Parterre de los deseos cumplidos

Eugenia Coiro

*

El deseo tiene un muy fino talle y en sus
palmas arde la ausencia.

Odiseas Elitis

ahora mi sombra
es solo eso
un pedazo de oscuridad
al lado mío
un matiz que tiñe las cosas
te hablaba
con señales de humo
intentaba envolver
mensajes en el aroma
del café
la magia de desear
vuelve posible
el cuerpo
pensaba
calculaba próximos envíos
solo para después
olvidar mis promesas
quería volcar
en cada signo
mi amor

ahora mi sombra
es solo eso
un pedazo de oscuridad
tiñendo las cosas

*

cómo resiste lo vivo
tu miedo volcán
endureciéndote
igual a esas rocas
grises negras porosas
sedientas de amor
impermeables
tus miedos
prendidos
garrapata
chupando
agujereando tu piel
despedazando
la esperanza
de estar
un poco más cerca
de mí

*

Hacer un pequeño pozo
en la tierra negra
húmeda de noche
arrastrar
con los dedos abiertos
grumosidad oscura
la vida
hasta lograr
hundir
en ese hogar nutricio
de humus
y gusanos
el corazón batiente
para cubrirlo
montañita apenas
dejar que crezca
pasto
sobre lo que fuimos

La noche negrísima, el cielo invisible. Una luz blanca resalta
los bordes de las plantas, verdes fantasmales, agudas ramas.
Tu cuerpo hacia mí, a la distancia, es ilusión, no me ves.
Una película de dureza separa los mundos, y tu jardín
impávido se deja cerrar.
No me duele el corazón, estoy anestesiada, yo también
suspendida en la sorpresa ante tanta oscuridad.
Grita un búho y gira su cabeza, señala un camino de vuelta.
No sé cuánto tiempo pasó desde que entré. Recuerdo que
era de día y el sol calentaba la piel desnuda de mis brazos.
Ahora el frio me suena en los dientes. Se confunde el temblor
con los pasos sobre las piedras grises. Vuelvo. Los pies toman
consistencia y creo que ya tengo colores propios.

*

Eugenia Coiro: Nació en Buenos Aires en 1978. Es periodista (Tea) y correctora literaria por el Instituto Eduardo Mallea. Desde 2014 coordina talleres de escritura en Siempre de Viaje-Literatura en progreso. Forma parte del staff de Viajera Editorial. Publicó los libros: Fragmentos del fin (Viajera, 2016), Agua o niño que corre (Viajera, 2014), Bengala Hotel (Viajera, 2011), 374 (De los Cuatro Vientos, 2007) y Espacio Interior (Tren instantáneo, 2021)

El reposo de las series

Karina Macció

***

Hoy vi Grey’s Anatomy
es de las cosas que podés hacer en reposo
quería ver algo en la tele
ya no es prender y que aparezca, ya no
esa tele no existe más
esa serie la veía cuando era llegar, agarrarla en Sony
ya no esa coincidencia, esa sorpresa
ya no ese esperar
ahora selecciono en Netflix
nunca sé muy bien
qué quiero ver
House of Cards la terminé, Claire dice:
It’s my turn
me río mucho porque es súper mala
pero aún así mucho mejor
que su marido, además
todo es yanki y no me importa
de verdad no me importa
cuando me puse a ver El marginal
me dolió, no pude seguir
a veces no puedo con la ficción argentina
es muy real.
Orange is the New Black no está buena
Alex y Piper parecen haber resuelto
sus dramas, ahora las reclusas
tomaron la prisión y el conflicto
¿cuál es?
¿que no saben organizarse?
¿que se comportan salvajes?
Caos y desidia, mucha suciedad, falta de luz
no hay energía.


Quiero engancharme con Game of Thrones
Jon Snow había muerto pero claro que no
si en la misma serie dicen:
What it is dead may never die
entonces esperemos
que lo muerto regrese y viva.
Me pregunto
cómo seguir así
con tanta gente muerta regresando
llamada a la vida por algunos
qué tedio tanto volver
porque morir no es fácil decía Plath
y menos regresar de la muerte.


Ojalá yo viviera en ese mundo neomedieval
donde el asombro de Jon Snow
resurrecto dura
apenas unos minutos
hay tanta guerra y masacre que las prioridades son otras
se apresuran por combatir, recuperar casas y títulos,
ganar tierras, tronos.
Daneris no puede decir completo su nombre
es tan largo que aburre
y a Jon Snow nadie le pregunta
–Che, cómo estás, cómo fue estar muerto durante dos días,
ser traicionado, emboscado, apuñalado, desangrado…
cómo fue
de pronto despertar
de nuevo
en este mundo?
¿Cómo te sentís?
Jon Snow apenas habla, pone cara tristona
no entiende por qué está ahí, en esa trama
pero le das una espada y pelea
aunque diga He fallado, Estoy cansado
pelea, pelea, pelea
aunque pierda el sentido
pelea
eso
su cansancio, quizás,
quizás lo digo yo, o es
una mala traducción
la mía.


Hoy vi Grey’s Anatomy, me pregunto cómo
los médicos pueden lucir así
impecables después de cirugía
tener tiempo para conflictos amorosos
hablar sin parar de forma tan ocurrente
pero ayer observé que si olvidás la actuación
–los cuerpos de la serie–
todos hablan igual
el estilo es de los escritores
los personajes se enredan en su discurso neurótico
no prestan atención a lo que pasa
ellos son
pacientes de sus escritores
cirujanos cirujaneados.


En el episodio de ayer
Grey daba una clase
por momentos la narradora
es poeta
recita
tus pulmones quieren respirar
tu hígado quiere funcionar
tus músculos quieren moverse
tu corazón quiere latir
pero es el cerebro quien decide, dirige
el cerebro de pronto
se puede apagar

y dejarte en un balcón asustada
sinsentido absoluto hiperconsciente
el brazo con espinas de pequeños cactus
la mano hecha un puño inerte
absolutamente consciente
me río
vos no me tocás
vos me mirás
vos esbozás una sonrisa piadosa
vos no estás
absolutamente consciente
no tengo ningún control
nadie me toca excepto para moverme
paramédicos con celular
hablar me cuesta como si la mandíbula fuera piedra
no sé si me entienden
estoy en una cápsula
transparente y piedra
entonces me río
es muy absurdo, pienso
soy joven para esto
me río
me dejo fluir en el abismo de no entender
mi propio cuerpo
me estás abandonando
no te vayas
no te vayas


y no se fue.


Ahora en el reposo de las series, recito
tu pulmones quieren respirar
tu hígado quiere funcionar
tu corazón quiere latir
no hay un porqué
repito
sinsentido
pongo play
para ver cómo un grupo de escritores se divierte
con parlamentos imposibles
dichos por bellos médicos que no existen
en los que deseamos creer.

***

Karina Macció: Buenos Aires, 1974. Profesora de Semiología en el colegio Carlos Pellegrini, dirije Viajera Editorial y el espacio de talleres Siempre de Viaje Literatura en Progreso. Poeta, traductora, gestora cultural. Algunos de sus libros de poesía: Pupilas Estrelladas, Siesta, 1998, Ferina, La Bohemia, 2001, Lestrygonia, Aurelia Rivera, 2003, Impresos en rojo, Gog y Magog, 2006, La pérdida o La perdida, Viajera, 2008, Diario de la Transformación, Viajera, 2011, Mis Peores Poemas de Amor, Siempre de Viaje Ediciones, 2012, Amarillo (amar y yo), Ocre, volumen 1y 2, Ama de caza, Editorial Lisboa, 2021. El poema aquí presentado pertenece al libro Tu corazón partido sigue latiendo (Viajera Editorial, 2020).

Polillas, pantanos, preguntas

Mary Oliver

*

sobre El trabajo del sueño, Mary Oliver (Caleta Olivia, 2021) traducción Patricio Foglia y Natalia Leiderman)

***

Las largas caminatas por el bosque, los lagos, el deshielo, los ojos asomando entre la fronda, las polillas que arden, el árbol del pantano, las raíces profundas penetrando en el sueño, todo eso hay en la poesía de Mary Oliver. Se trata de ese largo y paciente camino de aprender“poco a poco a amar / el único mundo que tenemos”. 

La naturaleza como espejo, como metáfora de los propios deseos y temores, como oportunidad de agradecer la abrumadora sensación de estar vivo. Y la sorpresa, el asombro que nos liga con los animales, ese instante de atención y de puro presente que a los pocos segundos nos devuelve una humana sensación de belleza.

Mary Oliver, nacida en Ohio en 1935 y muerta  en 2019 a la edad de 83 años, escapa siendo adolescente de un padre abusador y se aloja en la casa de la poeta Edna St. Vincent Millay (la primera mujer en ganar el Premio Pulitzer) en las afueras de Nueva York, a poco de fallecer esta. El trabajo del sueño, publicado a sus cincuenta y un años, vino tres años después de  American Primitive (1983) por el cual también ella había ganado el Pulitzer y había comenzado a hacerse cada vez más conocida.

En este libro, la luminosidad de Oliver está frecuentemente interferida por recuerdos dolorosos (el poema “Furia”, por ejemplo, sobre el abuso paterno, o “Un visitante”, una especie de escena  auto reparadora), por un proceso de búsqueda interior y de liberación. “Aquel invierno mi mente había dado un vuelco (…) Ya estaba lista, pero tenía miedo”, “Más tarde / en el hospicio / empecé a distinguir, entre las aguas rojas / de la confusión; /descosí / las profundas puntadas / de mis pesadillas”.

Las preguntas abiertas, la sombra de la muerte, se alternan con la dicha y la celebración  -que su mirada encuentra casi siempre fuera del cuadro humano- descubriendo que “el tiempo de la plenitud / está enterrado bajo años de paciencia”

Los traductores, Patricio Foglia y Natalia Leiderman (que ya habían volcado a nuestra lengua Pájaro Rojo,  un libro cronológicamente posterior en la producción de Oliver), han logrado transmitir el pulso y la vitalidad de su poesía: “Traducir quizás sea como contar un sueño, traerlo a la fragilidad de este mundo –dicen en el prólogo- “tener un cuerpo vivo entre las manos, y trasladarlo de una orilla a otra del lenguaje”.

De aliento por momentos whitmaniano (“¡Soy tantas! / ¿Cuál es mi nombre?”) los poemas de Oliver nos regalan imágenes traslúcidas. Pero para lograr esta apariencia de naturalidad hay un trabajo profundo, con el lenguaje y consigo misma. La experiencia de una materia más densa, más opaca, de un espesor sanguíneo que asimila  el reflujo del mundo natural a procesos internos, en una aspiración a que se desenvuelvan sin intervenir, como el bosque en el tiempo de nevadas profundas, el río que deshiela , las olas que suavizan poco a poco la aspereza de las rocas. Verse a uno con ese mismo asombro, esa distancia y ese agradecimiento por poder ser parte del  viaje. Como aquella tortuga que “…colmada / de un antiguo y ciego deseo” realiza lo que debe sin pensar, sin siquiera poder distinguirse del mundo.

Especie de apertura, o de despojamiento personal cada vez más cercano al de la piedra (capaz de absorber y reflejar el calor que le llega), más allá de la esperanza o el deseo. Pero a la vez se sabe, “esas vidas refulgentes, sin conciencia” son parte de algo a lo que nunca podremos pertenecer del todo. El trabajo del sueño entonces, se parece más bien al que se narra en el poema “El viaje”: “un día por fin supiste /lo que tenías que hacer, y empezaste / a pesar de las voces / y los malos consejos / a tu alrededor (….) Y el camino estaba lleno de ramas /caídas, y de piedras. / Pero de a poco / mientras dejabas atrás las voces / las estrellas empezaron a arder”.

*

Mario Nosotti (Revista Ñ. 30/04/21)