Con mis huesos en rama

Marcelo Dughetti

*

Hija…
yo no puedo salvarte de nada
pero te prometo un paraguas roto
un poema a media mañana
la soledad de la única flor de la enredadera
la canción con la que te acuné
los feriados al sol leyéndote cuentos
la mamadera tibia
los caramelos de menta
mi abrazo que es como la flor de esa enredadera
una oración vieja
el arroz pasado con aceite normal según vos
cualquiera que no sea de oliva
las aceitunas de la pizza que pedimos los viernes
los automóviles con patentes impares
el color rojo
la lluvia en las mañanas del sábado
los grillos en la caja de fósforos
los caminos que siempre van a Roma
y los otros que nunca se sabe
bueno
que duermas bien
te extraño
mayo se ha perdido
junio es un animalito suelto en el patio.

*

Hoy llovió a mares quise morirme varias veces
y varias veces salí a ver la lluvia
cayeron piedras chiquitas como una vergüenza de amor
fui al ciber en la esquina de la policía
para escribirte un poema que tuviera caballos
entré empapado y pedí una máquina
en las catacumbas de los juegos electrónicos los pibes buscaban felicidad
gritaban «muerte al francotirador»
«muerte a los que viven debajo de las piedras»
«a los que usan turbante», «a los que le hablan a los camellos»
«a los que inventaron la poesía»
que alegría de matar a tantos y al sonido de las pistolas Jericho
ametrallando familias completas
no quise oír más , armé los auriculares con música de Gillespi
y mientras llovía y ametrallaban y gritaban muerte
y caían piedras pequeñas como vergüenza de amor
yo te escribía este poema, al borde de todas las guerras del mundo.

*

*

Cuando lleguen las dos de la tarde
y estén esos pájaros que no sabes nombrar
escritos como notas musicales en los pentagramas de la electricidad
ahogándose en la claridad de una luz cegadora
y el monte zumbe hirviendo la tierra, el agua de la laguna
no vuelvas a casa, no llames, no toques a mi puerta
la casa está muerta y muerto el perro que ladró dos veces
por la mirilla de la entrada te veré alejarte, eras la vida
su amoroso instante.

*

*

Marcelo Dughetti nació en Villa María en 1970. Bibliotecario, fundador de las revistas literarias La araña de carbón y Arena. Publicó, en narrativa La bicicleta roja (Recovecos, 2007). Algunos de sus más de diez libros de poesía son El monte de los árboles sogueros (Recovecos, 2007), Los caballos de Isabel (Recovecos, 2009), Fui a cuidar los árboles (Llanto demudo, 2013), Ciervos Rojos (Borde Editora, 2019) y Galgos de sol (EDUVIN, 2019) al cual pertenecen los poemas aquí presentados.

Cuando la muerte sorprendió a Fassbinder

poemas de Carina Sedevich

To my brother Leo

Hermano, cómo pasan los días. Le contabas por teléfono
acerca del calor aquí en el sur a tu amigo de New York.
El sol, seis minutos más tarde que la mañana en que llegaste,
asoma y quema. Cuando la muerte sorprendió a Fassbinder, lo hizo
dentro de su casa. Pero su hogar fueron sus películas. Creía
que rodar sobre un tema absoluto, sin final, era la única
manera decente de vivir. El sol saldrá mañana siete
minutos más tarde. En el lugar en que estés habrá un refugio.

Kárhozat o La condena

El hombre conoce el filo del cuchillo que le raspa la cara
por el sonido espeso y gris. Cae la lluvia sobre el bar
y la mujer que canta dentro tiene el pelo húmedo.
Cada película del húngaro es una caja de música.
Los diálogos son innecesarios, pero en un momento
alguien dice: “todas las historias son de desintegración”.
El protagonista vacía la copa de un trago y yo me ahogo.

*

David Carradine

Según Tarantino, la cámara fue hecha para mostrar a
la gente matándose y besándose. Hay mañanas en que estoy
para siempre entrando con un hombre en un hotel.
—La hierba del invierno cruje a nuestros pies y desde fogatas
invisibles sube el humo que perfuma el aire.—

15 de mayo

La mañana de ese día estuvimos en New Plymouth,
seis horas hacia el oeste, junto al mar de Tasmania.
El cielo era casi blanco sobre el Fitzroy Park.
Nos paramos en un puente para ver nadar los patos
y compramos sándwiches y sidras a unos franceses.
Para la foto nos sentamos en el pasto gris.
La botella en mi mano se ordena con el horizonte.
Detrás de nosotros conversan dos viejos y unos
mirtos oscuros parecen inclinarse para siempre.

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12 de mayo

En Wellington entramos a todas las tiendas
del Salvation Army sobre la calle Cuba.
Me probé un saco largo de cuero rojizo
y pensé que podría dejarlo colgando
detrás de la puerta de una casa alquilada
en una película de Aki Kaurismäki.

Mi vecino está desnudo y come, al otro lado
del patio, en su cocina. Es alto y joven.
Llega el perfume de la manteca blanda
sobre la miga de la tostada tibia.
Mientras la piedra de los astros muta,
como el lecho de un río se deslava la noche.

*

*

Carina Sedevich nació en Santa Fe de la Vera Cruz en 1972 y vive desde su infancia en Villa María, Córdoba, Argentina. Es autora de los libros La violencia de los nombres, Nosotros No, Cosas dentro de otra cosa, Como segando un cariño oscuro, Incombustible, Escribió Dickinson, Klimt, Gibraltar, Un cardo ruso, Cuadernos de Lolog, Lavar a la madre, Los budas y otros poemas, Lejanas bengalas estallan, Flor cineraria, Grandes metales oscilantes crujen, y Cuando la muerte sorprendió a Fassbinder (2020) con dibujos de María Alicia Favot, del que se tomaron lo poemas presentados. Su obra ha sido editada en diversos países de Europa y Latinoamérica y traducida al portugués, al inglés, al italiano, al mallorquín y al polaco. Dirige desde 2018 la revista de arte, ciencia y cultura Ardea, de la Universidad Nacional de Villa María. Es profesora de yoga y meditación.