Céline Philippe Sollers (ensayo/ Paradiso Ediciones/ 2012)-

celine

La incómoda conciencia

por Mario Nosotti

Céline ha atravesado el siglo XX como un caso excepcional. Esta monstruosidad –denunciada, discutida y alardeada hasta el cansancio- se debe a tres razones básicas:
su antisemitismo, su capacidad para meter el dedo en la llaga y, la más calculadamente borroneada de las tres, su estilo. Quizás va siendo hora de refundarlo -como dice Sollers- corriéndolo de ese estereotipo que produce el efecto contrario al que Céline buscaba: lo hace pesado, una especie de dinosaurio bravucón. Para desmentir esto tan sólo hace falta leerlo. Es esa pesadez la que Céline denuncia en sus contemporáneos -brutalidad, costumbre, cálculo- y sobre todo un hecho, que trabajan y viven en una lengua muerta, la lengua que el hará revivir. Contrariamente a la ametralladora de palabras que muchos le adjudican, Céline aspira a una música precisa. Como nadie y antes que ninguno, comprende lo que esta en juego, “el diablo se lanza sobre la música de los pueblos a los que quiere suprimir”.Esa será su lucha solitaria, la que pocos comprendan. Sollers descubre que bajo las acusaciones de antisemitismo, bajo el continuo intento de acallarlo, lo que subyace es el desacomodo que produce el estilo Céline.

El francés emotivo
Pero de qué se trata ese estilo? Es este el asunto al que Sollers vuelve una y otra vez. La música y la emoción son todo Céline, dice: esa es su metafísica. Céline buscará devolver al lenguaje escrito la emoción del lenguaje oral, lo que llama “restitución emotiva interna del francés”. Reaccionando a lo dichos de un profesor americano que lo tilda de insensible y nulo explica, “todo mi trabajo consistió precisamente en hacer que la prosa francesa sea más sensible, tensa, voltairizada, fustigadora y malvada, inyectándole un lenguaje hablado, su ritmo, su especie de poesía y la ternura a pesar de todo, la restitución emotiva,¡qué boludo!”
Céline compara el proceso de dar a luz una obra con el desmalezamiento de un templo oculto en la espesura, limpiando palmo a palmo eso que él llama “la atmósfera”. Su divisa es un metro directo, todos a adentro, al fondo sin escalas. Y para eso hay que saber perfilar exactamente los rieles, un trabajo insalubre, de preso, capaz de volver loco a cualquiera.
Y es que detrás de la aparente naturalidad, la sensación de urgencia que produce el habla de Céline, Sollers descubre una máquina de guerra, puesta punto obsesiva y minuciosa donde el escritor queda literalmente pulverizado. Eso, e infinitos recursos: aceleramientos, saltos, freno, risa, los puntos suspensivos “que hacen que la página revolotee”. Para Sollers la magia queda expuesta finalmente: “hacen falta mil precisiones para contar lo inmediato”
El aspecto de la ligereza, y otro muy poco frecuentado, la ternura escondida en Céline – cierta inocencia cruda, de niño en un gran campo de batalla- resaltan la otra cara que enfatiza lo complejo del caso; nada más lejos de la pretendida visceralidad que ponderan sus admiradores. Como dice Sollers, “hacer pasar un murmullo en pendiente por un temblor de tierra”, es esa la potencia de su prosa.
Pero sobre todo Céline es un escritor cómico, la risa es su mayor provocación, en medio del horror uno no puede parar de reírse. Sollers advierte que quién lo toma al pié de la letra, quién no sabe reírse, no ha entendido nada.

El innombrable

La obra de Céline se yergue imprescindible a la hora de comprender el siglo XX, no sólo en su obsesión antisemita, sino por su extraordinaria radiografía de una Europa destruida por la guerra. Para Sollers es claro que Céline ha sido un chivo expiatorio. Fue y de algún modo sigue siendo la incómoda conciencia de algo horrible que pesa sobre Francia, aquél al que es preciso acallar, aislar como fenómeno. Tácito acuerdo de silencio para lavar las culpas de una sociedad mayormente antisemita y colaboracionista. Secreto de familia que se esconde en la lengua, la misma que Céline transformará para poner evidencia lo que incuba la buena conciencia. Declarado desgracia nacional, “Céline se convirtió en el portavoz de una pasión histórica enorme, el antisemitismo, y lo hizo sin sustituciones”. De algún modo nosotros, bienpensantes, seguimos siendo sus contemporáneos.

Céline entre nosotros

El presente volumen –traducción impecable de Hugo Savino- es una recopilación de ensayos y artículos que Sollers publicó en distintas épocas, y que van desplegando un Céline heterogéneo, donde puede seguirse tanto su transformación –el antes y el después que significó la publicación de los panfletos que harán del autor de El viaje… un caso irredimible-, como el derrotero de las lecturas y aproximaciones de Sollers a su autor más amado. La relación explosiva con su editor Gastón Gallimard, la negación del Goncourt a El viaje…, su gusto por el ballet, sus novelas menos leídas y más altas, su temporada en el infierno en Dinamarca –que paradójicamente le salvó la vida- fragmentos de entrevistas y cartas –donde destacan las que le envía a su amante la pianista Luciente Delforge- son algunas de las perlas del libro.
Por diversas razones –salvo El viaje….- no hay libros de Céline en Argentina. Su traducción es todo un desafío. Además de las españolas de Carlos Manzano y Carmen Kurtz –difíciles de digerir para el lector de estas pampas- son pocos los que se le animaron a Céline – por citar dos ejemplos, Néstor Sanchez tradujo Muerte a crédito, y más recientemente Mariano Dupont hizo lo mismo con Conversaciones con el Profesor Y . Por eso todo nuevo acercamiento a la obra del doctor Destouches es para nuestro medio literario un golpe de aire fresco.

Revista Ñ
http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/incomoda-conciencia_0_850115005.html

CRISTIAN DE NÁPOLI

cristiandinapoli



UNA ESCUELA DE BELLAS ARTES

Acá hubo giras como hubo cortes de tránsito,
sueños de inmortalidad y de muerte joven,
glucógeno, mucho glucógeno para la dulce resistencia,
ayuno del cerebro titulero por ser mente creativa;
acá, en esta escuela de Bellas Artes, una
de las tres secundarias de este tipo que tiene la ciudad,
distintas primaveras (del año, de la vida, del país)
ayudaron a buscar en el barrio otra cosa.

La cara de Lenin estampada en el ojo de gato
de una bici atada al plátano y la a de anarquía
dripeada en la pared. Nadie funda su adolescencia
en la sencillez, quizás por eso sus símbolos son tan claros
y –¿qué opinar de esto?– los mismos antes y ahora.
Las bicisendas que conozco. En algún aula
habrá un Guernica, infalible para detectar agentes de civil
en una marcha: los únicos que no relajan la vista.

Los que pasamos por este lugar porque hubo amigos
que acá estudiaban y abrían las puertas los días de fiesta
incorporamos códigos en la ausencia de elitismo
que embellece a los jóvenes mientras se forman en un arte.
Alguno, gracias a ellos, terminó de abandonar su casa
y alteró la rutina en sus otros entornos de amistad.
Mariano, Dolores, Analía, Mariu… siempre están presentes.
Los que íbamos a una escuela comercial los saludamos.



LORD BYRON Y SUS AMIGOS

Hay amigos que ni bien llegan
son de la política de contar
que conocieron a una chica. ¿Buscan un guardián del levante
que felicite con los oídos? ¿Buscan un poco de satisfacción?
Otros amigos ni bien llegan
te hablan del último montón
de plata fácil levantada. ¿Buscan el gran paroxismo
de todo negocio? ¿Quieren ver la envidia en la cara
de los que normalmente
facturamos poco y nada?
Hay amigos que llegan y narran las boludeces que los intrigan.
Para ellos se inventaron titulares de tipo “Argentina enviará a…”.
¿Qué cosa enviará? ¿A dónde?
¿Lo saben los diarios que leen ellos?

Bocones, descarados,
inverosímiles, puro show,
son mis amigos. Ellos estaban
el día que tuve que contar cómo se me ocurrió
un poema perfecto, detonado por cierta droga,
mientras volvía a mi cuarto y me quitaba la ropa
después de un baile de disfraces
en el año de orgías de 1814.

Poemas del inédito Golpes de kriss (2006-2012)



CRISTIAN DE NÁPOLI nació en Buenos Aires en 1972. Trabaja como traductor. Publicó los libros: Límite bailable (1999), El ring (2004), Los animales (2007) y El pueblo le canta a sus familias disfuncionales (2012). Publica habitualmente en: http://salidaalmar.wordpress.com/

ALEJANDRO CROTTO

Alejandro Crotto

LA LAMBRESIANA

Detrás de la pileta hay una lambresiana
del color del limón. Es mediodía
y reverbera el aire en el calor
de Febrero y la quieta resolana. Los grandes
ya se fueron a misa,
van a rezarle a Dios, que no se ve y es santo:
mientras tanto los primos nos metemos al agua,
nos secamos tirados entre risas al sol.

Después yo entré en la lambresiana. Era otro mundo
ahí dentro, como ver otro lado en las cosas,
lo que las sostenía. Afuera los penachos amarillos
en el aire caliente, y una estructura adentro
de ramas resinosas y la luz, la fresca luz
filtrada, que me dura.


COMO CRECIENDO EN EL CARBÓN LA BRASA

Entonces, de repente, percibir,
como creciendo en el carbón la brasa,
en cada cosa, ahora, alrededor,
y dentro, una sal brusca, una promesa
a punto de cumplirse, o ya cumplida,
que te busca, quemándote de nuevo,
o, como anima al ojo la mirada
atenta, una corriente, un pulso vivo;
un pulso incandescente en la rendija,
una sal de latidos diminutos,
un filo que rozándote se aleja,
un brillo oscuro en los segundos quietos.

Que sea nuestro cuerpo la pupila
que se abre si hace falta y no vacila.

De Chesterton

Alejandro Crotto nació en Buenos Aires en 1978. Publicó los libros de poemas Abejas (Bajo la luna, 2009) y Chesterton (Bajolaluna 2013)

El paisaje interior, Mirta Rosenberg (Ed Bajo la luna)

el paisaje interior

En el filo de la intuición
Por Mario Nosotti

Un libro de los sesenta años –así lo caracterizó la autora hace unos días- es un libro de la depuración, la experiencia tamizada, para llegar a cierta forma personal y plena de escribir lo real. Si en algunos poetas, la obra evoluciona hacia la complejización y opacidad del discurso, en otros lo hace hacia la concretud, presencia y sutileza. Y si bien este libro – el primero en catorce años y posterior a la edición de su Obra Reunida en 2006- participa del estilo que Rosenberg ha venido edificando desde su primer poemario (Pasajes 1984), cierto enclave desde donde se construye la mirada se haya aquí plenamente asentado.
Poesía luminosa, parca, contrastante, de emoción contenida y firmeza de carnes, escrutadora amable e implacable de un paisaje interior – doméstico y gramatical- donde se vive casi. Un casi que es un entre: entre cosa y palabra, entre emoción y objeto, entre gente y lectura de esa gente, entre vida y autobiografía, la escritura devuelve una distancia que “deja en suspenso el egoísmo, desconcierta el vicio del yo”.
El casi es el espacio que Rosenberg escribe. Lo poco que no ha sido consumado le permite arder; está siempre en el filo de la intuición más allá de la cual toda palabra sobra, como dice la cita del poeta José Watanabe “y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña / sabré / que aún no soy la montaña”.
¿Y cómo adviene, cómo se habita el paisaje interior? eso es lo que se narra en sus poemas, madrugadas ventosas bajo un cielo lento donde se espera y busca la palabra, y cocinando o hablando por teléfono, sobre todo sentándose. Sentarse es retirarse para estar presente, para desalojar la distracción: “Ahora, más cerca de la tierra, / veo las mismas cosas / pero veo más”.
Si la escritura es algo inciso, consumado, la poesía sostiene su insatisfacción. Se trata de lo haciéndose en lo hecho, en lo sujeto, lo que no deja de venir.
El lugar del sentado, es aquél donde las zanahorias ceden, donde a uno le es dado “no calificar”, solo sentarse y “ultimar la biografía”.
Pero ante todo, lo que construye sentido en la poesía de Rosenberg es una especie de musicalidad semántica, hecha de trayectos cortos donde la rima interna, el ritmo y los rebotes fónicos corporizan el habla. Es por eso que todo lo temático, aparece vaciado en lo preformativo de los actos y de las percepciones. La emoción, los objetos, el cuerpo, recuperan su uso y su luz con la distancia –“emoción aclarada” como dice uno de los versos de su libro Pasajes-. La autorreferencialidad en los versos de Rosenberg, no es la de un yo o de una biografía, sino del propio gesto, de la de la fina mirada sobre sí y los otros. De pronto, emociones y cosas son sin apoyatura, nos es posible verlas sin encarnarse al yo.
El libro se divide en cuatro partes, Cosas que se vuelven nombres, El Paisaje interior, Bestiario intimo –una serie que continúa trabajos anteriores, donde los animales, seres en apariencia iguales a sí mismos, y por eso inubicuos, iluminan la experiencia del que habla- y Conversos – traducciones de poemas de James Fenton, Robert Lowell y Elizabeth Bishop entre otros, y que según ha expresado la autora actúan como agentes activos que comprometen la propia escritura.

Revista Ñ http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/resenas/Paisaje-interior-Mirta-Rosenberg_0_892110814.html

MIRTA ROSENBERG

mirta_rosenberg

Yo

Haciendo del error virtud,
estoy donde mi cabeza estuvo y vio todo
hasta donde alcanzaba la vista,
porque ella –no yo- nunca se perdió:

en la entrevista oscuridad
del túnel, adelante, dio a pensar
-haciendo de virtud verdad- que esa cabeza
era todo el acontecimiento de la luz.

Y ella acontecía mientras yo
dentro del cuerpo me encerraba,
haciendo de cada órgano mi casa:
oeste o este era un todo sin ventanas,

una feliz ciudad descentrada
en la cuadrícula de la ocasión.
El horizonte desprestigiado
se retiró, se acercó, cambió todo

y todo para que entrara yo:
abajo, arriba, ejido, centro y alrededor.
¿Dónde pasó cada cosa, dónde todo
Sucedió? ¿Infancia, juventud, virtud, error?

El tiempo fue quien pasó: salió, subió,
se puso y terminó. Aunque poco, no del todo
definido, el mundo –cabeza y cuerpo-
cobró la forma del contenido,
                                                    agrandó la o del yo.

De El paisaje interior

Mirta Rosenberg nació el 7 de octubre de 1951 en la ciudad de Rosario, Santa Fe. Es poeta y traductora. Es miembro fundador del periódico trimestral Diario de Poesía.  Ha publicado los libros de poemas «Pasajes», «Madam», «Teoría sentimental», «El arte de perder», «Poemas» y «El árbol de palabras». Como traductora, ha publicado poemas de Katherine Mansfield,  Emily Dickinson, Anne Sexton, Dereck Walcott, Marianne Moore, W.H. Auden, Seamus Heaney, entre otros. Recibió la Beca Guggenheim (2003) y el Premio Konex Diploma al Mérito (2004).