Constancia de los días

Silvio Mattoni

sobre La buena suerte, Silvio Mattoni (Caleta Olivia, Poesía, 2020)

Un libro de poemas de Silvio Mattoni es siempre un acontecimiento para aquellos lectores que siguen su trabajo de ensayista, traductor y otras gestas, todas entrelazadas de algún modo a la columna vertebral de la poesía. La buena suerte, libro que acaba de publicar Caleta Olivia, con sus poemas largos y compactos, su límpida cadencia, podría leerse como notas de un cuaderno que registra sucesos cotidianos, o que nos abre aquélla evocación que un agente fortuito desata y empieza lentamente a amplificar

El libro inicia con una especie de carta de un padre a su hija, una carta directa al corazón, temblorosa, estremecedora y a la vez serena. La voz poética de Mattoni se coloca a prudente distancia de su objeto, en una perspectiva un poco oracular, para mostrar unas líneas después una empatía que lo lleva a alojar la voz del otro, como una donación y un doblez de la propia. Una melancolía firme, no exenta de ironía, como de quien se arma para entrar al meollo del terreno sensible.

En casi todos los poemas hay una apelación directa que inevitablemente se traslada al lector, “mirá”, “escuchá”; siempre está en primer plano ese lugar de enunciación que sin embargo pronto se entrelaza a los seres y las cosas, a una realidad amada, no exenta de tensiones, de asperezas, pero consciente de que es justamente en la forma de nombrar en donde se modela esa materia incierta, caprichosa y ajena.  El modo de decir es un performativo: es la buena noticia, y en ese don radica la fortuna.

Esa actitud austera, para nada afectada, incluye una mirada compasiva para con lo existente, para sus criaturas, como la de la gatita abandonada y adoptada en cuyas pupilas es posible leer una llamada  “sí, hay lugar en el mundo para la piedad inevitable”. Los poemas de Mattoni se escanden como una letanía musical, derivan como el agua que desborda cultivos en terrazas, como encabalgamientos que conforman secuencias narrativas, en donde muchas veces la historia es sobre todo una forma de ascesis, como una resonancia del sentido. “Entonces puedo formular mi deseo de buena suerte:/ todo lo que ha nacido es necesario / y es bueno el clima para que sigan /naciendo niños, gatos, florcitas y proyectos /de poesía.”

Los temas son contados, recurrentes, cincelados en un tono levemente anacrónico que acentúa su vitalidad: la casa, la pareja, los hijos, la lectura, la universidad, los viajes, los encuentros. El trabajo de escribir, de articular del modo lo más pleno posible la expresión, aún en medio de los avatares cotidianos, como en ese poema en el que Galileo, 8 años, interrumpe el trabajo del padre –una traducción-  con la lluvia sonora de dibujos “demasiado animados”: “Escribir no es la meta / sino el registro de querer seguir /mientras los chicos crecen y se gasta el cuerpo.”

En la parte titulada, OCASIONES, se habla de la amistad. Amigos de la infancia que perduran a través de los años, y otros que van vienen entre equívocos, egos heridos que a veces se subsanan y otras no; y ahí están los amigos de la literatura, los que la literatura trajo o se llevó, como lo expresa el extenso y emotivo poema titulado “Un amigo que escribe”.

Otra de las secciones, CORNUCOPIA, recorre los eventos familiares, la visita al dentista del hijo de un nueve años, y el padre que “quisiera reemplazarlo” en el momento del dolor; la muerte de la mascota que su joven dueña llora, o el cumpleaños del abuelo padre, entre arias italianas y conciencia de la propia finitud.

No exenta de mordacidad como tampoco de autocrítica, el sujeto que habita estos poemas vuelve a reconciliarse con todo lo vivido, y lo hace de la forma que mejor conoce: “Dejaste atrás el miedo, el asco, / la incómoda presencia de mi resignación.// Soy otro, mirá, salto en versos no medidos / y espero la llegada de tu fe.”

Mario Nosotti, Revista Ñ (21/11/2020)

Ver poemas https://musicararablog.wordpress.com/2020/11/20/la-buena-suerte/

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