de los que sólo tienen de tales la figura.

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DISCURSO SOBRE EL MÉTODO DE LA LOCURA

Se depositan semillas de verdad en los seres humanos, piensan unos. Otros dicen que son innatas a nuestros espíritus: mentibus nostris ingenitae.

Hablando con el príncipe de Dinamarca, que hacía juegos de palabras con aviesas intenciones, el patriarca Polonius pensó para sí (imaginen que se aparta de su interlocutor, va a un costado del escenario, se acaricia la barbilla y dice en voz con unos tonos más bajos, como es de costumbre en el artificio del aparte): “Though this be madness, yet there is method in’t”. La locura tiene método. Sí, señor. Por ejemplo: video meliora proboque, veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor. He ahí un camino para llegar al desastre. Todos necesitamos la fórmula que nos lleve al desastre.

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Fabián O Iriarte. Laprida, Buenos Aires, 1963. Reside en Mar del Plata. Doctor en Humanidades (University of Texas at Dallas, 1999), enseña literatura comparada en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Algunos de sus libros de poesía son Devoción poe azar (Bajo la luna, 2010), Las confesiones (Huesos de Jibia, 2012), Litmus test (UNJ, 2013), El punto suspensivo (Letra Sudaca, 2014), Sópola temprer (Baltasara, 2017), Al comienzo era solo un murmullo (EUDEM/UNL, 2017), Pocas probabilidades de lluvia (El jardín de las delicias, 2021). Los poemas aquí publicados pertenecen a El método del discurso (Tren instantáneo, 2022).

Nessun dorma

Graciela Perosio

https://www.facebook.com/graciela.perosio/videos/5050269018394746

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Nessun dorma

amé el sonido antes de cruzar la curva de la “a”

lo auscultaba en las gotas de lluvia

midiendo diferencias según la superficie

en que golpeaban: vidrio, chapa, madera

o la lona del toldo que cruzaba

el amarillo patio de la infancia

necesitaba asirlo, acorralarlo,

interrogar su duende al filo de lo solo

hasta que contestara:

ma il mio mistero é chiuso in me

lo sentía recorriéndome desde los pies al pelo

con el viejo latido de Liguria

lo saboreaba engolfado entre paladar y lengua

-burbuja golosa próxima al estallido-

lo esperaba en lo oscuro cuando

algún perro encerrado aullaba su tristeza

y adivinaba intrigada los amores gatunos

en los chillidos largos por los techos del barrio

ma il mio mistero é chiuso in me

a lo lejos, casi un murmullo desde mi cama

el traquetear del tren hundía la noche

por caminos insospechados

y yo en silencio esperaba

bajo las estrellas ocultas

que los gallos cantaran

la mañana

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perteneciente al libro Fresias de octubre (El jardín de las delicias, 2022)

Cuerpo animal

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COMO SI NOS ALIMENTÁRAMOS para achicar el vacío: coreografía de pájaros sobre el despeñadero. Sofocación de las cosas que suelen regodearse en el goteo del tiempo: los corazones se alivianan, las piernas se estrechan, los dedos van a la boca. Insomnes por falta de la sustancia que los ángeles llevan en los ojos, desayunamos un sol impío: distorsivo y sediento como el nudo en la garganta que logramos derrotar a fuerza de tallar besos. Me conducís por bellas perversiones, como si la inocencia fuera un ardor perfumado que vas achicando a mordiscos. Así montás sobre mi exceso, así practicás la continencia con una reserva de fatigas que se parece a la maldaD.

***

EL INSTRUMENTO QUE TEMPLARÍAS TIENE CUERDAS. En mi cuerpo alguna sustancia causa la pericia de tus dedos. Pero no habrá música por fuera de la naturaleza indómita de la piel. El instrumento a forjar, te lo digo entre besos, tendría algo de molino, algo de arca, algo de ventana. Algo de aquello que captura lo que no queremos perder. La música que habrá, te lo digo contra el cuerpo, va a hablar de una noche incrustada en un reino desconocido y nuestrO.

***

UN PEZ ENORME ME HABITA cuando ponés la voz encima de lo que decís, encima de lo que podés, encima de lo que me hiciste. Un pez abisal remueve los fondos y hace ruidos en tu cabeza, rodea un árbol mojado que echa sus raíces entre tu sombra y mi sombra. Un pez lento espesa la hora y te maldigo llena de ganas, muerdo turbación en tu nombre. Un pez voraz toca los límites y sacude las noches expropiadas en lo que espesa las fibras de mi derrota: me comés el aire, me molestás todo el cuerpO.

***

CON LA LENGUA LABRO UNA LLAVE que abrirá tu último juguete, la compañía de tu enfermedad. Con la lengua labro una llave que romperá la voz de tu madre, el tono mayor de la enfermedad. Con la lengua labro una llave y la acerco al lugar de estar enfermo, tu casa. Después será como si huyéramoS.

***

NOS VAMOS CONTANDO LA HISTORIA. Metiste mi cuerpo en tu sueño como puse los ojos en tu boca, apuntando para errar. Tenemos que poder: rasgar apenas los contornos que son el cuerpo, contar con la confianza, ser el ruido de nuestros nombres sin pronunciar. El perfume que me olés viene del recuerdo, algo de tu silueta antigua es lo que suelto en la pared. Nos ofrecemos sin saber: turbia mansedumbre para ocultar las pequeñas desapariciones en el error de los cuchillos, somos cosas con filo que restallan para hacer un quiebre en la cerrazón larga, cosas con filo que chocan para sacarle al daño un segundo de luZ.

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ESPERANDO QUE SUENE LA NOCHE. Un crujido como el que hace mi cuello cuando se pliega, tallo sediento, para chuparte mejor. Un estrépito como el golpe de tu vientre, oleada, embate, desmoronamiento, contra mi vientre. Un chasquido, lengua invasora contra lengua invadida, como para tallarle un canto rapaz, un hambre nueva. Reescribiendo una canción de cuna para dos que no se duermen. Oler, nos olemos. Lamer, nos lamemos. La justa operación para quitar el hierro que nos dejó la resaca de tanta noche y malas humedades. Tengo en la mano tu mano y así, jinetes insomnes, colmamos la boca de puentes, nos llevamos a componer, para vadearlo, un ríO.

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TREPADO SOBRE LAS PALABRAS que pongo en el aire, trabajás a la altura de mi oído: fina orfebrería, tus manos tomadas por una obsesión del ritmo, armar la guitarra que hace sonar los árboles más grandes de tu infancia con el mismo viento del día antes de la peor de tus tristezas. Alzada en el aire que pongo en las palabras, trabajo detrás de tu oreja: vertedero insistido, mis labios entregados a la extracción del ritmo, consumar la guitarra que hace sonar las piedras con las que tropecé y sobre las que ahora te acuesto. Todo lo que nos damos con el cuerpo será poesía, toda conquista será sobre la bocA.

****

BEBÉS DE MI FÁBULA mientras me inclino a alzar la tuya: asistir a un pájaro ciego para que arme, rama a rama, un nido. Pongo ahí la lengua: el viento y otras fuerzas vendrán a llamarte. Tiemblo, bañada por otra luna. Armo un accidente geográfico en mi nombre. Tropezás, haciendo encallar, remo a remo, un barco roto. Ponés el pulso: la enfermedad y otros vicios vendrán a buscarme. Apretás los dientes, encandilado por otro sol. Nos damos enredados en una corriente no sabemos si de aire, de tierra, de agua o de fuego: el placer es un crecimiento vegetal en la orillita de los desiertoS.

***

MORDÉS CON LA DESPIADADA VORACIDAD de un niño: mi cuello, mi poesía, nuestras manos, todo lo que crece con la sombra. Mirás y mirás dentro de mis ojos como si no hubiera un espejo más tuyo, como si no encontráramos profundidad mejor donde sumergirte. Te muerdo y te miro: escribo como si te cantara con las manos, como si con la lengua te corrigiera la puntuacióN.

***

USABAN LA CENIZA para simular una lluvia y encerrarse. No sabían vivir, pero sí mover la tierra con sus árboles. Desnudos de los nombres que les dieron, usaban el encierro para inducir la lluvia y tornarse otra ceniza. No sabían vivir, pero sí capturar esa lastimadura prodigiosa que hace sobre los cuerpos la entrada del díA.

*

*

Yanina Audisio nació en 1983 en Río Cuarto, Córdoba, Argentina. Es licenciada en Psicología y magíster en Salud Pública. Coordinó el grupo Las Puntas del Clavo, presentaciones de textos literarios con formato escénico. Es responsable del blog sobre difusión literaria Inventar un pájaro, donde publica textos difíciles de conseguir. Sus traducciones en español de poemas en inglés se pueden leer en diversos medios como Abisinia Review, Santa Rabia Magazine, Otro Páramo y La Otra. Ha publicado los poemarios La noche en los perros (Expreso nova, 2013), La boca y su testigo (Primer premio 7mo Concurso de Cuento y Poesía Adolfo Bioy Casares, 2014), Piedras, papeles, tijeras (Ediciones en danza, 2016), Bajo poncho (Al filo Ediciones, 2019), Cielo sobre el charco (Salta el pez Ediciones, 2019), Paragüería y otros poemas (infantil, Garza de Papel Ediciones, 2021) y Sol por un rato (Mención Honorífica Convocatoria 2020, Nueva York Poetry Press, 2021). El libro de cuentos Rancho aparte será publicado próximamente.

Nadie duerme de verdad aquí

Verónica Pérez Arango

*

Me acerco para darte un beso. Tu barba es un nido que
recibe mis labios como las ramas secas hacen con los
gorriones. El beso no hace ruido, es parecido a un secreto
que se guarda para siempre.

*

Te acompaño mientras esperamos al cirujano. En la
habitación hay un olor dulce y los rayos del sol atraviesan
los vidrios de las ventanas. Afuera es de día otra vez. En
la clínica nadie ventila los cuartos, o al menos no vi que
lo hicieran desde que llegamos. El aire circula por tubos
adentro de las paredes y sale por rejillas incrustadas en
el cielorraso. Te miro tapado con una frazada de polar
azul. La sonda con escamas de sangre sobre la piel seca
la mano izquierda, la barba canosa y muy suave, los
párpados aceitados por lagañas. Llevás un monstruo
en el estómago que saltará en cualquier momento a tu
garganta. No vas a gritar porque siempre fuiste un niño
sumiso. También reconozco que sos un lugar común, un
padre serio, un padre rígido. Te destapo. Algo se desarma
debajo del polar azul. Músculos, piel, huesos. Veo las
hilachas de flacidez. Vomitás de nuevo, escupís sopa de
anoche, flemas. La dentadura postiza cae, irreversible, en
la palangana.

*

En el cuerpo crecen raíces, algas, flores. “Vegetaciones”,
dijo el especialista. De a poco, van cubriendo tu interior
como sábanas sobre muebles en una casa vieja. La circu-
lación de los líquidos ya no es tan rápida pero quedan los
pasillos, los pequeños cajones, los recovecos y las esca-
leras en tu cuerpo de musgo. El cirujano, pálido entre la
espuma de la anestesia, te abre y te da vuelta. Entonces
podés comprobar de qué estás hecho.

*

Sueño que el Renault 12 que manejás se interna entre los
árboles del verano, sucio por la arena de Gesell. Más tarde,
un bosque en llamas. Tu traje gris oscuro de contador
público por fin arde en la fogata. Las hojas chamuscadas
de los árboles se oyen como una sinfonía.

*

Tu forma de afecto: un brevísimo llamado telefónico
para invitarme a comer asado. «Te compré tira». Pero yo
oigo «conozco tus gustos», «me gustaría verte el domingo»,
«te quiero, hija».

*

poemas pertenecientes al libro Nadie duerme de verdad aquí, Verónica Pérez Arango (Caleta Olivia, 2021)

Blues de las almas inquietas

María Mascheroni

**

la bella vejez

hoy tengo un buen día dice
y mira las flores con la punta de los dedos
se cerciora
día a día se cuentan ahora los días de su vida
roza las flores
decide recomenzar con las orquídeas
mientras me cuenta
un interruptor celeste ordena como puede
la partitura inicial de la mañana
olvida que sus ojos no
-la mano o incluso mi relato verán más-
y la escena de pétalos carnosos desata la visión
milagro otra vez entre las ramas negras
detrás de las ramas negras

mi madre tiene hoy un buen día
ochenta y tres años
y un hilo de colores variados
con el que enhebra diaria y delicadamente
su coronilla a los instantes
-alegría de cada siesta en el relámpago-
si dios quiere

yo sólo atino a declinar mi infancia
y alzo las flores ante ella con alegría
como si el abrigo no acabara nunca


*

la madre sólo pide pan y corona
pero la niña
trae colores bárbaros bajo el brazo
a la casa blanca de alcurnia
-¡qué desorden!-
no puede asimilar ese revoltijo este color

verbal y profana la pequeña cabalga
por las estancias del internado
corralito blanco que la madre teje y teje con apellidos o atajos
mientras se demora se demora cada semana en la visita
y alimenta el miedo que la hija carga

la niña se yergue aún así
sobre los pies amordazados
sobre el dolor expulsado de la madre
celosamente oculto en el doble fondo
de la valija siempre lista antes de partir

más tarde mucho después
con la voz alzada
contará la historia de mil y una maneras
escribirá con precisión otras madres un destino abierto
con los rasgos revueltos por el hambre

poemas pertenecientes a Blues de las almas inquietas, María Mascheroni (Hilos Editora, 2021)

Migrantes

Alicia Genovese

*

La capitana en el Mediterráneo

La estaban deteniendo
en el puerto de Lampedusa
cuando le gritaron
Bravo, capitana!
Dejaba su barco
y seguía a los policías
seria, joven, circunspecta.
Bravo! otra vez, con aplausos
y saludó como una luna
saliendo de un eclipse,
con su brazo apenas extendido
como un brote asomando
de la tierra invernal.
Carola Rackete es mi nombre,
alemana, blanca,

con cuarenta rescatados,
entró a la bahía;
sin autorización
sin respuesta
cumplo la ley del mar.
Carola Rackete,
con el pasaporte apropiado
para hacerlo
, dice
y su barco busca en la frontera
de agua, un pasadizo,
el corredor nocturno
donde enmudecen
las palabras deformes
de un burócrata.
Mujeres, chicos
en una balsa que naufraga
salieron de Libia,
con lo puesto escapan
de los traficantes,
de la espesura que los satélites
no detectan. Huyen;
kilómetros de desierto
enrojecen sus ojos.
Si abriesen el puerto,
las leyes, los derechos,
no solo las cámaras digitales
no solo el apesadumbrado corazón.
Si una frase creciese para ellos
en la lengua de la cercanía,
en la arcilla del cuerpo
que inventa voces al recibir,
pararía quizás,
el tembladeral del mar.
En el agua
sucede el hundimiento,
no tiene marcas el mapa
de la necesidad.
Carola Rackete navega
esa geografía invisible,
cruza límites
y por un instante cruza
el desorden planetario.
Una pequeña hazaña
y golpea la costa,
con cuarenta almas,
cuarenta sombras
sobre la letra de los tratados.
A salvo! A salvo!
se oye a lo lejos la voz
de antiguos navegantes.
Lejos del mar, un atavismo,
un latido de pez que ondea
en las profundidades.
Bravo capitana!
ala transparente su brazo
apenas levantado
y la tierra
fue menos invernal.

*

Solo una perturbación

Un bote desbordado
que la marea empuja como a los sargazos
hasta esa playa en Cádiz. Migrantes
que saltan la rompiente.
Entre bañistas atónitos, boquiabiertos,
encapsulados en un mundo sin respuestas
llegan como noticias lejanas, en vivo.
Hombres, mujeres jóvenes
de Túnez o Marruecos
de algún puerto magrebí
atraviesan el ocio turístico.
Largas piernas, una mochila pequeña,
alguien los filma pero no hay
patrullas a la vista.
Cruzan vestidos
entre espaldas bronceadas, sombrillas,
pieles que toman sol.
Se los oye en una grabación
de celular: hablan fuerte, festejan.
Atrás las olas que los cubrían y trepan
veloces las dunas.
El viaje no termina
pero rozan la salvación.
La patera abandonada se hunde
como una leyenda de otro siglo,
los bañistas impasibles la observan
y la playa vuelve a su postal.
El oleaje con su sonido
borra voces exaltadas
alisa el hueco
de los pies oscuros.
Solo una perturbación
así avanza lo real,
así desembarca lo negado.
Irrumpe y la tierra
es otro espacio,
vuelve a ser un cuerpo
que dice promesas.

***

poemas pertenecientes al libro Oro en la lejanía, Alicia Genovese (Gog & Magog, 2021)

GOLPE DE FRÍO

Gabriela Schuhmacher

***

EL LA SOMBRA DEL SETO DE LAMBERTIANA

mi primo es un caballo de cuero blanco
se mueve inquieto, el rostro perdido.
Una tarde me habló de golpe:
no sabés lo que vi, vamos.
Caminamos sobre el lecho de un viejo río
desde la tranquera al bosque encantado,
una cercana plantación de eucaliptus.
Lo seguí como se sigue a ciegas
algo inalcanzable.
Cuando se dio vuelta, me detuve:
hay secretos que deben esperar.
Un día papá entró y nos dijo:
Javier se accidentó, está en coma.
Nunca más caminaríamos una tarde
sobre el lecho del viejo río,
nunca diría lo que vio.
Mi primo me recuerda
cómo se sigue un misterio
cuando todavía no sabemos
qué nos hace correr y correr.

*

LA QUINTA DE TRANQUERA PINTADA

Tuvo un cerco de cipreses
que prendió con los años
y el buen riego.
Osvaldo y otros amigos
de la ciudad no sabían
del contacto con la tierra.
Sentados a la sombra
del aguaribay,
quitaban los plantines
de sus bolsas negras.
La mujeres practicábamos
técnicas de germinación
desafiando la advertencia:
no pongan paltas, se van a helar.
Las hicimos venir en latas
y las traspasamos al suelo
atadas a tutores.
Algunas se adaptaron.
En 1978, la vida
se sostenía con esfuerzo,
entre la ley natural y el deseo
de tener lo que se puede tener.

CAMPO DE GLADIOLOS

La casa se levantó en el último lote
antes de llegar a la avenida de arena.
Para un lado estaba el pueblo,
para el otro,
el campo de gladiolos, melones
y sandías. Los quinteros,
con un pañuelo en la cabeza
y el torso descubierto,
tiraban detrás del alambrado
las plantas malformadas.
Era el momento,
de salir a embolsarlas, siempre
alguna sobrevivía tras mezclar
la arena con abono, esa materia
oscura y húmeda del gallinero.
Un hueco, depositar el bulbo, regar
y taparlo. Simple, tan simple como
esperar que la flor abriera salmón
o blanca, los colores más frecuentes.

*

LA FUERZA DIVINA

no podía elevarnos. Con la creciente
el pueblo se puso intransitable.
Por el camino de arena
se arreaba el ganado
a tierras más altas. Nadie podía
llegar a la iglesia.
Dios se había convertido
en un pájaro que bajaba
en picada
para devorar ranas y libélulas:
los temores vagos
entre el cielo y la tierra
necesitan alimentarse.
Comprendimos
en nuestro humano entendimiento
que la fuerza divina
era limitada, sin embargo,
nos salvaba.
Agradecidos, tomábamos sol,
cerca de la tranquera
para ver el paso de las vacas.

*

PERROS EN LA ARENA

La futura mujer piensa
desde el otro lado de la ventana:
¿tendré tantos cachorros
como la perra del vecino?
Fueron once y uno muerto,
más de lo tolerable.
La futura mujer sospecha
de los excesos. La muerte,
como la noche, llega al cuerpo
casi siempre desprevenido.
Después de dejar que la especie haga
lo suyo frente a la ventana o detrás
del muro de la casa, la futura mujer
suda. Piensa en los perros
bajo el sol de enero,
en busca de comida, sombra
y un césped mullido donde
un poco dormir, otro poco esperar.
Cuando el día termina
se echa sobre la arena de la calle
todavía caliente, y eso, supone,
es parecido a un cuerpo
después de acoplarse a otro.
Sin embargo, intuye el golpe de frío,
el baldazo que vendrá
para separarlos a la fuerza
y eso, piensa,
es casi como salvarlos.

***

Gabriela Schuhmacher: Nació en la ciudad de Santa Fe, en 1970. Publicó los libros de poesía: Cantos del norte (Editorial de l’aire, Santa Fe, 2016), Puros e Impuros/Extensos Óleos (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2018) y Ahogada en otro Tíber (Editorial Ciudad Gótica, Rosario, 2018). Becaria en letras del FNA (2017). Recibió una mención honorífica en el Premio José Pedroni de poesía, categoría inéditos 2016 – 2019 por el libro Golpe de frío (Santa Fe, Ediciones UNL). Estudió artes visuales y es gestora cultural universitaria. Autora y coordinadora del proyecto La Poesía se mueve. Trabaja en museos de la ciudad de Santa Fe, Argentina.

Parterre de los deseos cumplidos

Eugenia Coiro

*

El deseo tiene un muy fino talle y en sus
palmas arde la ausencia.

Odiseas Elitis

ahora mi sombra
es solo eso
un pedazo de oscuridad
al lado mío
un matiz que tiñe las cosas
te hablaba
con señales de humo
intentaba envolver
mensajes en el aroma
del café
la magia de desear
vuelve posible
el cuerpo
pensaba
calculaba próximos envíos
solo para después
olvidar mis promesas
quería volcar
en cada signo
mi amor

ahora mi sombra
es solo eso
un pedazo de oscuridad
tiñendo las cosas

*

cómo resiste lo vivo
tu miedo volcán
endureciéndote
igual a esas rocas
grises negras porosas
sedientas de amor
impermeables
tus miedos
prendidos
garrapata
chupando
agujereando tu piel
despedazando
la esperanza
de estar
un poco más cerca
de mí

*

Hacer un pequeño pozo
en la tierra negra
húmeda de noche
arrastrar
con los dedos abiertos
grumosidad oscura
la vida
hasta lograr
hundir
en ese hogar nutricio
de humus
y gusanos
el corazón batiente
para cubrirlo
montañita apenas
dejar que crezca
pasto
sobre lo que fuimos

La noche negrísima, el cielo invisible. Una luz blanca resalta
los bordes de las plantas, verdes fantasmales, agudas ramas.
Tu cuerpo hacia mí, a la distancia, es ilusión, no me ves.
Una película de dureza separa los mundos, y tu jardín
impávido se deja cerrar.
No me duele el corazón, estoy anestesiada, yo también
suspendida en la sorpresa ante tanta oscuridad.
Grita un búho y gira su cabeza, señala un camino de vuelta.
No sé cuánto tiempo pasó desde que entré. Recuerdo que
era de día y el sol calentaba la piel desnuda de mis brazos.
Ahora el frio me suena en los dientes. Se confunde el temblor
con los pasos sobre las piedras grises. Vuelvo. Los pies toman
consistencia y creo que ya tengo colores propios.

*

Eugenia Coiro: Nació en Buenos Aires en 1978. Es periodista (Tea) y correctora literaria por el Instituto Eduardo Mallea. Desde 2014 coordina talleres de escritura en Siempre de Viaje-Literatura en progreso. Forma parte del staff de Viajera Editorial. Publicó los libros: Fragmentos del fin (Viajera, 2016), Agua o niño que corre (Viajera, 2014), Bengala Hotel (Viajera, 2011), 374 (De los Cuatro Vientos, 2007) y Espacio Interior (Tren instantáneo, 2021)