Ramiro Pelliza
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Amaneció de noche. El cielo con la luna tan adentro. Pero, ¿acaso no era demasiado temprano para la grisácea?
Amaneció tarde aquella noche. Que lo mismo sería: ya no estás aquí a mi lado. Pero nunca tuve tamaña soledad como para darle tu nombre. Jamás pude contemplar una sonrisa desde adentro.
¿Existirá, realmente, alguna forma de llorar en orden? ¿Y de enjuagarse los errados pronósticos del clima?
Ay, lastimadura de loro, herida que es repetición en slow motion de lo de adentro; del bordecito de la sangre que hace rojo en la superficie; Ay. Decir dolor en el momento en que no lato, en que no sirvo ni como eclipse. Ya no soy apto para cercanías; donar mi sangre sería desear que pudieras acuchillarme en otro cuerpo.
Ya no tengo ni la fruta podrida para hacer versos con un Paraíso desflorado. ¡Mierda, carajo! Hasta lo escatológico es una pluma asfixiada entre su viento.
Que no puedas calarme, no deseo.
Que no puedas parar de bostezar en el momento en que la luna se haga cráteres en su reflejo apedreado en el desierto. Que tengas sueño y que no duermas.
Que te resbales, torpe, hasta con las sábanas en las que, a partir de ahora, te despiertes.
Que desayunes tarde, y más tarde llegues, demorada, culposa, triste, con el tener encima los encantos hechos antecedentes.
Que te hamaques para un solo lado. Que tu calesita no de la vuelta o que no tenga sortija.
Que seas de un color que nadie sepa, transparentita.
Ay, dolor, si te pudiera llamar así, ya no estaría solo.
Ramiro Pelliza: nació en Buenos Aires en 1990. Pulicó La inquietud en la inercia (Huesos de Jibia) y Llorar en Orden (Ediciones en danza, 2018), al cual pertenece el poema presentado. Formó parte del grupo Las Puntas del Clavo.