Una segunda vida

François Jullien

sobre Una segunda vida, François Jullien (Cuenco de Plata, 2021, traducción Silvio Mattoni)

François Jullien, filósofo francés especialista en lengua y cultura china, se interroga en este nuevo libro sobre la posibilidad de salir de la repetición y empezar una vida radicalmente distinta a partir de la asimilación de lo vivido.  

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A veces lo importante para pensar algo nuevo es encontrar la pregunta precisa, una que nos convoque por entero. Ese cuestionamiento muchas veces se impone y no es el resultado de nuestra voluntad sino de un largo y azaroso proceso. Llegado cierto punto en nuestra vida  -que no necesariamente coincide con la vejez- aquella a la que fuimos “arrojados” y en la que nos formamos, luchamos por ganarnos un lugar y por “ser alguien” , y en la que más que decidir avanzamos a ciegas sobre lo desconocido, nos podemos plantear para qué seguir viviendo.  Algo comienza de algún modo a agotarse, a perder su sentido,  a la vez que somos cada vez más conscientes de nuestra finitud.  ¿Cómo seguir entonces? ¿Puedo acaso no repetir mi vida, sino retomarla y empezar verdaderamente a existir?

Esa palabra y ese concepto, el de “la retoma”, será el que Françoise Jullien proponga para encontrar una salida al dilema. Ya que si una segunda vida es posible, difícilmente sea el producto de un corte o de una conversión fruto de un acontecimiento excepcional. Por el contrario, provendrá del curso mismo de la vida que en forma silenciosa  y casi imperceptible empieza a decantar aquello que la restringía, la empastaba y la mantenía anclada.

¿Cómo sucede esto?  Sustrayéndose poco a poco de la vida instaurada, por mutaciones mínimas que van ganando terreno, empezamos a reconsiderar globalmente nuestro tránsito vital. Una nueva y creciente lucidez nos permite discernir la filigrana que recorta y torna visibles configuraciones que antes no sospechábamos: comenzamos a advertir lo primario de la vida disimulado bajo las enseñanzas de la moral, la educación, las condiciones impartidas, a la vez dadas y sufridas.  Una vida que se ha elaborado y que se desacopla lentamente de sí misma empieza a elegirse y a reformarse.

Jullien recalca una y otra vez que no se trata de un cambio voluntarista, empujado por alguna  disciplina o receta de autoayuda, sino de una reorientación en función de verdades más íntimas, que no están codificadas, sino que han decantado a partir de la propia experiencia. Y ahí entra además, como telón de fondo, el momento en que de un modo u otro, uno puso su muerte delante de sí. 

Desarmando los estereotipos de la sabiduría (algo que llegaría con la vejez, y que él ve más bien como coartada de un pensamiento  hegemónico y complaciente), analizando la figura de “el sabio” a partir de los griegos y diferenciándola del modo en que la concibe la filosofía China (Confucio), o exhumando las distintas acepciones del concepto de experiencia, Jullien analiza la naturaleza de “lo segundo”, que implica “lo que viene después”, para mostrar hasta qué punto esta segunda vida se descalza de la anterior.

La retoma es puesta a prueba a partir de la propia trayectoria intelectual de Jullien: después de haber “elegido” abandonar a los griegos y desplazarse a China (quizás el lugar más lejano) para filosofar desde otro ángulo, después de haber puesto frente a frente las lenguas-pensamientos de China y Europa, para sondear lo impensado en cada una, empezó a formularse la cuestión de qué era posible aprehender de ese enfrentamiento. La respuesta es algo así como un nuevo acceso a la experiencia, “porque ¿se puede pensar lo más inmediato –lo que es vivir– de un modo que no sea por medio de un rodeo?”

Jullien se apoya en la filosofía (de Descartes y Montaigne  a Hegel, Niesztche y Heidegger) sin ignorar que es en la literatura (las palabras de Proust y de Stendhal) donde mejor se expresa el movimientos ambiguo y subterráneo de lo vital. Echando mano a textos como el  Zhuangzi  (libro fundacional del taoísmo), pone en el centro cuestiones más bien ajenas al pensamiento occidental, como el desprendimiento, lo procesual  (lo contrario a la ruptura) y lo acumulativo o la decantación.

Retomándose, dice Jullien, la vida puede desplegarse como existencia, es decir, como capacidad de mantenerse afuera, “fuera” de los límites y las definiciones proyectadas, de la necesidad de imponerse al mundo. Separándonos poco a poco de las adherencias  de la primera vida, y como consecuencia de haber pasado por ellas una y otra vez, la opción de una segunda vida se vuelve la primera elección efectiva y radical. Entre otras cosas, la posibilidad de un segundo amor, ya no basado en la posesión sino en la infinitud de lo íntimo, encuentro solo posible si no se  obstruye ese entre que hace emerger al otro, esa distancia que recupera su alteridad.

Mario Nosotti (Revista Ñ 24/04/21)

La luz que respira en la llama

Loreley EL Jaber

…..

El pedido

Enciendan una vela cuando me vaya
apenas me sepan en viaje.
Olvídense de todo
como yo también
borro y escribo
este ruego en el aire

Puede que la noche les traiga mi mensaje
que corran a buscar fósforos
que duden
si alumbrarme o
quemarme

Como sea,
bendigo la luz que respira en la llama

*

Burka

Entro a la casa y juego
con la gasa negra de mi abuela
invento un burka y con los ojos
protegidos por la tela
miro desafiante
todo lo que me rodea

No hay oscuridad, como imaginaba
Veo
de hecho
mucho más de lo esperado

Veo a mi abuela y a su madre
veo lo que ellas vieron
cientos de mujeres veo
espantada
mirándome

*

Semilla

Mi padre lleva alrededor de los ojos
los picos afilados de unos gallos
que riñeron con él
Su cara tiene esa
y esta otra marca:
un diente cortó filoso su carne de niño
Mi padre se quiebra
cada vez que recuerda el encuentro
con su padre
Bajar del barco y verlo
después de tanto
Verlo y querer
incrustarse
en el pecho de ese hombre
vivo
Como si plantara una semilla
mi padre cuenta la fuerza
del pico, del diente, del padre
para que no olvide
que esa sangre negra y dulce
también es mía

*

Conjuro

Ay, hijo,
qué te hacen
qué quieren

Deciles que tu mamá es inmensa
más grande que el universo
que tiene un odio antiguo acumulado
en sus manos
que puede deshacer el hilo
que sostiene
una
a una
sus pequeñas almas

Ay, hijo,
qué quieren, qué te hacen

Hoy te vi rendido
y llena de odio convoqué la negrura y
tuve miedo

*

Despertar

Ayer, con un desaliento
que me quitaba el aire
dormí con mis hijos
Hoy el sol me despertó en su cuarto
muy temprano
No fue la belleza tibia de un sol mañanero
fue la fuerza caliente de un rayo impetuoso
Fue como si dios
me sacara de un tajo los párpados
como si me dijera
sin amor alguno:

“Despertate y mirá.
Respiran”

***

Loreley EL Jaber (Buenos Aires, 1972) Doctora en Letras (UBA) e investigadora del CONICET. Da clases de Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y en la Carrera de Artes de la Escritura (UNL). Publicó los libros de poesía La playa (Viajera Editorial, 2010), La espesura (Ediciones del Dock, 2016), Un barco (Ediciones Arroyo, 2020), el libro de ensayo Un país malsano. La conquista del espacio en las crónicas del Río de la Plata(Beatriz Viterbo / UNR, 2011), el volumen “Una patria literaria”, de la Historia crítica de la literatura argentina (Emecé, 2014). Ha realizado la edición crítica de Derrotero y viaje a España y las Indias de Ulrico Schmidl (EDUNER, 2016). Los poemas aquí presentados pertenecen a su último libro Nunca hay suficiente mar (Baltasara, 2020)