EL CÓNCAVO –imágenes irreductibles y superrealismos sudamericanos- Reynaldo Jiménez Ed Descierto (Bs.As. 2012)

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Un continente alucinado


Por Mario Nosotti

Si como dice Harold Bloom la única forma de referirse a un poema es por medio del lenguaje poético mismo, estos ensayos de Reynaldo Jiménez procuran esa misma inmanencia. No padecen la mediación de la distancia crítica sino que hablan desde y por el mismo registro expansivo de los textos que tratan. Acercarse a una obra sería aprovecharse de su vaivén nutricio para crear instancias de diálogo, de reflexión y principalmente de nuevos movimientos que se ponen en marcha a través de todo lo que se trans-fiere. En este sentido, son textos del amor fati de Jiménez a determinados poetas; como alimento para seguir creando y como alquimia desde la cual decir lo suyo propio.

A través de sus casi cuatrocientas páginas El Cóncavo  dialoga con obras como la de Aldo Pellegrini, Emilio Adolfo Westphalen, César Moro, Alberto Hidalgo, Miguel Ángel Bustos, Jacobo Fijman, Gamaliel Churata, Francisco Bendezú, y otros poetas sudamericanos de tinte surrealista, aunque es justamente esta etiqueta la que el libro nos insta a repensar. En lugar de hablar de surrealismo –asociado al  movimiento surgido en Francia a mediados de los años veinte y que carga con sobreentendidos y clishés diversos- Jiménez  amplifica el concepto y llama superrealismo a esa práctica que más que procurar una otra realidad, daría cuenta del carácter expansivo, vertiginoso e irreductible de lo real mismo. El superrealismo “cultiva líneas de fuga, no en cuanto evasión de la realidad sino en cuánto a posibilidad de movimiento fuera del panóptico haz de la mentalidad”. Por sobre lo referencial y auto-expresivo esta poesía encarna la multidimensionalidad de la experiencia.

El tipo de lectura de Jiménez no pasa por tratar de esgrimir hitos o logros específicos, sino más bien mostrar “variantes de temperatura tonal, facetas del proceso que tamiza la voz durante las sucesivas lecturas”. Imbricando su voz con la de los poetas elegidos, el autor arremete contra la primacía de un discurso de pretensión realista, que impone su relato apoyado en sutiles mecanismos de control – el espectáculo, el reclamo de una seguridad que borra singulares, el mito del trabajo, la normalización de la experiencia etc-  toda una “orquestación de la tristeza, imágenes que se aposentan como si fuesen el mundo”.

La poesía es el contradiscurso que ataca ese sistema que administra los significados. Por eso, si bien estos ensayos dialogan con poéticas concretas, nos hablan de poesía como actitud de escucha, de receptividad, como retorno a la conciencia del ritmo y como de un “pensar-en- devenir”.

El libro nos permite seguir la evolución del superrealismo en Sudamérica -especialmente en Argentina, Chile y Perú. – que comienza por los años treinta y eclosiona en los cuarenta y cincuenta.

El lector de poesía, la noción de misterio, la crítica sujeta a un realismo dudoso, el borramiento o la escasa atención a ciertos autores y publicaciones -Latorre, Ceselli,  Lunel o por ejemplo la sorprendente revista QUE, primera publicación superrealista del continente, editada por Pellegrini y otros estudiante de medicina – son algunos de los temas a los que libro vuelve una y otra vez.

Finalmente, el sistema de citas y de notas al pié constituye de por sí otro libro que expande y profundiza el texto principal. Efecto arborescente que conforma una especie de galaxia conceptual  en expansión.

Palabras de Pellegrini podrían acercarnos al modo de abordaje que realiza El Cóncavo: “no se interesa mayormente en el recurso, la manera, la perceptiva, la retórica y sus dimensiones morales, sino en la voluntad de una escritura para inscribir en esa acción, el gen de un despertamiento”.

Reynaldo Jiménez: publicaciones recientes: Musgo (2001), Reflexión esponja (2001), Papeles insumisos de Néstor Perlongher (con Arián Cagni, 2004), El libro de unos sonidos. 37 poetas peruanos (2ªed. 2005), Sangrado (2006), La curva del eco (2ªed.,2008), Plexo (2009), La indefensión (2ª ed.2010), Esteparia (2011). Junto a la pintora Gabriela Giusti creó y durante quince años condujo tsé-tsé (revista-libro, sello editorial). Entre sus traducciones de obras de Brasil están Los poros floridos de Joseley Vianna Baptista, Galaxias de Haroldo de Campos,  y Catatau de Paulo Leminski.

Revista Ñ:  http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/resenas/Reynaldo-Jimenez-concavo_0_871112911.html

Hermano ciervo Juan Pablo Roncone (Editorial Fiordo)

Roncone

Hombres que caminan solos junto al mar

Por Mario Nosotti

“Claudio acomoda la carpa enrollada y los sacos de dormir en la parte trasera de mi camioneta. El día está hermoso: sol y un suave viento marino que anuncia un buen viaje”. Así comienza Muerte del canguro, el primero de los ocho relatos que componen el  auspicioso debut  del chileno Juan Pablo Roncone. Pero en estos relatos nada es lo que parece: a poco de avanzar se abren fisuras y uno empieza a sentir la violencia que oculta la normalidad. El aire carveriano o la sombra de Bolaño, no alcanzan para definir el personal estilo de Roncone. Un narrador preciso, que observa los sucesos siempre a cierta distancia, y como en un camino rodeado por el denso follaje, constantes relumbrones de poesía. Por su unidad tonal Hermano ciervo podría ser una especie de road- movie donde las carreteras y los desplazamientos –físicos o emocionales- se estructuran en planos de una fuerte impronta cinematográfica.

Tres amigos que viajan hacia el sur y guardan un secreto que recién detonará cuando atropellen al único canguro que por accidente se encontraba en la zona, un peluquero que pierde el sueño por vengar a su hijo atropellado, o ese joven que expía el homicidio involuntario de su mejor amigo, conociendo a su madre y metiéndose  de a poco en su vida desahuciada.

En muchos de estos cuentos la muerte –casi siempre violenta- de un hermano, de un padre, de un amigo o de un hijo-  es iniciática de una nueva conciencia. El mundo conocido se deshace y se revela otro que desafía juicios, identidad y moral.

Los personajes de Roncone hablan poco. Se describen a sí mismos con acciones escuetas y determinantes. Son capaces de caminar por la cornisa con la actitud de alguien que ha asumido la alta posibilidad de la caída.  No se trata de seres resignados, sino de la intuición de que casi todo está fuera de control. La entrega a esa deriva -llevada hasta el final- se transforma en la búsqueda de algún tipo de verdad personal.

La hermandad, nos parece decir Hermano ciervo, es aquello que viene con la sangre,  que no puede apagar la adaptación ni la costumbre. Circula contenido hasta que un día se rompe en nuestros ojos. Esa misma reacción que compartimos con otros  animales cuando nuestra integridad se siente amenazada, se suele pagar caro en los seres humanos. De algún modo el que narra va de caza y su presa es la muerte,  esa forma violenta que puede revelarle algo de sí. La muerte abre la puerta a nuevas narraciones. Es como la mentira: hace que todo avance y que vuelva empezar.

Aperecida en Inrockuptibles Junio 2013

MERCEDES ROFFÉ

Mercedes Roffé. Foto de ESTELA FARES

Situación para romper un hechizo

   Acuéstate

                          —boca arriba

como si fueras a morir

o a darte a luz.

 

 

Remonta

la cuesta de los años

en lo oscuro.

 

Llega al umbral

               traspásalo / sumérgete

en la honda, estrecha, escala del olvido.

 

Dime qué ves.

Enfréntalo / enfréntate

a quien eras antes aún de la memoria.

 

¿Te reconoces?

Continúa.

Sí, reconoces ahora el camino

que te ha traído hasta aquí.

Su nitidez lo delata

         —un sueño azul que se proyecta en la pantalla azul del tiempo

y va cobrando sentido.

 

¿Te ves?

Pregúntale por qué y acéptala

—cualquiera sea la respuesta

 

—He venido a decirte adiós —responde.

No digas más que eso

sin saña

sin violencia

sin rencor alguno.

 

Intentará retenerte

volver a responder lo que ya sabes

lo que ya le has oído

quizás de otra manera.

 

Baja los ojos y crea

—con la mirada sólo—

un reguero en el suelo

un surco de tierra húmeda y cenizas.

 

Verás alzarse un fuego

una pared de fuego

—fuego frío—

entre tú y tu fracaso.

Despídete.

Dale la espalda.

Vuelve a tomar el camino

   —el mismo:

el sueño azul sobre el azul del tiempo.

 

Remonta los peldaños de la escala honda, estrecha.

Llega al umbral

traspásalo y desciende

la pendiente oscura de los años.

 

Vuelve a tu cuerpo

¿sientes?  un dolor en el vientre o en el pecho

como si algo de ti te hubiese sido arrancado

te anuncia que has vencido.

 

El dolor se irá

tú quedarás contigo.

 

La memoria del hueco

te seguirá adonde vayas.


De La ópera Fantasma

Mercedes Roffé: (Buenos Aires, 1954) Entre sus libros de poesía se destacan El tapiz (1983), Cámara baja (1987), Memorial de agravios (2002), La ópera fantasma (2006), Las linternas flotantes (2009). Recibió, entre otras distinciones la beca Guggenheim (2001). Desde 1998 dirige Ediciones Penn Press.  Tradujo a Leonard Schwartz, Adrienne Rich, y Jerome Rothenberg entre otros. Actualmente vive en Nueva York.

La ópera fantasma Mercedes Roffé (Vaso Roto Ediciones)

Mercedes Roffé. Foto de ESTELA FARES

Crecer en la rompiente

Por Mario Nosotti

Aquel lector que se acerque a esta nueva edición de La ópera fantasma –la primera fue en el sello Bajo la luna allá por 2006– sin conocer la obra anterior de Mercedes Roffé, no dejará de sorprenderse ante la contundencia y versatilidad de registros que el libro le propone. El resto ya conoce la voluntad de búsqueda y experimentación que recorre sus libros anteriores y la ubica como uno de los referentes de nuestra poesía.

La  lengua de Roffé se recorta siempre nítida y contrastante aunque trabaje cuestiones sutiles y de aristas múltiples, es decir, cosas que se resisten a cualquier fijación. Es como si dijera: por sobre lo imposible de hablar de esto, es posible escribirlo. Palabras que se inscriben al límite del blanco, abismándose en eso que no puede ser dicho, pero cuya pregnancia dice tanto como lo escrito mismo. La concepción poética de Roffé es claramente materialista en el sentido de que –como Marx develó– la conciencia es lenguaje, y ese lenguaje instaura, recorta, pero a la vez constantemente muta, se deshace en lo que viene, porque siempre funciona en una relación de fuerzas –con otras palabras y con vectores que están más allá del discurso–. Es esta mutación de los símbolos plenos lo que Roffé registra en su poesía. La palabra poética siempre está en otra lengua porque “en su plenitud el símbolo / se desvanece.”

El libro (cuyo título y carácter orgánico se inspiran en la ópera del compositor chino Tam Dun) se divide en dos partes: Aproximaciones a la boca del rey, donde Roffé trabaja el lenguaje en su función fundante y La ópera fantasma, donde los poemas serían una especie de meditación –o visualización, según palabras de la autora– a partir de obras pictóricas y musicales concretas.

En El Lago (Chances are), la primera de las tres partes en las que se subdivide Aproximaciones a la boca del rey, las palabras se ubican en el blanco de la hoja como explorando el silencio inaudito; el verbo es la “corpórea insurrección” que de algún modo le advierte al lector que ingresa en tierra incógnita. Y es que, partiendo del trabajo e interés de la autora en ciertos textos de la tradición oral y de tradiciones no occidentales, el libro se abre a una experimentación con formas y modos de ver que interrogan nuestros propios paradigmas culturales. Paradójicamente, la incursión en lo ajeno vivifica y pone a producir sentido a aquello que por tan cercano damos por sobreentendido. Esto es lo que sucede en las Definiciones Mayas, donde el despliegue de usos y sentidos de ciertas expresiones (a veces, también, entonces, paisaje) permite redescubrir la multivocidad oculta y el sustrato poético de las mismas. Algo similar a lo que ocurre en Situaciones: eventos y conjuros donde a partir determinadas condiciones se pone a funcionar un teatro de objetos, gestos y operaciones que permiten captar automatismos, conjunciones de fuerzas que exceden al sujeto y su voluntarismo.

La Ópera fantasma –segunda parte del libro- se conforma así mismo con Teoría de los colores y El pájaro de fuego,  donde pintura y música respectivamente, le sirven al poeta en la transmutación de aquello que “sin habla y sin palabras / aun así su voz se oye”. Mirar y ser mirado por medio de ese juego resonante que vincula pintura (O. Redon,  Magritte, Hopper, Remedios Varo), música (Bach, Schoenberg, Arvo Pärt, Gorecki ) y  literatura (Ashbery, Futoransky, Shakespeare). En poemas que avanzan a través de repeticiones y cortes de verso que percuten un ritmo, el sujeto poético descubre  una forma aleatoria de percibir el mundo: “he perdido el hábito de entrar / –a no ser por los ojos / por la voz”.

Es esa “disimulación que aparece” –como dice la cita de Blanchot– lo que Roffé ausculta en los procedimientos del lenguaje, pero también en el despliegue de las situaciones, la pintura y la música. Con poemas que son como instantáneas de una ola que crece, Roffé logra un efecto milagroso: por un lado, atrapa el movimiento con vocablos de una aleación precisa –propia de los objetos, las enumeraciones–; por el otro, descompone la apretada materia para mostrar el juego de átomos en danza.

ver reseña Página 12  http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-5086-2013-07-22.html

Ver poemas

CÉSAR MERMET

cesar_mermetMuchacha en el primer ómnibus

‎Pálida como la temprana responsabilidad del aire,
de intemperie y destino modelas tu primera cara
tan pequeña aún para tus ojos,
demasiado frágil para soportar un nombre,
previa, frutal, creciente,
creciente fruto previo comenzando por dentro
como los blancos pormenores del naranjo.
Flor transitoria nacida momentánea
para invocar, pasando, la lentitud cabal
de un apogeo breve.

Serás. No eres. Apenas si sucedes.
Crisálida de tiempo tenue,
la voluntad te sueña como un absorto velo,
una altura te cae desde los hombros
y te silencia.
Más allá de tus manos
que suspenden y cierran el instante
en vibrante circuito y duradera calma
sobre la falda,
sigue un bajo desorden
que sólo tu belleza interrumpe,
excepción peregrina.

-Porque es difícil un goce sin imperio
las palabras te buscan en minucioso enjambre-.

Qué exactitud casual, qué comedido azar
contemplarte en tu víspera preciosa.
Cómo es puntual tu forma
y qué justa tu vida por ahora.
Sin embargo lo efímero se posa largo tiempo
en el punto de asombro de tu mirada con el mundo
y en el frío sobre tus labios.

Como la vida consumada es peso y colma
la piedra coronada ilustre y ciega,
los cónsules tallados en olvido,
como al olvido memorable, te pulimenta el frío,
en qué diverso mármol, que transcurre y florece,
en tu modo delgado lo veloz es visible.

Qué temprano se ha hecho de pronto.
Los pasajeros ya nunca llegaremos a tiempo.
Eres la única que tiene la edad del alba.
Avanzar a esta hora, da regreso.
Tú solamente viajas a favor del viaje.

Demasiado temprano para todos
-pesados y pretéritos
en la rama delgada de la hora-
salvo para quien como tú
germina rumbo inmóvil a un venidero mediodía
cuyo ardor ignora iluminadamente
con el sol a la espalda.

-Alta contra la ráfaga de las visiones
reverbera sucesión y tránsito.
Lleva sobre la frente un tiempo intacto,
un álgebra de propósitos le encrespa el pelo claro
y es su corona el tránsito-.

Tu corona es el tránsito.

SILVIO MATTONI

silviomattoni

 

La durmiente

El ajetreo diario había cansado
cada uno de sus miembros, respiraba
suavemente al dormir cuando llegué
con paso ebrio y sin prender la luz,
bajo la luna cómplice que intercedió
a través de unas rendijas del postigo,
la miré un rato. Mis sentidos aún
no se habían perdido por completo
y el deseo volátil me impulsaba
a acariciar su cuerpo destapado,
pero no me animaba a despertarla. Conozco
la probada agudeza de su enojo, así
que con los ojos tan sólo la tocaba
y envidiaba a los rayos luminosos
que parecían sentir el calor de la durmiente.
Su pelo oscuro, menos sensible, se dejó
acomodar sobre la frente o deslizar
por la espalda desnuda. Puse mis labios
a un centímetro del hueco de su palma
que del techo esperaba la llovizna
de un perfume. A tu sueño ingrato, Ceci,
quería darle todo, en la veracidad
del vino, y las veces en que te movías
bruscamente suspirando, pensé que estabas
respondiendo a mis votos, vano augurio
que imitaba más bien cierta defensa
ante un íncubo que quisiera tenerte.
Hasta que la luna se hizo delatora
cuando moví el postigo para mirar tus piernas
y sacarme la ropa, y sus corpúsculos
de luz abrieron tus ojitos vivaces.
Con el codo apoyado en la cama dijiste:
“¿Qué hora es? ¿Recién venís a dormir?
¿Con quién estabas? Seguro fuiste el último
en irse, como si nadie te estuviera
esperando. ¿Y ahora que derrochaste
ya la noche entera, borracho, me querés
molestar cuando en seguida tendremos
que levantarnos? Me gustaría que pases
alguna noche como éstas que me das.
Acomodé la ropa limpia, leí, miré
la tele y no llegabas. Te mandé
mensajes que no contestaste. ¿Había
algo allá que te divertía más
que yo? Hasta que me venció el sueño
y apenas tuve fuerza para apagar la luz,
casi lloro de rabia y de preocupación.”

 

Silvio Mattoni: (1969, Córdoba, Argentina) Es poeta, ensayista y traductor.  Entre sus libros se encuentran Koré (2000), El cuenco de plata (2003), Poemas sentimentales (2005), La división del día (2008), El presente (2008), Héroes (2009) y La chica del volcán (2010).

 

COPI

Las escaleras del Sacré-Coeur 

Ahmed. – ¿Y si ese vacío fuera
el mismo para los dos?
No el vacío de la angustia,
sino aquel que nos separa
y que a la vez nos atrae.
Lou. – ¿Nos atrae para reírse?
¡Yo sólo ando con chicas
y vos sólo con muchachos!
Ahmed. – ¡O sea que somos vírgenes!
¡Y es nuestra oportunidad
para amasarte las tetas
y que vos sientas mi verga!
Lou. – ¡Oh, no, Ahmed, te lo ruego,
pará ya con esas bromas!
Ahmed. – No son para nada bromas.
Es como un truco de magia.
¡Y acá la tenés, mi amor!
¿Nunca tocaste una pija?
Lou. – ¡No, Ahmed, no me atrevería!
Ahmed. – Mirá que chiquita es,
cabe adentro de tu mano.
Lou. – ¿Es tan chiquita en verdad?
Ahmed. – Sólo aguarda tus caricias.
En tu seno va a adquirir
la forma de su deseo.
Lou. – ¿Y no me causará daño?
Ahmed. – No, te lo juro, te quiere.
Es como una crisálida
que sueña ser elefante.
Lou. – ¡Tengo miedo a tener hijos!
Ahmed. – No te voy a eyacular.
Sólo quiero que vos sientas
–o que tan sólo presientas–
la calidez de una pija
que tiembla contra tu vientre.
Lou. – ¡Oh, no, Ahmed, no tan rápido!
Ahmed. – No te voy a penetrar.
Deja sólo que mi pija
se pare entre vos y yo;
ocupará el mismo espacio
del vacío que causaba
tu gran desesperación.
Lou. – ¡Tiembla como un pajarito!
Ahmed. – Sí, la verga es como un pájaro.
Y un pájaro nadador.
Le gusta mucho bañarse.
Va a buscar en agua clara
de la fuente de tu centro
con qué apaciguar su ardor
y la sed que lo atormenta.
Ha volado para hacerlo
desde el Noroeste de África,
es un ave migratoria.
Lou. – ¿Me penetrás? ¡Mi Señor!
Ahmed. – El ave no es tu Señor.
Es un joven nadador
que busca rozar las olas.
Mírame ahora a los ojos
porque no hay otro lugar
donde veas el espejo
en el cual en un instante
te despertarás en mí.
Lou. – ¡Qué hermosos tus ojos negros!
Veo atrás de tus pupilas
una forma sin color
que avanza por el espacio.
Se vuela y después se posa,
como si no se animara
a descomponer el agua
fresca que ya la acaricia.
Ahmed. – Esa forma que estás viendo
es ave de la ternura,
Ave Fénix sin pereza
y cuya mayor nobleza
es esperar el momento
cuando en tus ojos veré
la llama de tu deseo.
Porque justo en ese instante
alzará su vuelo el pájaro
y te llevará con él
al cielo del porvenir
donde cada uno tendrá
el rol que llegó a ser suyo:
vos el rol de una muchacha
y yo, el papel de un varón.
Lou. – Al fondo de mi memoria
ya lo siento despertarse,
deseo ancestral por vos:
es el ansia de subir
a una bella alfombra mágica
y sobrevolar toda África
en un dibujo animado.
Siento excitarse mi alma
que tanto había olvidado:
la de mi primera infancia,
cuando soñaba volar
para alejarme del mundo…
Ahmed. – ¡Volemos juntos, mi alma!
¡Te amo!
Lou. – ¡Te amo, M’Hamed!
Perteneciente a, Copi / Teatro Completo de próxima aparición por Ed. El Cuenco de Plata /Traducción: Silvio Matton

MARÍA MASCHERONI

De El cansancio de los hijos

*

no había visto antes
ningún pájaro de vuelo terminado para entenderlo
¿cómo lo supe?
quieto más quieto echado de espaldas como ningún animal
así nomás    para nada    un pájaro no se queda inmóvil
ni apoya su espalda en la tierra

¿tienen espalda los pájaros?

las cucarachas sólo están de espaldas cuando les quedan pocos
recursos para vivir

antes    mucho antes    tuve delante de mí esta visión:
le arrojábamos piedras desde lejos
en esas circunstancias cualquier movimiento
un rumor    darían cuenta    advertirían
que la muerte continúa su trabajo
interminable sol poniente en una fotografía

¿qué quiere saber de la muerte del pájaro?

así mi padre se posaba cada día en el mundo
encogido de espaldas de costado
no está muerto    decíamos para los adentros cada vez
cuando en la piel el escozor se anunciaba

¿que cómo lo sé?
así lo sabíamos
lo sé porque cada tarde capturada la respiración por su imagen quieta
temiendo que lo peor sucediera a su alma cada tarde
cruzábamos la distancia que nos separa de su boca
y nuevamente -alivio impropio- su flaco aliento

a mi paso un pequeño pájaro echado
de espaldas en el suelo con las patas encogidas
abre una grieta entre pecho y cielo
no dudé cuando lo vi     sé que estaba muerto

¿cómo lo supe?

la postura del pájaro la postura de mi padre
hermanadas caminan ante mis ojos que extraviados
en los asuntos de la muerte comienzan a despuntar la vieja tonadilla:
sólo los hombres permanecen inmóviles innumerables días con sus noches
y quieren vivir

*

padre mío
has quedado en tumba ajena alada y animal
así estremecidos ceremonias y usos
con la generosidad de otra especie la calma parece acercarse

empecinado fuiste y tus hijos

el cuerpo de un pájaro concentra todos tus cantos
y las patas quebradas
a esta tumba -no es altar- vuelvo a llevar mis flores tardías

conozco el lugar    con mis manos fue cavado
con las manos de todos nosotros fue cavado
es que cavamos
para tener donde hincarnos    persignar
para bajar las cabezas y quedarnos sin padre

en este suelo -por dos siglos herido- cada tumba se levanta
borde piadoso y bullente de la tierra alzada

*

la confianza en que morirá
una idea angurrienta y altiva nos reúne
a poner la firma por vez primera

lo que está escrito está
en las morosas circunstancias que nos alcancen
todavía acosa cuando en sueños
accidentalmente rozo nuestra piel más fría

lo que escribamos -lo que se escriba- los que realmente estábamos allí

*

aquí hace falta una oración
la ternura no ha llegado

*

y la cabeza es perforada con el pico esta mañana
y la brecha es suficiente para encontrar en la precisa circunvalación
adentro la torcaza o el zorzal
para desbaratar el nido ardiente que quiere emprender vuelo
(¿eso es morir?)
artillería pesada operación grillete a la pata que todos conocemos
enmiendas   traducciones y costuras
todo eso todo eso sólo para volver a comenzar
entre tumores y milagros
la inveterada    la empeñosa vida

*

es como no haber aprendido nada
encolumnados de este modo en las desapariciones
violentos y vedados vástagos crecen por doquier
dejan su semilla aún entre las piedras y la arena
y cómo tratar tanta insolencia y bravura

es la narración que no termina
sin maestros en esta historia de hijos cansados

sólo un pequeñísimo pájaro en lugar del paso próximo
extinto    cantando para sí
como los nuestros

JOÃO CABRAL DE MELO NETO

IV
(Discurso de Capibaribe)

Aquel río
está en la memoria
como un perro vivo
dentro de una sala.
Como un perro vivo
dentro de un bolsillo.
Como un perro vivo
debajo de las sábanas,
debajo la camisa,
de la piel.
Un perro, porque vive
es agudo.
Lo que vive
no entorpece.
Lo que vive hiere.
El hombre,
porque vive,
choca con lo que vive.
Vivir
es ir entre lo que vive.
Lo que vive
incomoda de vida
al silencio, al sueño, al cuerpo
que soñó cortarse
ropas de nubes.
Lo que vive choca,
tiene dientes, aristas, es espeso.
Lo que vive es espeso
como un perro, un hombre,
como aquel río.

Como todo lo real
es espeso.
Aquel río
es espeso y real.
Como una manzana
es espesa.
Como un cachorro
es más espeso que una manzana.
Como es más espesa
la sangre del cachorro
que el cachorro mismo.
Como es más espeso
un hombre
que la sangre de un cachorro.
Como es más espesa
la sangre del cachorro
que el propio cachorro.
Como es más espeso
un hombre
que la sangre de un cachorro.
Como es mucho más espesa
la sangre de un hombre
que el sueño de un hombre.
Espeso
como una manzana es espesa.
Como una manzana
es mucho más espesa
si se la come un hombre
que si un hombre la ve.
Como es todavía más espesa
si el hambre la come.
Como es todavía mucho más espesa
si no la puede comer
el hambre que la ve.

Aquel río
es espeso
como lo real más espeso.
Espeso
por su paisaje espeso,
donde el hambre
extiende sus batallones de secretas
e íntimas hormigas.
Es espeso
por su fábula espesa;
por el fluir
de sus jaleas de tierra,
al parir
sus islas de tierra negras.

Porque es mucho más espesa
la vida que se desdobla
en más vida,
como una fruta
es más espesa
que su flor;
como el árbol
es más espeso
que su semilla;
como la flor
es más espesa
que su árbol,
etc. etc.

(Traducción: Raúl Santana)

DANIEL MARTUCCI

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De Peste Bufónica

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Daniel Martucci (Buenos Aires 1957) es autor de El alma del murgón (teatro-1987),Peste Bufónica (poesía-1991, reeditadi en 2011) y Cámara Profana (poesía-2004). Su libro inédito Fixionauta (teatro-1994) integra La Cactus Collection y será publicada en pocos meses. Fue coguionista de la película El túnel de los huesos (de Nacho Garassino), estrenada en 2011.

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