una premonición queer

aníbal cristobo


Una oferta humillante para un ingeniero

Sabíamos algo: que el experimento llegaría
en el mismo fascículo
en que se reseñaba una variante revolucionaria del
I-Ching, y algunos deportes
descatalogados. Pero no que un mediodía, aburridísimo,
el más joven de los camioneros
sacaría un imponente grillo de Malasia
de su fiambrera y lo dejaría caer sobre el mapa del distrito,
en una señal falsamente copiada de las mafias aztecas.

La huelga duró diez días, la llamaron “la huelga de los diez
abetos”, y cuando terminó era imposible encontrar la revista.
Improvisamos, con las informaciones que llegaban por radio,
transcribiendo las dudas
en la libreta verde ¿Se trataba de una prueba específica,
o los resultados se sucederían hasta el infinito?
¿Los materiales debían emular
a los usados por los precursores?
¿Afectaría el experimento nuestra imagen exotista del mundo
y del espectáculo? ¿Crearía entre nosotros un lazo indisoluble,
si fracasábamos
-como quedan unidos los niños
que matan a un amigo jugando?

Déficit

Sucederá en verano, antes de que fermente
la experiencia para comprenderlo: vas a ver una pista
de patinaje vacía, y un guante caído sobre el hielo,
y vas a pensar que esa era mi idea
del amor. Será de noche, tu madre
y yo estaremos viendo un documental
de tortugas marinas: vas a llegar
criticando ese gusto nuestro por un mundo
extinguido, haciendo chistes fáciles, y te vas a encerrar,
con un humor de perros, a buscar este poema.

La soledad organizativa

En el mercado, oíste habla nuevamente
de ese grupo de hombres que dibujaban, en una habitación cerrada,
una canoa atrapada en el hielo.
Se reunieron después del desayuno,
sin un plan previo, observando el modo en que el viento
hacía ondular sus corbatas
cerca del acantilado. Uno de ellos
volvió la vista un instante hacia su despacho y recordó
que con 20 años se había aficionado
a fotografiar a su hermano. Guardaba un par
de buenos retratos: ¿por qué
no llevarlos a la expedición? También conocías versiones
acerca de la trucha; y de cómo uno de los hombres
había resultado herido y se mantenía
en silencio, en un ángulo del salón de reuniones,
dibujando en la tierra con un trozo de alambre. Los rumores
se multiplicaban; cualquiera de nosotros
puedo haber estado en esa habitación, tiritando. Las lonas
de las fruterías comenzaban a sacudirse con la tormenta.


Aníbal Cristobo, poemas pertenecientes al libro Una premonición queer (Zíndo & Gafuri, 2015)