REGLAS PARA LA ALQUIMIA DEL VERBO

sobre El método del discurso, Fabián O. Iriarte (Tren Instantáneo, 2022)

El método del discurso, de Fabián Iriarte, podría tener como subtítulo “el libro de  las asociaciones”, o bien “de las metamorfosis”,  aquellas que el lenguaje opera en las palabras y las cosas. Nada es en este libro caprichoso ni aleatorio, como no lo es tampoco en la imaginación, que responde a lógicas sutiles, muchas veces cercanas a algo más parecido al magnetismo o la intuición. Descartes escribió su famosas Reglas en las que aconsejaba reducir gradualmente las proposiciones complicadas y oscuras a otras más simples para después, partiendo de la intuición de estas últimas, “elevarnos por los mismos grados al conocimiento de todas las demás”.  (Regla V, R. Descartes, Reglas para la dirección del espíritu)

De algún modo Fabián Iriarte invierte la proposición cartesiana. Es el lenguaje el que dejado en libertad busca lo que le co-responde. Solo hace falta mano y oído, hace falta saltar la represión del sentido común para que él mismo (el sentido común) nos muestre su belleza, su disidencia, hasta llegar a ser esa “cosa con plumas” con la que Emily Dickinson, recluida en su habitación de Amherst, creyó identificar a la esperanza.

El método del discurso  se compone de cincuenta discursos que rompen con las divisiones genéricas; son poemas en prosa, microensayos, fábulas dadaístas, relatos breves, digresiones borgeanas, saberes al servicio de la sorpresa (y la gracia).

“Mucha gente se preocupó por encontrar soluciones a la pérdida y el desconcierto. Se idearon regulaciones, normas e instrucciones para que el espíritu sepa qué hacer”. Esas “Reglas para la dirección del espíritu” que Descartes buscó con ahínco, tienen en el libro de Iriarte una singular apropiación. El espíritu se mueve, y se mueve según correspondencias, según las resonancias que crea su complejo instrumento asociativo. No se trata ya del discurso como serie perceptiva  para erigir un método de conocimiento, sino uno que sea capaz de generar sus propias reglas, reglas que difícilmente puedan fijarse, ya que justamente lo que hace la poesía es recrearlas a cada paso, usarlas como escalón o plataforma para saltar más lejos, para ir más allá.

Mezclando erudición, autobiografía, registros varios, pero sobre todo hilvanando magistralmente las perlas del collar significante, mostrando que las palabras, los objetos e ideas pueden desdoblarse y volverse a plegar cual origamis, creando especies nuevas, criaturas nunca vistas – aunque geométricamente irrecusables, completamente lógicas- esta colección de breves parlamentos asume naturalmente la idea de lectura como acto de la inteligencia, de reivindicación imaginativa, de ampliación del campo de batalla.  

Mario Nosotti

***

*

El método del discurso / 6 poemas de Fabián O. Iriarte

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DISCURSO SOBRE LAS TRANSFORMACIONES DEL AGUA

El agua sale de un pequeño agujero en la punta del pene. Por la misma abertura sale el semen, que alguien llamó “la semilla de la vida”. Las semillas necesitan agua para germinar. El agua cae encima de anchos campos, en forma de lluvia. Dicen algunos mitólogos que la lluvia es la orina de Dios. Dios hace pis. Dios llueve; llovizna, chubasco, garúa, precipitación.

La orina también es “lluvia dorada”. El pis convertido en oro. Algunos desean beber la lluvia de oro. Oro y orina son dos palabras. Hay una semejanza entre ambas. El dios Zeus entró a Dánae convertido en lluvia de oro. Finas gotas doradas que dibujan una cortina en el paisaje. Como las rayas de oro que iluminan las pinturas renacentistas. Filigrana diminuta. Algunos se equivocan y dicen “orín”. El orín es el oro de la oxidación. Es la representación del pasado.

Nuestros cuerpos nunca están en el pasado. Somos 80% de agua y el agua fluye constantemente de nosotros: sudor, lágrimas y orina. El agua fluye y huye. El llanto es la orina de los ojos. Lloramos y hacemos pis. Transpiramos bajo el oro del sol. El cuerpo expulsa agua y recibe agua sin cesar: bebemos agua, hacemos agua. En inglés, “hacer agua” significa orinar. Los barcos también hacen agua cuando se hunden. Se hunden y se funden con el agua. A veces los barcos orinan negro; otras veces, dorado. El petróleo es el oro negro que se derrama sobre un amplísimo cuerpo de agua: el mar. El mar es la orina del planeta terrestre.

Nunca nos bañamos en el mismo mar. En el mismo río. Heráclito mismo bebía agua y orinaba. Yo lloro cuando me siento triste. Un 80% de mi cuerpo se derrama. Todo cambia, todo se transforma. El agua es agua, río, mar, océano. Es orina y transpiración, lágrimas y perlas. El discurso, también, fluye como el agua.

*

DISCURSO SOBRE ISABELLE HUPERT

Esta actriz francesa hace una mueca asaz ambigua, que he detectado en varias películas. Me encanta su actuación, me encantan los personajes que interpreta. Comparto esta fascinación con un amigo.

En cuanto a mí, el número dos parece ejercer una atracción inexplicable. Por ejemplo: distingo dos clases de instintos. Uno está en nosotros en cuanto hombres y es puramente intelectual. El otro está en nosotros en cuanto animales. El alma siempre piensa, piensa siempre.

La razón por la cual creo que el alma piensa siempre es la misma que me hace creer que la luz luce siempre. Aunque no haya ojos que la miren. Cuando voy al cinematógrafo, las luces se apagan. Aparece la actriz francesa. La luz luce siempre. ¿Ves?

Busco los signos que usamos para demostrar nuestras pasiones. Todas las noches tenemos mil pensamientos.

*

DISCURSO SOBRE LA EBRIEDAD

Según la teoría lingüística (y didáctica) de Descartes, “Cuando se aprende un idioma se agregan las letras o la pronunciación de ciertas palabras, que son cosas materiales, a sus significaciones, que son pensamientos”. De esta manera, concluye el pensador, “cuando uno oye después de nuevo las mismas palabras, concibe las mismas cosas; y cuando uno concibe las mismas cosas, vuelve a recordar las mismas palabras”.

Toma una cosa por doble, como a menudo sucede a los ebrios. Gran ejemplo del esprit de géométrie, opuesto al esprit de finesse, en perfecta simetría.

Las palabras se conciben. Las mujeres y los hombres conciben niños. La virgen concibió, dicen en Irlanda, un niño divino y lo parió a través de su oreja izquierda. Otra señora fue llovida con esperma de oro, finos hilos que cayeron como gotas en su vientre. “No, no estoy ebria, Brett Butler”, “No, no estoy ebria, Brett Butler”, decía una bombera borracha que veía doble y negaba doble. Mantengamos un poco de gracia bajo el fuego.

Por ejemplo: “el agua fluye y huye”, “huye y fluye el agua”, “la orientación es siempre importante”, “importante siempre es la orientación”, “cambia el principio de los textos sagrados”, “de los textos sagrados el principio cambia”, “el alma siempre piensa”, “piensa siempre el alma”. Y así sucesivamente, hasta que la resaca del lenguaje se calme.

*

DISCURSO SOBRE LA PALOMA VOLADORA

Decimos que “volamos con la imaginación”. La poeta Emily Dickinson, que vivía solitaria y recluida en una habitación del primer piso de la mansión familiar, en Amherst, Massachusetts, y que se cosía sus propios vestidos de sarga blanca, creyó que la esperanza era una “cosa con plumas”. Un pensador francés del siglo XVII escribió una serie de “reglas para la dirección del espíritu”, ya que para esa época el espíritu había perdido su camino y no sabía adónde ir.

Mucha gente está preocupada, casi desde la prehistoria. Mucha gente “se preocupó”, como decimos en otro sentido, por encontrar soluciones a la pérdida y el desconcierto. Se idearon regulaciones, normas e instrucciones (no son sinónimos) para que el espíritu sepa qué hacer.

De las actas urológicas, sabemos de Friedrich von Knauss, relojero y mecánico de Francisco I, emperador de Prusia, que impresionó a los cortesanos y al monarca, en 1760, con un autómata escritor. El espíritu se había liberado de la esclavitud de la mano. O del pato de Vaucanson, uno de los más ingeniosos inventos de la Antigüedad; pero no es necesario que nos detengamos en eso.

Arquitas de Tarento construyó una paloma de madera que se sostenía por medio de contrapesos, se movía mediante la presión del aire y rotaba por sí sola gracias a un surtidor de agua o vapor.

Urracas de madera, catapultas automáticas, órganos que emiten los sonidos del agua, clepsidras con impulsos del tiempo, la “máquina del fuego”, aspas de molino en ebullición, príapos que arrojan chorros de perfume, monos que piden limosna, gatos cazarratas, las máquinas yantras del príncipe hindú, compuertas musicales, el Gallo de Estrasburgo, el papamoscas de la catedral de Burgos, el león mecánico de Da Vinci, el hombre de hierro de Alberto Magno, la rueda perpetua de Villard d’Honnecourt, la cabeza parlante de Roger Bacon (la lista es infinita), personas que no pueden dejar de hablar. Entonces, ¿adónde va el espíritu?

*

DISCURSO SOBRE LAS LAGUNAS EN EL MANUSCRITO

A menudo se hallan agujeros en la mente. Quizás había una piedra que se extrajo, como lo prueban las antiguas pinturas flamencas. Otras veces son agujeros de memoria, que la felicidad—si es súbita, incompleta, levemente lila—puede restañar. Otras veces, por fin, hay lacunae en los manuscritos. En las profundidades de la laguna, el agua está mezclada con el lodo y los desechos deshechos de miles de flores, pasto, barro, animales muertos o heridos.

Hablando de la ficción y la verdad, del poder y la nada, Descartes se sintió impelido a guardar el secreto, poniendo el mensaje en código. El receptor debe proceder a descodificarlo a fin de entender lo ininteligible o lo abstruso. Por instancia, en su correspondencia de marzo de 1638: “No me parece que sea una [efe i ce ce i o con tilde ene], sino una [ve e ere de a de] que nadie debe [ene e ge a ere] que no hay [ene a de a] que esté más enteramente en nuestro [pe o de e ere] que nuestros pensamientos”. El miedo genera grandes impulsos. Queremos que nos comprendan, pero no en demasía.

En la persuasión, no queda una razón que no pueda impulsarnos de nuevo a la duda. A veces es imposible discernir mensajes verdaderos de los que sólo tienen de tales la figura.

*

DISCURSO SOBRE EL MÉTODO DE LA LOCURA

Se depositan semillas de verdad en los seres humanos, piensan unos. Otros dicen que son innatas a nuestros espíritus: mentibus nostris ingenitae.

Hablando con el príncipe de Dinamarca, que hacía juegos de palabras con aviesas intenciones, el patriarca Polonius pensó para sí (imaginen que se aparta de su interlocutor, va a un costado del escenario, se acaricia la barbilla y dice en voz con unos tonos más bajos, como es de costumbre en el artificio del aparte): “Though this be madness, yet there is method in’t”. La locura tiene método. Sí, señor. Por ejemplo: video meliora proboque, veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor. He ahí un camino para llegar al desastre. Todos necesitamos la fórmula que nos lleve al desastre.

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Fabián O Iriarte. Laprida, Buenos Aires, 1963. Reside en Mar del Plata. Doctor en Humanidades (University of Texas at Dallas, 1999), enseña literatura comparada en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Algunos de sus libros de poesía son Devoción poe azar (Bajo la luna, 2010), Las confesiones (Huesos de Jibia, 2012), Litmus test (UNJ, 2013), El punto suspensivo (Letra Sudaca, 2014), Sópola temprer (Baltasara, 2017), Al comienzo era solo un murmullo (EUDEM/UNL, 2017), Pocas probabilidades de lluvia (El jardín de las delicias, 2021). Los poemas aquí publicados pertenecen a El método del discurso (Tren instantáneo, 2022).

La luz que respira en la llama

Loreley EL Jaber

…..

El pedido

Enciendan una vela cuando me vaya
apenas me sepan en viaje.
Olvídense de todo
como yo también
borro y escribo
este ruego en el aire

Puede que la noche les traiga mi mensaje
que corran a buscar fósforos
que duden
si alumbrarme o
quemarme

Como sea,
bendigo la luz que respira en la llama

*

Burka

Entro a la casa y juego
con la gasa negra de mi abuela
invento un burka y con los ojos
protegidos por la tela
miro desafiante
todo lo que me rodea

No hay oscuridad, como imaginaba
Veo
de hecho
mucho más de lo esperado

Veo a mi abuela y a su madre
veo lo que ellas vieron
cientos de mujeres veo
espantada
mirándome

*

Semilla

Mi padre lleva alrededor de los ojos
los picos afilados de unos gallos
que riñeron con él
Su cara tiene esa
y esta otra marca:
un diente cortó filoso su carne de niño
Mi padre se quiebra
cada vez que recuerda el encuentro
con su padre
Bajar del barco y verlo
después de tanto
Verlo y querer
incrustarse
en el pecho de ese hombre
vivo
Como si plantara una semilla
mi padre cuenta la fuerza
del pico, del diente, del padre
para que no olvide
que esa sangre negra y dulce
también es mía

*

Conjuro

Ay, hijo,
qué te hacen
qué quieren

Deciles que tu mamá es inmensa
más grande que el universo
que tiene un odio antiguo acumulado
en sus manos
que puede deshacer el hilo
que sostiene
una
a una
sus pequeñas almas

Ay, hijo,
qué quieren, qué te hacen

Hoy te vi rendido
y llena de odio convoqué la negrura y
tuve miedo

*

Despertar

Ayer, con un desaliento
que me quitaba el aire
dormí con mis hijos
Hoy el sol me despertó en su cuarto
muy temprano
No fue la belleza tibia de un sol mañanero
fue la fuerza caliente de un rayo impetuoso
Fue como si dios
me sacara de un tajo los párpados
como si me dijera
sin amor alguno:

“Despertate y mirá.
Respiran”

***

Loreley EL Jaber (Buenos Aires, 1972) Doctora en Letras (UBA) e investigadora del CONICET. Da clases de Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y en la Carrera de Artes de la Escritura (UNL). Publicó los libros de poesía La playa (Viajera Editorial, 2010), La espesura (Ediciones del Dock, 2016), Un barco (Ediciones Arroyo, 2020), el libro de ensayo Un país malsano. La conquista del espacio en las crónicas del Río de la Plata(Beatriz Viterbo / UNR, 2011), el volumen “Una patria literaria”, de la Historia crítica de la literatura argentina (Emecé, 2014). Ha realizado la edición crítica de Derrotero y viaje a España y las Indias de Ulrico Schmidl (EDUNER, 2016). Los poemas aquí presentados pertenecen a su último libro Nunca hay suficiente mar (Baltasara, 2020)

La buena suerte

Silvio Mattoni

Padre e hija

Te espero en un café de paredes de vidrio

que transmiten el frío de una noche

demasiado invernal. No es cierto que lo hermoso

tenga que morir, a veces sólo crece

y se desenvuelve. Todavía no llegaste

a la cumbre orgullosa de tu cara

y a manejar la gracia de tu cuerpo.

Ahora estarás arriba ya explorando

las maneras de hablar que llevarás

de a poco hasta la forma femenina

que quieras ser. ¿En qué, hijita,

el tiempo te ha de convertir,

por cuántos días más, aquí y ahora,

seguirás callando los descubrimientos

de no ser nadie más, sólo vos,

tu fantasía del imperio del sol

y tu sensación de haber nacido

en el lugar, el cuerpo equivocados?

No es hora de cambiar, hablá en secreto

con el oído rentado de una mujer grande

que tiene la forma típica de nuestra raza:

inmigrantes que aspiran a todo, inclusive

idiomas, títulos, lujos imaginarios.

Calmate, como dice la canción,

tranquilizate. Tu único error está

en la extensión de la rampa que lleva

de la juventud a otra parte, que sube

y también baja. Hay muchas cosas

que tengo que saber: ¿cómo expresarte

mi afición a tu presencia, mi alegría

por tu existencia altiva? Y vos acaso

tengas que saber más, mucho más,

para eso están mis libros, el lado amable

del áspero intratable que parece ignorarte

o retarte en exceso. Encontrá a alguien,

aunque no ahora mismo, tal vez

cerca de los dieciocho, si querés, algún día

podés casarte. El cantante es un gato

y habla un idioma que conocés bien,

en el que llora tu voz y estremece el silencio

de mi cuerpo que tiembla al escucharte.

Mirame, soy un viejo, pero estoy

contento. Me vas a decir que querés

irte lejos, muy lejos, a las antípodas.

Yo también exploté, me vi llevado

a tu edad a las palabras, al exilio

de ser sólo yo. Pero quedate un poco

más, una década más, tus hermanas

mayores y tu hermanito, tus mascotas,

sobre todo tu madre no podrían estar

en calma sin vos. Y yo, mi vida

no tendría sentido sin tus ojos de gris

terciopelo y acero, sin tu marquita

de varicela en el nacimiento de la nariz

más perfecta posible. No creo que puedas

leer este poema hasta que llegue

también tu hora de decir: “Mirame,

soy grande, estoy contenta”. Y está bueno

el tema, se repite, mejora cuando habla

el chico que quiere irse. Vos dirías:

“todas las veces que lloré, guardé

las cosas que empezaba a saber, palabras

que no se pueden olvidar, que duelen

pero más duele ignorarlas. Si ustedes

tienen razón, me daría cuenta, son ellos

y ustedes así, no me conocen, nunca

antes les hablé, ahora tengo la opción:

sé que me tengo que ir”. Está bien, te diría,

andate alguna vez, pero no este año, no

en esta estación fría. Sentate un poco

a tocar en el piano una canción de chicas

que sufren al expresarse aunque suenen

con la agudeza de la vida futura.

***

Un amigo que escribe

Hace treinta años hablamos una tarde

en la universidad, pero se pierde

ese recuerdo, justo, ya encubierto

por docenas de siestas similares

y de noches hablando de literatura.

Él tenía una biblioteca de poesía

y prosa del presente, del país:

en su pueblo interior había tenido

una vida de libros y un par de años

antes había desertado del estudio

de la filosofía. En cada clase

ahogábamos la risa al escuchar

las tonterías de los profesores

y a la noche tomábamos cerveza

para discutir cada renglón, cada título

encontrado en revistas imposibles

o ediciones porteñas que un milagro

nos había traído. Los dos escribíamos

sobre todo poemas o fragmentos

de futuras novelas sin futuro

y pensábamos que al menos acá,

en la provincia absurda que nos toca,

cambiaríamos algo. Él tenía

más claro su objetivo, estructuraba

los versos en un estilo mental

y no trataba de contar anécdotas.

Un día entramos al diario local

para escribir reseñas y sufrimos

la nueva disciplina, él reemplazó

su dosis semanal de fragmentos o versos

por esa obligación. Nuestras lecturas

teóricas avalaban el papel

de la llamada crítica. De a poco

yo fui escribiendo más y más poemas,

y ensayos, y una maniática carrera

de profesor me fue haciendo su presa.

Me casé y ya nos vimos algo menos:

él esperaba una visita mía

como una conexión con cierto mundo

que no le estaba destinado. Y no eran

solamente los libros, la vida no los trae

casi para nadie, sino también

el amor y los hijos que no tuvo

como los poemas que dejó de escribir.

Teníamos veinte años de amistad,

de leernos, aunque las últimas veces

en que me escapé de la semana

más habitual y nos tomamos varias

cervezas, siempre el segundo vaso

o el tercero le daban la razón

para lamentarse o reclamarme

mis ausencias y sus vacilaciones.

Y sin pensarlo mucho fui dejando

que se acumularan meses en el medio

de nuestras ya reiterativas entrevistas.

Hasta que me propuso un plan de libro

colectivo, que él recopilaría

con un farsante y que iba a contener

epitafios de autores aún vivos

y uno era yo. Le mandé entonces

un simulacro de inscripción antigua:

“Caminante o lector, decí mi nombre

porque viví una vez y traté siempre

de hacer lo mejor que podía, intenté

escribir algo todas las semanas,

y dejé hijos lindos que mejoran

la apariencia del mundo y el carácter

opaco del futuro”, o algo así.

A él no le gustó, le parecía

que no había hecho el esfuerzo necesario.

Le contesté que mucho no me atrajo

su propuesta antológica y necropolitana.

“A vos nunca te interesa lo mío”

–surgió el reclamo– y entonces me di cuenta

que ya no éramos un libro para el otro

y le respondí mal. Quizás hubiese

debido entenderlo. Después de todo

sin él no existirían mis primeros

poemas y quizás el resto: si creciste

en un barrio cualquiera, ¿quién te dice

que serás un poeta?, ¿cómo saber

si las cosas que hiciste valen algo

o nada? La duda entre nosotros, los que fuimos

alguna vez un deseo de escribir, es

nuestra mejor definición, o casi. La otra

es un viejo pecado, ahora virtud,

una sobria soberbia. Ya pasaron

como diez años más. Nos saludamos,

o al menos yo lo saludo si él me esquiva,

en algún esporádico evento, alguna

presentación de libros. Me sorprende

su rencor prolongado cuando evita

decir mi nombre en sus informes planos

de prensa. Pero vuelvo a saludarlo

con un beso y en verdad le deseo

paz y felicidad, él sigue siendo

un chico en busca de arte y en su tiempo

nada envejece y nada se recobra.

Trato de retenerlo en los encuentros

casuales, preguntarle lo que hace

pero veo en su cara la impaciencia

por irse, su anhelo de inventarse otro lugar

donde no importa la literatura

sino su afán. “¿Seguís dando talleres?”

–le pregunto y llega otro y él se da

vuelta, no dice una palabra más,

y me deja clavado con mis libros,

deriva como siempre por el lago

del resto de su vida, lleva a bordo

sus evasiones y las mías. Sólo

espero que no sufra, que las musas

protejan su inocencia sin objeto.

Poemas pertenecientes al libro La buena suerte, Silvio Mattoni (Caleta Olivia Ediciones, 2020)

Ver reseña: https://musicararablog.wordpress.com/2020/11/20/constancia-de-los-dias/

Antes de cerrar los postigos

 

contardi flores

poemas de Marilyn Contardi

 

 

No hay mucho tiempo

 

No hay mucho tiempo

para cortar los jazmines,

disponerlos en el vaso sobre la mesa.

No hay mucho tiempo

para almidonar las cortinas y

volver a colgarlas en las ventanas.

Drapeada de terciopelo, el agua

cada vez más oscura, tiembla.

Los duendes de la noche

cabalgan las primeras gotas de luz,

las campanadas se enredan en el

chirrido del portón que se cierra.

Una última mirada, Clemetina,

una última vez, antes de cerrar los postigos.

 

 

Una Lancia color acero

 

“La sacaba a pasear por aquí mismo

les digo…”

Traza el periplo en el aire

con su dedo grueso, tramado

de nervaduras negras, de mecánico.

 

“… una Lancia sport, color acero,

sólo que cuando anduvieron mal

las cosechas, el primo tuvo que venderla…”

 

Los otros saben que un auto de esos

jamás ha llegado al pueblo.

 

Lo más pudo haber sido

aquella blanca cupé Chevrolet

que una mañana vieron venir

por la calle de la iglesia

y desaparecer en una nube

de polvo, bajo los eucaliptus.

-Había por lo menos uno en cada casa

parado en el cordón de la vereda

con los ojos clavados

en los resplandores de níquel.-

Pero una Lancia Lambda 1929

en las manos del primo de Garbarino,

algo imposible de suponer.

 

Sin embargo nadie habla

y Garbarino aprovecha para afirmarse,

echa una bocanada de humo

que los borra a todos,

cruza una pierna que de tan fina

se le enrolla alrededor del pantalón

y dice:

“Después de todos ninguno de

ustedes había nacido entonces”

 

Y en el espacio de silencio

que le otorgan, ahora sí, Garbarino

sin siquiera cerrar los ojos

presiente la Lancia.

 

La esplendorosa visión de la máquina

lo transporta a esa zona en que los otros,

las casa, los autos y carros que pasan

son apenas reconocibles, como trazas

de dedos desprolijos sobre el papel,

y por donde él pasa pitando un cigarrillo

para apaciguar el desorden del pecho

con el volante dócil entre las manos

mientras el ronroneo leve, armonioso,

casi licuescente de la Lancia

le acaricia sus oídos como si le hablara.

 

Contardi foto

Marilyn Contardi

 

 

Patos silvestres

 

Dónde descenderán los patos

que atraviesan con sus finos cuellos

los campos del aire?

 

Qué estela retendrán sus ojos

del verde vuelo por

la playa de sombras?

 

Será la suya una memoria

viva que remonta el pasado

y ahora por el cielo

son, también, sus antepasados?

 

Qué desvío, qué imán

los extasía,

los atrae,

y en el delirio

los aleja?

 

Suben, negras siluetas de laca,

van alto, tan alto que ven

antes que nadie

encenderse la estrella.

 

de El estrecho límite (1992)

 

 

Al leer «Génesis» de Mario Nosotti *

 

Ma non é basta, Mario

c’est la descente

aux enfers que empieza

 

de la bolsa de basura

irán a la quema,

semillas de mandarina

certeramente eyectadas

sobre el plato,

diminutas pupilas

servidoras fieles

de la evolución implacable

 

allí

unos pies deformes, dedos

grandes como mandarinas,

yemas sensibilísimas de bordadora

las palparán, bajo la tierra

muelle, porosa

 

yacerán, átomo con átomo,

con pelos de todo pelo

bigotes de señora, rulos

de caballeros, ensueños

de edades desaparecidas,

excrementos de todo origen

el aro de pelo perdido

la llave, el cuchillo

el clavo, el disturbio

de ser lo que es

arrojado de una vez

al olvido

 

hasta que todo

empiece a disgregarse,

tal vez no lejos de mis

propios huesos y los tuyos

blancos como damas de noche

en el silencio de la tierra

-al fin racimos y flores

de encantos y desencuentros-

semillas de mandarina

cuerpos yacentes,

el tiempo que suceda

estará hecho también

de estas pequeñas cosas

 

y después de todo

habremos pasado tantas

horas bajo el sol,

qué hacer, qué decir

ante la inminencia

de la catástrofe?

o nada

o felizmente que:

 

<las flores del romero

niña Isabel

hoy son flores azules

mañana serán miel>.

 

*Me comí una mandarina / Las semillas brotaron de mi boca / Desde el labio pulposo se lanzaron al plato / Ese fue el fin del árbol y del fruto / De ahí, a la basura, / y basta. («Génesis», Parto mular, M.N.)

 

Marilyn Contardi: poeta y cineasta, nació Zenón Peryra, Santa Fe,  y hoy reside en Colastiné, localidad de esta provincia. A finales de los setenta y principios de los ochenta vivió en Francia. Estudió en el Instituto de cine de la Universidad Nacional del Litoral y actualmente es docente del Taller de Cine de UNL. Realizó más de veinte films documentales, entre los cuales se destacan: Zenón Pereyra, un pueblo de la colonización; su segunda parte Cielos azules; Homenaje a Juan L. Ortiz; Bienal; Qué es el cine y Momentos musicales. Publicó cuatro libros de poesía: Los espacios del tiempo (Caracas, 1979); El estrecho límite (Santa Fe, 1992); Los patios (Santa Fe, 2000) y Cerca del paraíso (Córdoba, 2011). En 2018 la Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos publicó su obra poética reunida,  En constante inconstancia, a la cual pertenecen los poemas presentados.

 

ontardi en constanteinconstancia

Flechas de vientre amarillo

Schierloh Eric foto

poemas de Eric Schierloh

 

Flechas de vientre amarillo

 

50 metros después del aromo

el agua se calma            aquieta

sin corriente

los benteveos sobrevuelan

en dirección del bosque

como flechas de vientre amarillo

la orilla de la margen izquierda es alta

algo menos la derecha

hay otro aromo de hojas carnosas

mitad seco el follaje     grueso el tronco

todo el árbol recostado sobre el espejo de agua

el agua que sigue calma

salta una lisa    otra lisa

otros cincuenta metros de agua tranquila

juncos en la margen izquierda

las cortaderas rodean un Sandí muy pequeño

y al final otro sarandí

sarandíes blancos (phyllanthus sellowianus?

emerge o crece una corriente                el agua

se vuelve profunda

un árbol seco      pequeño           margen izquierda

muy alta               casi 2 metros

los cangrejos asoman                    otean

por los agujeros de sus madrigueras

un benteveo dormido    no dormido        adormilado

la margen derecha debe medir 1 metro

el benteveo me mira

gira muy lento la cabeza

u-ú        digo yo             el benteveo no se mueve

todavía me mira

después del aromo a 50 metros la corriente

se vuelve ligera              serpentea

curva a la izquierda

 

 

 

Las gaviotas lo saben

 

la rompiente

donde el agua

se enturbia

y bosqueja los planes

de la topografía futura

de la costa

 

las gaviotas lo saben

mejor que nadie

y un día

mientras se alimentan

o simplemente mientras miran más allá

con esos ojos de parcas

como sólo ellas saben hacerlo

levantan vuelo al unísono

todas juntas

todas

convencidas      todas       de que una vez

que vuelvan

el lugar

todo el lugar

habrá cambiado          para siempre

la rompiente

es silenciosa en su efectividad

por debajo del estruendo

de las tumultuosas olas

espectaculares

 

 

 

El fantasma mínimo

 

el pájaro

es tan delicado

como para ser

soportado

por el largo brazo

medio verde

medio tostado

de una cortadera

-el peso

de la estrategia

de la pequeñez

 

negro y blanco

y muy pequeño

casi imperceptible

para el ojo desatento

como el fantasma

mínimo

de algún antiguo guerrero

mientras el sol se pone

y él contempla

él observa

-la cabeza un poco ladeada

al más pequeño todavía

cangrejo de agua dulce

justo debajo

 

 

Eric Schierloh (La Plata, 1981) publicó los libros Formas de humo (Beatriz Viterbo, 2006), Kilgore (Bajo la luna, 2010), Costamarina (Barba de Abejas, 2012), Los cueros (La Bola editora, 2014), Frío en la regiones equinocciales (Barba de Abejas, 2014), El mamut (Bajo la luna, 2015), El maguey (Club Hem, 2016), Troglodytes (El sueño del Panda, 2017), La mera tierra (Bajo la luna, 2017), Variaciones sobre cerrar los ojos (EMR, 2017), Por el camino de tierra (2017), China ya no los quiere (Extra/2, Bajo la luna, 2018). Ha traducido a R.W. Emerson, N. Hawthorne, D. Meltzer  entre muchos otros. Vive en City Bell, desde donde dirige la editorial artesanal Barba de Abejas. Los poemas aquí presentados pertenecen a Cuaderno de ornitología (Caleta Olivia Ediciones, 2018)

Schierloh Eric tapa libro

 

 

Elsa Beatriz actualizó su estado

Aren para entrada

por Gremán Arens

 

 

4 de diciembre de 2017

¿Algún contacto posee una foto de Casa Maffi? Quedaba

en la primera cuadra de la calle O’Higgins. En ella adqui-

ríamos partituras para nuestros estudios musicales.

Era importante o me parecía a mí; me encantaba ir de

chica. Si no me equivoco tenía escaleras en las distintas

secciones (o las imagino). Anduve leyendo acerca de su

dueño. Incursionó en varios rubros comerciales; jamás

lo hubiera imaginado. Para mí Casa Maffi siempre

estuvo relacionada con la música.

 

 

5 de diciembre de 2017

El auge en cualquier sentido se funda ante todo utili-

zando el talento innato que todos los humanos posee-

mos en algún grado. De ninguna forma echando mano

a la destrucción moral o material de las sociedades y

personas en particular.

 

 

22 de diciembre de 2017

Hacer mi trabajo me lleva tiempo. Soy muy maniática,

lo reconozco. Intento lo mejor posible en cuanto a re-

sultado. Invierto horas de mi vida; encima soy criticada

al respecto. Todo trabajo cualquiera sea exige dedica-

ción y obligación de nuestra parte hacia toda persona

con la que nos relacionemos a tal efecto.

 

 

2 de enero de 2018

Estoy cansada de que me presionen; o harta como

decía mi mamá. Hasta los tres gatos en forma

telepática saben hacerlo. Ni de ello es posible esca-

bullirme.

 

 

fragmentos de El libro de mamá, Germán Arens, (Barnacle Editora, 2018)

 

descarens tapa libro

«El libro de mamá» de Germán Arens debe leerse como un gesto de amor. Lo supe al recorrer este diario virtual de Elsa y sentirme una hija escuchando a su madre. Sé que si mi mamá tuviera la oportunidad de contarme cotidianamente sus impresiones, de referirme las historias que va recordando, los aprendizajes que le depara su madurez, los hechos que aún la sorprenden, la entusiasman o la entristecen, sonaría como Elsa en sus estados de facebook. Estos escritos son, quizás, la forma que encuentra Elsa para hacerse escuchar e incluso para ordenar el sentido de lo vivido. ¿O no es para eso, entre otras cosas, que elegimos escribir? Germán, entonces, recoge con cuidado la palabra de Elsa y la convierte en libro con sus manos habituadas a la poesía.

Carina Sedevich

 

Hay que dejar de ser hermosa

Monica Tracey tapa libro             Monica Tracey foto

poemas de Mónica Tracey

 

 

III

 

Nada es para siempre

salvo

en la afiebrada tempestad del amor

en el cuerpo enfermo de la juventud

cuando las tormentas no se avecinan

estallan

de una vez y para siempre

torbellino hacia un fondo sin final

esa locura sí locura de llevar el cuerpo

incienso encendido

humo y perfume

saciedad impura

creyendo

de rodillas

las manos juntas

el alma en ascensión

ceremonia sin palabras

descanso de ser uno.

 

 

 

Me he vuelto una experta

y ya siento en el cuerpo

el último dolor que se escurre

confundido con una leve

corriente de dulzura

el fin del amor

noventa días

de exilio

en una bruma

quién dónde qué soy

rearmada cada parte con

lo que puede como sea

atenta al más mínimo nuevo rumor.

 

 

 

No de cristal

de láminas de cristal

talladas hasta su extrema

sutileza

hasta no soportar nada

no una palabra

ni el inicio de un gesto

de ese bello y raro

cristal estoy hecha

y no ya no

podés acercarte.

 

 

 

Toco el corazón con un punzón

hurgo el lugar de la herida

intento que sangre

hay un naufragio de otro tiempo

una tormenta de viento

un viejo desamparo

que tus besos, amor, no curaron.

 

 

Basta la punta de un dardo

ocioso distraído

para que el corazón se cierre

como un erizo

un raro erizo de puntas hacia adentro

que lastimara sus propias entrañas.

 

 

 

No sienta precedentes

no es que si amás este verano seguirás amando

que después de amar amás

que hay otra mañana porque hubo esta

en el celeste del patio

ninguna fortaleza tomada es una fortaleza

ahí estás como ayer

tantas partes de agua tantas de lágrimas

ojo seco

diciéndote voy a ver.

 

 

 

Hay que dejar de ser  hermosa

cortar los hilos que te suspenden

de otra mirada

dejar el cuerpo sanando los ojos

mirando el horizonte

tentar la intensidad de otra danza.

 

 

Mónica Tracey: Bs As, 1953. Publicó: A pesar de los dioses,1980; Celebración errante, 1987; Hablar de lo que se ama, 1990; Hablo en lenguas, 1999; Sobre la espalda del cielo, 1999, todos publicados bajo el sello Ediciones Último Reino. Integró los grupos de poesía “El sonido y la furia” y “Nosferatu”, fue parte del grupo fundador de la revista de poesía Último Reino.

El secreto de las hormigas

Desmaras foto

julieta desmarás

 

 

El secreto de las hormigas

 

Mi humor es inestable

como las luces de los rascacielos

y el silbido que baldea la vereda.

 

Aprieto mis manos y a veces la ajena.

Somos tres manos que aúllan

en la desierta blancura.

En el amor los sueños son esquinas,

afables contenedores deshechos de bocas.

El secreto está en las hormigas,

soldaditos minan mi mente

nunca duermen.

 

Aún en la desierta blancura

tienen la capacidad de discernir quién falta.

 

 

Puntada Bonnet

 

El silbido de la primera nevada

hunde a mi padre en borceguí

sobre un blanco perfecto traza

su índice estirado en mi cuello.

 

su sed gota de mi sed no bebe

 

Algunas veces la sal para

la nieve

deja un daño más grande

una sensación fantasma

de avalancha continua.

 

 

Zorro

 

El dolor es antiguo,

una hermosa fachada en venta.

El dolor es historia,

un sillón que cubre una fiesta sin baile.

El dolor tiene miedo a las estatuas

que fijan la mirada

 

-cansa ser extranjero

cortar y pelar y que no comas-

 

confunde ramas por sogas,

vuela o cuelga.

 

 

Despedida

 

Me arrojo a las patas de mi perro

última vez sus ojos en mi vientre

el corazón estira soledad de isla

una tarde de tarde lenta se enfría

escoltas de pelaje olvidan lo tibio.

 

 

Detención

 

Tus manos se juntan

como repollos bajo la nieve

hacen frente a la escarcha.

 

Sin voz sonreís

con gesto de maestra rural

menos exigente en horas frías.

 

Todo tu cuerpo es una yema temblorosa.

Hoy no es un día para andar con la palabra.

 

 

 

Julieta Desmarás: poeta, actriz, colabora con diversas publicaciones culturales. Publicó los poemarios El río y su cajón (Alción, 2014) y La voz mayor (Alción, 2018), del cual han sido tomados los poemas aquí presentados. Forma parte del colectivo de música y poesía El toro.

 

 

 

 

nombre de guerra

fernanda nicolini foto

fernanda nicolini

 

 

Marcela

I

Cómo se construye una vida

no es una pregunta

es un estado de vigilia

una ansiedad convertida en círculos

aunque ella no piense en círculos

sino en dibujos sin hacer

en números que se unen por líneas

que en este caso

desconocen la ley de la secuencia

el dos no sigue al uno

y no hay modo de que lo haga

están los espacios vacíos,

la incógnita, el tono de una voz perdida

nadie la grabó y, ¿sabés qué?

las voces no quedan en la memoria

como el olor de una tarde de diciembre

el zumbido del tiro que te parte la columna

el grito que congela tu nombre de guerra

en un barrio que huele a mierda

¿Reconocés su voz? ¿Podés escucharla?

Ninguno puede: ellos también quemaron fotos

y guardaron imágenes en calles de tierra

para compartir con nadie

y no la oyen.

Cómo se construye una vida no es una pregunta

es un estado en el que las dimensiones

se comprimen y el tiempo no es más

que un modo de ordenar la distorsión.

 

II

Ella también la ve.

A decir verdad la vio

esa vez que prendió la ducha

y el agua vino con olor a mierda

la ve gritando el nombre de un hijo

en el momento en el que la bala

le descose las vértebras

 

pero no la oye

el hijo tampoco

 

por ahora solo juega con la sopa:

su cuchara da vueltas

como un avión sobre el agua.

 

III

Cómo se escribe una vida no es pregunta

es un instante fijado en el mapa mental del testigo

la imagen que nunca existió

y se vuelve cada vez más nítida

como ese color que estalla

cuando cerrás los ojos y te imaginás

la historia personal sin derrotas

la de los muertos.

Una vez quemó un colectivo:

los hizo formar en el descampado

y les dio las razones del fuego

si los patrones no pagan la chapa arderá.

El chofer dijo que la mujer cargaba un arma

y que era hermosa.

El diario dijo que la mujer cargaba una bomba

y que era hermosa.

El testigo recuerda su pelo

no era claro, no era oscuro

no era largo, no era corto.

Lo recuerda como algo que arde y es hermoso.

 

Fernanda Nicolini (1979) Periodista y escritora. Publicó el libro de poemas Ruta 2  (Gog y Magog) y las plaquetas  Rubia (Zorra poesía) y Once (Color Pastel). Autora junto a Alicia Beltrami de la biografía Los Oesterheld (Sudamericana). Dirige la revista Brando. Los poemas aquí presentados pertenecen al libro El cuerpo en la batalla (Caleta Olivia, 2018).

 

 

 

 

 

Algo siempre sobrevive

Diego Roel foto

Diego Roel

 

El anillo del sol

 

No te adelantes.

Derriba el eje que te mantiene en equilibrio.

 

Párate aquí dentro, delante del círculo.

 

No te adelantes.

No abras, todavía, la boca:

busca el sonido que entre la palabra y el deseo

resplandece.

 

Hay que saber combinar materiales diversos.

Hay que hundir la lengua en esa zona

donde la Nada incuba el primer signo.

 

Un grano de arena sostiene el mundo.

 

 

Grieta del tiempo

 

Pero, ¿cómo vivíamos aquí,

en esta casa carcomida por el salitre de las olas,

en este suelo donde lo perdido

repite su nombre y se repliega?

 

¿Cómo podíamos vivir aquí?

 

Ahora sobre mi cara desova el tiempo:

mi vida se desgarra, pierde peso y consistencia.

 

El país es un animal que ya no encuentra su alimento.

 

¿Cómo podíamos vivir aquí?

 

 

Casi nada

 

En esta celda no hay puertas ni ventanas:

dormimos sobre esteras de aire.

 

Atados al umbral del sacrificio

hace cuarenta días yacemos.

 

Nosotros vemos lo blanco en lo negro.

 

Ojo oscuro, viento del sur:

¿qué mano nos sujeta y nos pierde?

 

 

Diego Roel, (Temperley, Bs.As. 1980) Publicó los libros Padre Tótem / Oscuros umbrales de revelación, Diario del insomnio, Cuaderno del desierto, Las variaciones del mundo, Los jardines del aire, Dice Jonás, Vía Lucis, Kyrios, y Las intemperies del mar. Los versos presentados pertenecen a su más reciente libro shibólet (Griselda García Editora, 2018).