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Un tábano y una gota de sangre

Alejandro Crotto

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sobre Quiero, Alejandro Crotto (Audisea, 2023)

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¿Cómo comienza una historia? El pasado y el futuro se pliegan, algo viejo y nuevísimo acontecen. “Algo se abrió, primero. / Entonces acá estoy, mi cara muda, / como el que va empapándose / de una lluvia invisible.” Todo comienza con un mínimo gesto, algo más que un esfuerzo producto de la voluntad, un verbo y un deseo brotando desde adentro: Quiero. Entonces el mundo visible e invisible se despliegan, la realidad se agrega a medida que avanzamos, como capas que suman dimensiones, como páginas de un libro, miramos ese río, esas hormigas, los álamos, las piedras, las estrellas, y somos algo más entre las cosas, “el corazón que nace si me quito”.

En los poemas de Alejandro Crotto los hechos son situados, todo pasa a la vez frente al que habla y frente al lector, en el mismo momento y con igual nitidez: “Vi un tábano. Fue así: / había mucho sol y yo estaba en la orilla”. Versos que se revelan como puro presente, como una flor se abre en la elocuencia de palabras desnudas, sin ropajes. “Una gota de sangre cae en un vaso de agua / y mientras va de a poco abriéndose / caen una, dos, tres gotas más.” Las cosas son mientras duran, mientras suenan, mientras se hace la pregunta que produce el asombro. Mediante escenas simples, inmediatas, que tienen sin embrago la profundidad de una constante apertura, el sujeto poético se habla a sí mismo como si fuese su propia criatura, como el propio Creador que lo agitara: “recorrélo caminando”, “llenáte de sol”. Poemas como haikus, torrecitas de piedras apiladas en un raro equilibrio; al llegar al cima algo cruje y esplende, se acelera y eleva como una ofrenda al cielo.

El trabajo de Crotto con ciertas formas fijas, el juego con la métrica, con las rimas y el ritmo, son parte de una experimentación ligada a lo intuitivo donde la normativa se desestabiliza. El poema se abre paso como el agua de un arroyo que rebota en las piedras, es esa musicalidad y ese repiqueteo el que crea el sentido, que mezcla sensación e imagen en una conmoción apenas contenida. Consciente de ser solo un medio, como una caña que permite escuchar el esplendor del viento, esa mirada humilde y conmovida se labra en la sintaxis despojada, la variación de pocos elementos.

Plegarias, ceremonias tan íntimas como elementales, rituales seculares: “armamos una pila con ramitas y hojas / y pusimos al sapo muerto encima // Mientras crecía el fuego / cantamos para él una canción”. Los juegos fónicos y las repeticiones, la atención a lo dado, obran la sensación de cosas afirmándose en su ser. Todo esto se traduce en la renuncia al control, a una voluntad de intelección que busque traducir y acaparar lo que acontece: “Quiero escuchar sin entender mil veces”.

Muchos de los poemas de este quinto libro de Crotto (los anteriores son, Abejas, 2009, Chesterton, 2013, Once personas, 2015, Francisco –un monólogo dramático-, 2017) se abren a zonas nuevas o poco exploradas en su poética anterior: gérmenes narrativos donde la libertad imaginativa echa mano a la fábula, lo fantástico, (por ejemplo en “Cuatro visiones frías”), a un enrarecimiento que lo aparta de lo referencial. A su vez, varios poemas se presentan como micro relatos que reavivan ciertos tópicos de la tradición mística: el ser hablado, el quemarse en el amor al Creador, el saber que Él me habita “como un tesoro que crece si lo gasto”. Como un animal que avanza agazapado en la maleza, hay un llamado ciego que crece con su entorno, que no puede narrarse de otra forma, como hace imaginar el título de otro de los poemas: “UN JAGUAR EN LAS RIMAS DE VARIACIÓN VOCÁLICA”.

En la poesía de Crotto siempre se pone en juego la dialéctica entre lo que muere y la regeneración, el poder ser lavado, redimido a través del contacto con los seres y las cosas que son una expresión, un atributo de algo que los trasciende: “Ahora el agua me lava todo el cansancio.  // A todo mi cansancio se lo lleva la corriente”.

Mario Nosotti, revista Ñ (1/07/2023)

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