Como las experiencias que tensan la voluntad

Diego Di Vincenzo

   Fairlane

que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo

Pier Paolo Pasolini

Le pedí a Pablo, mi vecino,
que corriéramos el Fairlane de la puerta de mi casa.
Lo tiene abandonado, juntando mugre y
a la intemperie de estos días apestados de humedad,
presa del óxido y de las hojas
del tilo y del jacarandá.
Lo corrí unos metros.
Correrlo fue como si lo hubiéramos pasado
de nicho a tierra: el auto sigue ahí
muerto, tumbado.
A veces los poetas se parecen a estas masas del pasado
quietas, casi muertas.


Sueño

Una vez
soñé que me quedaba pegado al asiento del auto
y no podía hacer nada. No podía incorporarme
ni alcanzar el volante.
Respiraba fatigosamente. Con la mano
intentaba alcanzar la sábana.

Respiraba como los balbuceantes,
como los profetas del desierto,
a los tumbos,
bajo el calor del verano
con la opresión en el pecho.

Respiro en el sueño
como respiro en el poema.
Como si el asma o el fuego
algo del orden del vendaval
viniera a postrarse a mis pies
y me dejara ciego.


Algunas preguntas

¿Qué le pedíamos a la vida, es decir,
a nosotros mismos cuando estábamos frente a frente
en la carpa de Capilla, durmiendo?
¿Que no nos manchara el tedio,
la liviandad de cogernos,
los celos de la víspera,
las marionetas de la noche?

A tu modo: como una madre,
o un hermano
o un compañero de banco
me dabas ese cuerpo
de felino retorcido sobre su propia cola
con el sol en la cara
hermoso por donde se mire.
Yo lo tomaba, lo reconocía en el halo de tus apariciones
repentinas.

Lo tomaba en mi desesperación de amor
girando como un haz de luz
mendigante de tus encantos;
un viajero en el desierto.


Leí la carta de Víctor Shklovski a su nieto

Leí la carta de Víctor Shklovski a su nieto
mientras el ficus que da a mi ventana
se mecía con el viento.

Levanté la vista
y sobre la pared
caía la planta vecina.
También se movía.

Hace frío sobre un fondo gris de plomo,
en este cielo de otoño.
Yo estoy por salir.
Tengo café y ganas de dar clase.

Me acordé de Julieta.
Tuvo aplazo en la prueba.
Charlamos el miércoles, salió a llorar.
Volví a verla el lunes. Estaba despejada
con una cara nueva.

V.S. le escribe a su nieto:

«Los cerezos pierden la flor. Las flores son rosadas y azules.Tu bisabuelo decía esto cuando enseñaba matemática: Lo más importante es no forzar. La vida es simple como la hierba, como el pan, como la mirada. Como la respiración».

Diego Di Vincenzo: nació en Buenos Aires, es Profesor en Letras y vive en Olivos. Fue editor de libros para la enseñanza y hoy da clase en el instituto del Profesorado Joaquín V. Gonzalez y en la Universidad de General Sarmiento. El latido de este mundo (Caleta Olivia, 2019) del cual se extractaron los poemas aquí presentados, es su primer libro de poemas.

día mas día menos: entrevista a Angela Melim

Angela Melim, una de las voces más originales de la generación que comenzó a escribir en los setenta – luego de los años de plomo de la dictadura en Brasil- compañera generacional de Adélia Prado y Ana Cristina César, pasó por Buenos Aires para presentar, Día más día menos, la primera traducción al español de su poesía reunida. 

Cosas así pardas

Jilguero, pato, alboroto

cosas así, nombres –Rita

cosas así, pardas, mestizas

de pequeño porte

cosas de fibra

aunque de aspecto desvalido

cosas pardas vivas

pulsantes

un poema así.

Cálida, desprejuiciada, Angela Melim habla de corrido y cada tanto ríe, (“soy un poco burra, me olvido de todo”). Parte del movimiento contracultural  conocido como “poesía marginal” en los años 70, lo suyo se diferenció del poema instantáneo y antiliterario, para experimentar la mixtura discursos y de voces, la dicción discontinua, en un tono de vitalidad rebelde.

Tu primer libro “O vidrio O nome” fue publicado en 1974. ¿Cómo era la escena poética brasileña en ese entonces? 

 AM: Ese libro, O vidrio o nome, no formó parte de la producción poética del momento, pero De tripas Corazon sí tiene que ver con aquél período, muy desbocado, de mucha palabrota, mucha cosa cortada, sin un orden claro, fragmentos en otras lenguas. Una cosa un poco de moda, ¿no? de aquél momento. Pero yo no pertenecía al movimiento marginal. Me movía con ellos, iba a los saraos, hacía charlas, recitales con ellos, pero estaba un poco aparte. Ellos eran más coloquiales, hablaban más del día a día, y yo ya tenía otra preocupación, porque mi poesía no era una cosa de hallazgos casuales, de esa cosa de broma que tenían muchos ellos. 

Tus poemas parecen hechos de retazos, pedazos de discursos, hay algo telegráfico en su velocidad, algo que enfilan los sonidos y juegos de palabras. Un texto de ese segundo libro, De tripas corazón, dice: “El patio está pavimentado con retazos de baldosas de todo tipo y formato unidos con cemento, descartes de una construcción cercana…”  Se me ocurre que esta podría ser tu arte poética.

AM: En el caso de ese poema, yo quería mostrar esa cosa del país subdesarrollado, que uno anda y anda, en cualquier camino, del nordeste al sur de Brasil, y es siempre lo mismo, cosas inacabadas, ladrillos rotos, restos de demoliciones junto a cosas caras como el mármol, todo mezclado. Mucho después, yo hice un poema parecido pero en otra línea, que es sobre Meier, un barrio de Río, de la periferia, donde todo se interrumpe, ni comenzó y ya acabó, ya se está desmoronando. Entonces escribí sobre eso, y después me dio gracia que Caetano Veloso, nuestro maestro, también hizo una canción con esa idea, y yo bromeo que se copió de mí, porque lo mío salió primero, pero lo cierto es que él habla de ese rasgo subdesarrollado tan nuestro, esa cosa de la precariedad junto a la ostentación típica de los ricos. Por otra parte, como dice la escritora hindú Arundhati Roy, cuando uno escribe en un país como India – y yo extiendo eso a Brasil-, donde la mayoría de las personas no saben ni leer, es muy complicado ser un autor, porque vos sabes que tu trabajo no llega a mucha gente, es algo siempre de clase.

En varios de tus libros hay una convivencia natural entre poesía y prosa, casi como si estuviesen al mismo nivel.

AM:  Allá en Brasil existe esa discusión de qué es la prosa poética, qué es poesía, qué es prosa, pero justamente mi tentativa era levantar esas barreras. Tuve la experiencia de hacer un taller de “poetas mujeres”, en donde hablaba de varias poetas brasileñas, de una portuguesa y de Virginia Woolf, que no es poeta pero tiene una prosa densa, compacta, y es como si lo fuera. Y entre nosotros tenemos también a Clarice Lispector, Pienso que es más el clima, el sentimiento lo que determina eso. 

En Os caminos do conhecer, hay un relato vertiginoso sobre una mujer que queda atrapada con su auto en un embotellamiento; durante diez páginas se cuenta lo que ve, siente y piensa mientras avanza a paso de hombre por “la ciudad más linda del mundo”. 

AM: Ana Cristina César escribió un texto sobre ese libro, dijo, “Angela Melim ahora está escribiendo como hombre, porque ella empieza así, “puso primera, puso segunda, entró en la rotonda”,(…risas) pero claro después el poema va volviéndose casi fantástico, porque habla de un lugar adonde yo viví, una aldea de pescadores, y para llegar primero hay que salir de la ciudad, llena de barullo, de gasolina, y se llega a ese lugar que era, primitivo digamos, porque pobre continúa siendo, cada vez más, y yo quería mostrar cómo es que uno está saliendo de unas palabras para entrar en otras palabras, y se termina siendo algo así como un coleccionista de palabras. Habla de personas que realmente vivían ahí, había un matemático, por ejemplo, que enloqueció por la bebida y se quedaba hablando solo, con las estrellas, mientras todo el mundo ya dormía…Esos personajes entraron en la historia para crear palabras propias para ese lugar.

Es notable la sensación de transparencia que transmiten algunos de tus poemas, como si se tratara del puro presente, no de algo calculado sino repentino, que acontece…

AM: No sé qué decirte… Me parece genial si es así. No quiero otra cosa de mi poesía. Esa es la finalidad: que alguien entre en mí y yo entre en alguien. No me gusta la poesía muy hermética, muy formalista. Busco una cosa espontánea, cotidiana, a pesar de que mi poesía es más bien pensada, sabe adónde va. Aun así busco que la comunicación con el lector sea fácil y directa.

Cómo empezaste a escribir

AM: Yo estaba en un colegio pupilo, de monjas, me dejaron ahí con cinco años, y llevaba un diario donde escribía todo lo que sucedía, y de vez en cuando escribía versitos. Mi familia vivía cerca de la playa, y yo sentía mucho no poder ir a la playa, me sentía presa, y escribí muchas cosas sobre el mar, todavía guardo esas páginas. Ahora vivo en un barrio de Río que está en la montaña, ya no me gusta más el calor. Antes adoraba el sol, ahora quiero lo húmedo, acostarme en suelo sobre las hojitas. En esa parte vienen las nubes y van bajando, tenemos esa bruma que desciende y ocupa toda la montaña, es  muy bello. Y me concentro en todo eso hasta toparme con el lucro, ver cómo quienes procuran enriquecerse explotan los recursos de esa montaña… porque yo tengo una participación política bastante intensa, entonces, últimamente no estuve prácticamente escribiendo, fue tanta la necesidad de participar que me volví completamente improductiva desde el punto de vista de la poesía.

Cómo entra la cuestión política en tu poesía

AM: La mayor parte de las veces está en las descripciones que muestran la pobreza de nuestro país al lado de la riqueza de nuestro país, tan contradictorio. O sea no es directa, pero aparece. La mayoría de los brasileños vive con cuatrocientos trece reales, menos de cien dólares por mes, y eso después de una pujanza donde todo mejoró. Soy parte del PT de la zona sur, donde vivo, barrios de clase media, y ahí estamos centrando la campaña en el Lula Livre como una vuelta a la democracia, porque no pueden tener un preso político si consideran que es una democracia.

Fuiste amiga de la poeta Ana Cristina César

AM: Tuve poco contacto con ella. Yo tuve una librería en Río, llamada Noa Noa y lanzamos dos libros de ella: Escenas de Abril y Correspondencia completa. Cuando ella volvió de  Londres nos hicimos amigas, yo frecuentaba su casa, a ella le gustaba lo que hacía. Un tiempo después me fui a vivir a Brasilia y entonces solo intercambiábamos cartas, era una amistad literaria, en función de la poesía.

Creo que nos vinculan porque aparecemos por la misma época, de una edad parecida, ella además era muy linda, y ese grupo de clase media alta, porque esa poesía  no era una poesía popular, era algo de la zona sur (la parte más rica de Río de Janeiro) y también tenían una impronta feminista, me parece que ella era más feminista que yo.   

Hay algún poeta brasileño actual que te guste particularmente?

AM: El poeta que más me gusta es Leonardo Fróes, que tiene un trabajo con el lenguaje que es una belleza. Es mi preferido. Es una nueva forma de escribir la que está inventando, “es un Lewis Carroll”, algo surrealista, y le interesa también la cultura oriental, la forma de vida oriental.



Angela Melim: Porto Alegre, Brasil, 1952. Publicó O  Vidrio O Nome (1974), Das  tripas coracao (1978), Vale o escrito (1981), Os caminos do conhecer (1981), Fogos juninos (1984), Poemas (1987), Mais día menos día. Poemas reunidos 1974-1996 (1996), Possibilidades (2006). Día más día menos, Poesía reunida 1974-2017, editorial Pato- en- la- cara, traducida al español por Teresa Arijón y Bábara Belloc. Dice Leonardo Fróes de su poesía: “retazos sacados de las gavetas del cerebro, grafismos, ranuras, inciciones, polifonía de ímpetus, fragmentos que saltan del misterio de las cosas”.