Pier Paolo Pasolini

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PICASSO

VII

¡Cuánta alegría en este furor por comprender,
en este expresarse que saca a la luz,
como materia empírea,

nuestra confusión, que en castas superficies
extiende nuestros ofuscados afectos!
La claridad que enciende en ellas

las formas internas, las vuelve objetos nuevos,
verdaderos objetos, y no cuenta, sino que es coraje,
aunque delirante, que en ellos se refleje

la vergüenza del hombre que del Hombre
hace salario, la vergüenza del hombre
más reciente. De este hombre que con sabio

calor ve subir claramente,
en las horribles losas la figura
de sí mismo, su culpa, su

historia. Ve reducidas a la oscura furia
del sexo las exaltantes represiones
de la Iglesia, y desnuda, con la pura

claridad del arte, la prístina razón
liberal; ve celebrada
con brillantes figuraciones

la decadencia de la débil burguesía
ávida aún en su miope
remordimiento y en su cinismo.

Pero qué profunda y tranquila alegría
comprender también el mal, qué infinito
regocijo, qué púdica fiesta

en la pasional sed de claridad,
en la inteligencia que, completa, certifica
nuestra historia en nuestra impureza.

VIII

Y de pronto he aquí, desbordante, el error de Picasso,
expuesto sobre las grandes superficies
que abren en paredes la baja,

frágil idea, el puro capricho
airoso, la gruesa y gigantesca
expresividad. Él – el más cruel entre los enemigos

de la clase que refleja,
mientras quedaba en el tiempo de ella
– enemigo por furor y por babélica

anarquía, carie necesaria – sale del pueblo
y va a parar a un tiempo inexistente:
disimulado con los medios de su misma

y antigua fantasía. Ah, no se halla en el sentimiento
del pueblo su despiadada Paz,
este idilio de blancos.

Ausente está aquí el pueblo, cuyo rumor
calla en estas telas, en estas salas,
cuando afuera estalla feliz por las plácidas

calles en fiesta, en un canto común
que invade barrios y cielos, calles y aldeas,
a lo largo de Italia, hasta los valles, derramando

por segados y amarillos declives
trigales – por los pueblos de la Europa
perdida- donde repite los bailes

y los coros antiguos en el viejo
aire dominical… Y el error
se halla en esta ausencia. La salida

hacia lo eterno no se halla en este amor
deseado y prematuro. Es en el permanecer
dentro del infierno con una voluntad marmórea

de comprenderlo donde hay que buscar
la salvación. Una sociedad
destinada a perderse es fatal

que se pierda: una persona jamás.

fragmento de Picasso, Le cenere di Gramsci (1957)



VII

Quanta gioia in questa furia di capire!
In questo esprimersi che rende
alla luce, come materia empirea,

la nostra confusione, che distende
in caste superfici i nostri affetti
offuscati! La chiarezza che ne accende

le forme interne, li fa nuovi oggetti,
veri oggetti, né conta, anzi è coraggio,
benché delirante, che si rifletta

in essi l’onta dell’uomo che appannaggio
fa dell’Uomo, l’onta dell’uomo più
recente, questo, questo che con saggio

calore guarda evidenziata salire su
nelle atroci lastre la figura
di se stesso, la sua colpa, la sua

storia. Vede ridotte alla furia oscura
del sesso le esaltanti repressioni
della Chiesa, e dispogliata in pura

chiarezza d’arte la chiara ragione
liberale; vede celebrata
in riverberanti figurazioni

la decadenza della snervata
borghesia ancora avida nel miope
rimpianto e nel cinismo…

Ma che lietezza profonda e quieta
nel capire anche il male; che infinita
esultanza, che vereconda festa,

nell’accorata sete di chiarezza,
nell’intelligenza, che compiuta attesta
la nostra storia nella nostra impurezza.

VIII

Poi ecco, colmo, l’errore di Picasso:
esposto sopra le grandi superfici
che ne spalancano in pareti la bassa,

fittile idea, il puro capriccio,
arioso, di gigantesca e grassa
espressività. Egli – tra i nemici

della classe che specchia, il più crudele,
fin che restavi dentro il tempo d’essa
– nemico per furore e per babelica

anarchia, carie necessaria – esce
tra il popolo e dà in un tempo inesistente:
finto coi mezzi della vecchia stessa

sua fantasia. Ah, non è nel sentimento
del popolo questa sua spietata Pace,
quest’idillio di bianchi uranghi. Assente

è da qui il popolo: il cui brusio tace
in queste tele, in queste sale, quanto
fuori esplode felice per le placide

strade festive, in un comune canto
ch’empie rioni e cieli, borghi e valli,
lungo l’Italia, fino all’Alpi, spanto

per declivi falciati e gialli
frumenti – nei paesi della smarrita
Europa – dove ripete i balli

e i cori antichi nell’antica
aria domenicale Ed è, l’errore,
in questa assenza. La via d’uscita

verso l’eterno non è in quest’amore
voluto e prematuro. Nel restare
dentro l’inferno con marmorea

volontà di capirlo, è da cercare
la salvezza. Una società
designata a perdersi è fatale

che si perda: una persona mai.

LA BASE ESTÁ (taller de escritura de poesía 2014)

selva

El sonido de un tren que se ahoga en la catarata de las hojas.
Al fondo de la selva liviana y los cocoteros se hunde el nivel de llanto,
el peso entero de los sueños.
Peso entero del saco de perfume de la gracia,
estoy entre la espada del paisaje y el ladrillo caliente del olvido,
viajando con un ardor de joya y sangre.

Francisco Madariaga



Se termina el verano. Arrancamos el año escribiendo poesía. El taller de escritura se propone reunirnos una vez por semana a trabajar los textos de los participantes, interviniendo en cuestiones de estilo, de forma y contenido. El objetivo final será armar un conjunto de poemas de carácter propio, una mínima antología personal que sirva como punto de partida para ulteriores búsquedas en el desarrollo escritural de cada uno.
Asimismo en cada encuentro abordaremos la obra de un poeta contemporáneo que sirva como estímulo y guía en nuestro viaje.

Lunes de 18:30 a 20hs (consultar otras opciones de días y horarios)
Comienzo: Lunes 10 de Marzo
Costo mensual: $260.
Consultas e inscripción: marionosotti@gmail.com (cel. 1562459612)
Zona Florida. Pdo. Vicente López
Por el tipo de trabajo a realizar el cupo de participantes es limitado

Coordina: Mario Nosotti https://musicararablog.wordpress.com/sobre-mario-nosotti-2/

MARIO ARTECA

Mario Arteca 3


The Karl Marx´s Diet

I

Todo se desvaneció. Hasta la forma natural del conejo
cuando lo remojan en aceite, se deshace en su propio caldo.
No hay albur; destino; ventura. La suerte del animal provoca-
da por la cosa esquiva.
Antes hablaba de ardillas; ahora me entrevero con conejos.
En La Plata los conejos viven en las ollas, hervidos a la
misma temperatura de la cera depilatoria. Sus dientes no se
derriten.

II

¿Para qué sirve un atrapasueño? De lo que queda adherido
en sus redes, poca cosa se puede hacer. Son hilachas de
baba de un baobab en pesadillas, cuyo imán separó la pata del
conejo y la removió en aceite. Lo sabía Iktomi (“Ve la telaraña,
el círculo perfecto, pero en el centro hay un agujero. Usa
la telaraña para ayudarte a ti mismo.”) Lo supo después
Lakota.

III

Desde un templo llamado La Hermandad de la princesa
dos fósforos pierden la cabeza ante la racha venida como
jumbo por diagonal 74.

IV

El conejo es un chasco de Robespierre, si intenta pasarse
la vida con esa bufonada adicional de repúblicas. “Pero decís
que destruimos los vínculos más íntimos, sustituyendo la edu-
cación doméstica por la educación social.” (K.M.)

V

Existen hábitos detrás de cada mutilación, pero querer
unir las piezas sueltas es el peor de todos.
Y en una hora de trabajo “se materializaría una libra de
hilo, mientras que con una fuerza productiva menor, en una
libra de hilo se materializarían seis horas de trabajo.”
Y para eso está el otro margen de la parodia.
Y el arte por excelencia: la peripecia.

Veneno

Recuerda las avispas de cintura ceñida, las más venenosas
del planeta. Todo tóxico presiona sobre su antítesis. La incul-
tura de esos pequeños aguijones desalambrando las defensas
de un niño.

Recuerda esa remera a rayas, tapiada de veneno después
de recolectar higueras en un cañaveral vecino.
Por eso la muerte más profunda, dice Cioran, es la cau-
sada por la soledad, “cuando hasta la luz se convierte en un
principio de muerte.”
También recuerda un agujero en la media donde se cola-
ba el infinito. Y en esa luz, los aguijones fueron cuchillos de
prueba para la inmunidad de la lengua.

Haber nacido. El abdomen y la remera del chico tienen
el mismo motivo, rojo y negro, bajo un cielo de agua de san-
día.

Paso al costado
A Martín Rodriguez

Le decíamos “el conejo.”
Por los diente, y su talento
de criar hijos no concebidos

Cuando hablaba, cuánto aire acondicionado en un silbido,
lejos de percatarse por el affaire de los pulmones.

Cantaba Ya no vendrá el fin del mundo, un viejo poema
de Czeslaw Milosz aprendido hasta el hartazgo, y ejercitado en
los sanitarios de una casa que supo enseñar ajena. Apenas
rodeó la idea, fue ese segundo soñado en el que siempre quiso
dar el paso al costado.

“El conejo” prendía velas a sus santos, ocultos en una
masa de pan esperando levarse. El aroma de esos panes donde
debiera haber solo crecimiento perentorio.
Mejor guardar silencio sobre lo que se está haciendo.

Feraz.
Oryctolagus cuniculus.
Completo el quidest.

La orgía del barroco, dice Zagajewski.
Los intestinos de Europa en Argentina.


Mario Arteca (La Plata, Argentina, en 1960).Trabaja como periodista radial y gráfico. Publicó: Guatambú, La impresión de un folleto, Bestiario búlgaro, Cinco por cinco, Cuando salí de La Plata, Horno y Géminis, entre otros. En antologías: Jardim de Camaleoes (San Pablo, Brasil); Actual Triantología (Homúnculus, Lima); Naranjos de fascinante música (Libros de la talita dorada, City Bell) y Pulir huesos (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona) entre otras. Algunos de sus textos críticos fueron recogidos en Mandorla, publicación anual de la Universidad de Illinois, y en Hispanic Poetry Review, de la Universidad de Texas, entre otros. Fue parcialmente traducido al inglés, alemán, francés y portugués. Los poemas aqui publicados pertenecen a El pronóstico de oscuridad (Editorial Bajo la luna, 2013).

CHARLES SIMIC

foto Charles Simic

VIAJERA EN TIERRA EXTRAÑA

Una paloma blanca picoteaba unas migas sobre los escalones de mármol de la biblioteca pública, custodiada por dos leones de piedra. Es como un sueño, pensé.
Después la vi sobre la mesa de la adivina de enfrente, picoteando los ojos del rey de corazones.
Después iba posada en el hombro de un joven negro que andaba en bicicleta al amanecer por la Sexta Avenida.

Traveler in a strange land
A white pigeon pecking on the marble steps of the library watched over by two stone lions. It’s like a dream, I thought. / Next, I saw it on the table of the storefont fortune-teller pecking the eyers of the kind of hearts./ Next, it perched on the should of a black man riding a bicycle down Sixth Avenue.

NUESTRO ANCESTRO ANGÉLICO

Rimbaud debería haber viajado a los Estados Unidos, no al Lago Chad. Hoy tendría cien años y estaría husmeando en un negocio de baratijas. ¿No decía que le gustaban los cuadros tontos, los letreros, los grabados populares, los libros eróticos con faltas de ortografía, las novelas de nuestras abuelas?
Arthur, pobre niño, habrías caminado por la calle 14 y escrito muchas más “Illuminations”.
Poesía: tres zapatos que no se corresponden a la entrada de un callejón oscuro.

Our Angelic Ancestor
Rimbaud should have gone to America instead of Lake Chad. He’d be a hundred years old and rummaging through a discount store. Didn’t he say he liked stupid paintings, signs, popular engravings, erotic books with bad spelling, novels of our grandmothers?Arthur, poor boy, you would have walked the length of Fourteenth street and written many more “Illuminations.” Poetry: three mismatched shoes at the entrance of a dark alley.

ESTAMPILLA CON PIRÁMIDE

El niño solitario debe jugar sin hacer ruido porque sus padres
duermen la siesta. Se arrodilla en el piso entre las camas empujando
una caja de fósforos e imagina que él va sentado adentro. Hace calor.
Al destaparse, dormida, su madre ha dejado los senos al aire,
como si fuera la Esfinge. El auto, pues eso es lo que es, se mueve muy despacio porque las ruedas se entierran en la arena.
Adelante nada,salvo viento, cielo, y más arena.
-«Shhh» -dice el padre severamente al viento del desierto-.

Postage Stamp with a Pyramid
The lonely boy must play quietly because his parents are sleeping after lunch. He kneels on the floor between their beds pushing a matchbox, inside which he imagines himself sitting. The day is hot. In her sleep his mother has uncovered her breasts like the Sphinx. The car, for that’s what it is, is moving very slowly because it’s wheels are sinking in the deep sand. Ahead, nothing but wind, sky, and more sand.
«Shush,» says the father sternly at the desert wind.

Traducción María Negroni


Charles Simic: nació en Yugoslavia en 1938. Llegó a los EE.UU. con sus padre a los once años. Poeta y traductor, es autor de numerosos libros, entre ellos: Blues interminables, Pronóstico del tiempo para Utopía y Alerededores, Retorno a un lugar alumbrado por un vaso de leche, Desmantelando el silencio, y Hotel insomnio entre otros. Recibió el premio Pulitzer y actualmente es profesor de literatura en la Universidad de New Hampshire.

Los rieles. Aurora Venturini. (Mondadori,2013)

Los Rieles. Aurora Venturini.

por Mario Nosotti

Una operación quirúrgica intenta reconstruir la rota humanidad de una mujer. Los médicos la dan por muerta. De un golpe descendemos hasta antros infernales dignos de Dante o Catalina de Siena, con toda la parafernalia de parrillas y seres de tormento, y con Monsieur Le Diable, un satán bisexuado que decreta que todo acabó. Pero la condenada se resiste, una y otra vez grita, “ No estoy muerta!”, y el conjuro da voz a una palabra que tuerce la visión. Así empieza Los Rieles, la novela de Aurora Venturini –autora de una obra febril recién visible a partir del premio otorgado a su novela Las primas en 2007 – , y desde ahí viajar por los estados del daño y la desolación será la regla.
La narración se mueve todo el tiempo en el límite difuso del sueño y la vigilia, la realidad ordinaria y lo alucinatorio. Mejor dicho, la realidad jugada hasta su extremo es alucinatoria, tanto como el presente se arma con los recuerdos y las evocaciones. Siempre está el riesgo de creer que todo lo que escribe Venturini es autobiográfico. Es que en el universo Venturini –único en la literatura argentina- la única verdad es la textual; el personaje público –la amiga de Eva Duarte, de Sartre, la que habla de su vida en entrevistas, o más recientemente en un documental- y el sujeto discursivo, todo aparece “narrado”, como si sólo a través de la letra se pudiera dar cuenta ese ente sospechoso que llamamos autor.

Los Rieles es una novela enorme, desaforada y sutil a la vez. La trama principal se va hilvanando en puntos de sentido separados por largos meandros que son como derivas de esos núcleos. Los tiempos van y vienen, la historia principal se retoma y se deja, y la novela crece por oleadas que avanzan sobre un continente virgen para el lector, pero superpoblado de sucesos que el narrador recrea como si fuese alguien que vivió varias vidas.

Luego del accidente la mujer “ya en el límite de todas las edades” nos cuenta cómo fue envenenada y posteriormente robada de todos sus ahorros por parte de su maquiavélica cuidadora, Inés Orete. A partir de esos hechos, el narrador rearma la historia de su vida como quien junta los pedazos de un cuerpo roto.
En un mundo básicamente hostil y deforme, amenazado por el daño consciente y la decrepitud, la salvación proviene de la literatura. Ella es no sólo la posibilidad de fuga hacia la ensoñación y la belleza, sino también la instancia de reivindicación social y personal, de vínculo y de resistencia. Aun cuando en la larga rehabilitación hospitalaria la paciente se sienta devastada, su aura de juventud brillante y atrevida le permitirá sortear una vez más el trance.

Leer a Venturini es una de esas experiencias de las que no se sale ileso. Sintaxis torsionada, extrañísimos desvíos en la lógica de los tiempos verbales y un cierto barroquismo tensado entre el humor y lo ordinario, donde el lujo verbal y la imagen más seca conviven en el diestro manejo de la frase.
El primer amor -”ese gran difunto”- , las amistades literarias, Rilke, los viajes, un encuentro melancólico con Borges, y esas epifanías que le imponen un manto momentáneo al desamparo, son como la cuadricula del plano de una ciudad a punto de volverse irreal.
Más que la decadencia física, el gran tema del libro es el miedo, más que el miedo, el terror, los “golpes en la vida tan fuertes” –Vallejo dixit– y en el fondo de todo, la muerte como una sombra teatral.
La fruición de la letra en Venturini es un mal contagioso, una especie de peste que puede convencer al más indiferente de lo deseable de vender su alma a la literatura.